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MeMo, fotoperiodismo independiente y sin prisas

José Colón comenzó hace más de una década su trabajo sobre inmigración "Llamando a las puertas del cielo" en el que trata de documentar las violaciones de derechos humanos que se cometen en las fronteras. En la imagen, tomada el 28 de marzo de 2014, se ve a un grupo de inmigrantes de origen subsahariano encaramados a la valla que separa Melilla de Marruecos. Colón permaneció durante 25 días despierto desde las 3 de la madrugada hasta las 10 para captar este instante, que daría la vuelta al mundo. Tras más de tres horas pidiendo ayuda, el grupo fue expulsado por la fuerza a Marruecos. / Fotografía: José Colón - AFP

Maribel Hernández

Pocos proyectos cuentan el día de su nacimiento con una reseña en Time, una de las revistas más prestigiosas del mundo. MeMo Mag (Memoria en Movimiento) se ha cocinado despacio, como si reclamara para sí misma algo que dicen echar de menos sus fundadores: tiempo para trabajar las historias.

Los fotoperiodistas españoles Manu Brabo, José Colón, Guillem Valle y Diego Ibarra, junto al italiano Fabio Bucciarelli, decidieron a finales de 2011 lanzarse a la aventura de crear algo nuevo. “Veníamos de Libia, era un momento de eclosión, algunos de nosotros habíamos sido de los pocos que nos quedamos cubriendo el final de la guerra, veíamos que éramos capaces de hacer el trabajo pero también compartíamos el mal sabor de boca de pensar que todavía se podía hacer mucho mejor”, recuerda Guillem Valle. 

La idea les rondaba a todos la cabeza. Fue en un reencuentro en Barcelona cuando optaron por dar el salto. La suma de sus reconocimientos -un Pulitzer, dos World Press Photo, un Robert Capa Gold Medal, entre otros- y la tierra que acumulan sus botas –Libia, Siria, Ucrania, Haití, Sudán del Sur, Kosovo, Pakistán, Líbano…– garantizaban la calidad del resultado. Periodismo sin distracciones ni intermediarios.

MeMo vio la luz este lunes. “Creo que es lo más parecido a un parto real, tras un embarazo muy largo. Han sido cuatro años procesando, digiriendo, construyendo este proyecto”, comenta desde Sevilla José Colón, quien asegura que la revista nace del hartazgo, pero también de las ganas y la pasión por el oficio. “Queríamos darle un empujón a los límites de la narración fotoperiodística y la autopublicación, saltarnos los intermediarios y ser completamente los dueños de nuestro trabajo”, añade. 

 

Es el puñetazo sobre la mesa de estos cinco profesionales. Su forma de decir “basta ya”. Basta de llorar por la crisis, por la precarización, por el menosprecio de los grandes medios y agencias al trabajo de retratar lo peor de la condición humana, jugándose el tipo en ello. “¿Cuánto vale para ellos mi trabajo, mi vida?”, se pregunta Manu Brabo, premio Pulitzer en 2013 por su cobertura de la guerra civil en Siria.

“Te pasas años llorando y al final lo que toca es proponer, nuestra responsabilidad es crear, producir, no lamentarnos”, sostiene Brabo. “MeMo es una respuesta a cómo está el mercado para los fotoperiodistas freelance, a lo complicado de tratar determinados temas en profundidad y a tu manera, la necesidad de salir del mainstream, de esos intereses políticos y económicos que son los que deciden cuándo es importante una guerra en un sitio y cuándo deja de serlo”, explica desde Ucrania, donde lleva unas semanas trabajando. Para Brabo, poder huir de las prisas es clave: “Tratamos diariamente con seres humanos y eso requiere un acercamiento, tanto a las personas como a las historias, algo que solo te lo da el poder trabajar con tiempo y paciencia”.

Guillem Valle, el más joven del grupo pero con una larga carrera a las espaldas - ha trabajado varios años en el sudeste asiático para el New York Times, The Guardian o Wall Street Journal- coincide con sus compañeros a la hora de señalar las dificultades que atraviesa la profesión y el valor de ser uno mismo quien controle su trabajo. “Queremos enseñarle a la gente que se pueden hacer cosas sin necesidad de caer en las zarpas de las grandes multinacionales que precarizan nuestro oficio”, señala.

Para Guillem, que empezó a hacer fotos a los 14 años en un premonitorio viaje escolar a Sarajevo, el fotoperiodismo están en mejor forma que nunca. Este joven catalán considera que la fotografía puede contar historias complejas de manera potente. “Puedes ir donde el video no llega, puedes documentar hechos pero también conceptos o consecuencias de los hechos. Te permite desarrollar ideas de manera más reflexiva. Creo que ése es el espacio que hoy tiene reservado la fotografía”.

 

Esta idea ha quedado plasmada en MeMo. El conjunto de los trabajos son obras de largo recorrido, realizadas en periodos de tiempo de hasta diez años, en el caso de Valle y sus “Estados de Identidad”, o siete años, como las imágenes que componen la serie “Entre la fe y la crisis”, de Colón. Son la peculiar visión de cada autor en torno a un tema. Este primer número está dedicado al miedo, en el siguiente se explorará la idea de desintegración. Prima el contenido pero destaca asimismo lo innovador del continente.

A las imágenes se unen diferentes recursos, textos, infografías, mapas, sonidos y efectos que marcan la diferencia. “Es como una inmersión, como bucear en la historia”, describe Colón. “La idea es mezclar los valores clásicos del periodismo y utilizar la tecnología para hacerlo llegar de forma más moderna y atractiva”, destaca Bravo. “La interactividad es fundamental, abres un periódico y la interactividad máxima es pasar una página, aquí el lector se mete en la historia, la escucha, su movimiento hace funcionar un determinado reportaje, es algo muy novedoso”, subraya. 

El proyecto nace en inglés, español e italiano. Organizados en forma de cooperativa, MeMo apuesta también por otros formatos como las exposiciones –en febrero inauguran una muestra en Barcelona-, talleres, un futuro premio para nuevos talentos y acuerdos de colaboración con otros medios. El diario italiano La Stampa ha sido el primero en sumarse. Así tratarán de llegar a un mayor número de posibles lectores, algo que Guillem Valle intuye que avanzará “poco a poco”.

“Nuestra base es el compromiso con la profundidad y con los suscriptores, a quienes hay que darles la calidad que merecen”, apunta Colón. “Es mentira que no quieran calidad, la gente sabe diferenciar lo bueno de lo mediocre. Los lectores no son tontos”, sentencia.

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