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Un brote de sarampión en Guinea evidencia el “débil” sistema sanitario que dejó el ébola

Los niños son vacunados durante el primer día de un programa de vacunación contra el sarampión en Conakry, la capital de Guinea.

Icíar Gutiérrez

Menos de un año después de decir adiós al peor brote de ébola de la historia, que mató a más 11.000 personas en varios países de África Occidental, Guinea Conakry tiene un nuevo enemigo a combatir: el sarampión. El efecto “devastador” del ébola en un ya de por sí precario sistema sanitario explica, a juicio de Médicos Sin Fronteras (MSF), el origen de esta nueva epidemia que ha afectado a 3.468 personas y ha dejado 14 muertos desde enero en uno de los países más pobres del continente.

“La crisis del ébola –entre 2014 y 2016– tuvo un gran impacto en los programas rutinarios de vacunación y redujo la cobertura de la protección contra las enfermedades infantiles, incluido el sarampión”, asegura Ismael I. Adjaho, coordinador médico de MSF en el país, en una entrevista con eldiario.es.

Durante esos dos años, según relata Adjaho, el riesgo de contagiar a alguien con una simple aguja o la desconfianza de la población, que no acudía a los centros de salud por considerarlos lugares peligrosos, interrumpieron la atención de enfermedades como el sarampión, muy contagiosas –una persona infectada puede contagiar hasta a 18– pero fácilmente prevenibles y de tratamiento accesible. La mayoría de los recursos, como trabajadores o equipos, también se destinó a luchar contra el ébola.

Como telón de fondo, insiste la ONG, hay un sistema nacional de salud que aún presenta “carencias graves” para prestar la atención más básica a la población. La nueva epidemia ha sido declarada un año después de que las autoridades guineanas intentaran recuperar parte del terreno perdido con una campaña masiva de vacunación contra el sarampión. “Es una señal preocupante de la debilidad del sistema sanitario del país”, apunta Ibrahim Diallo, representante de MSF.

En Guinea, un país rico en minerales donde más de la mitad de la población vive bajo el umbral de la pobreza, las personas “no hacen uso de los servicios sanitarios, ya que soportan los costos de la consulta y los medicamentos”, precisa Adhajo. “La escasa inversión en salud conduce a instalaciones deterioradas, escasez de personal sanitario capacitado –solo 18 médicos para 100.000 personas– y suministros médicos insuficientes”, añade.

“El mundo se ha vuelto a dormir”

Evitar que volviera a ocurrir era la idea central de los análisis en aquel momento. Una de las lecciones que dejó el fin del ébola fue la necesidad de fortalecer con recursos suficientes los ya débiles sistemas sanitarios de los tres países –Guinea, Sierra Leona y Liberia– más sacudidos por la mortífera epidemia. Reconstruirlos, el primer paso y una de las principales demandas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y expertos en salud pública.

Sin embargo, la ONG denuncia, con datos de Naciones Unidas, que solo el 18% de los fondos internacionales destinados durante la epidemia se han invertido en la recuperación de los sistemas de salud. “Si el ébola fue una llamada de atención, parece que desde entonces el mundo se ha vuelto a dormir”, critica Mit Philips, asesor de Políticas de Salud de la ONG. “El impacto de las promesas sobre financiación, apoyo y capacitación aún no es palpable para la población y así lo demuestra este brote de sarampión”, sentencia.

“Las numerosas organizaciones que vinieron a apoyar a Guinea hasta el final de la epidemia de ébola han desaparecido de las congestionadas calles de Conakry. Se han elaborado planes, se ha prometido algo de dinero, pero hasta ahora, además de la vigilancia, el sistema de salud de Guinea se encuentra en un estado similar al que existía antes de ébola”, lamenta el coordinador de MSF en el país.

La organización humanitaria ha concluido este miércoles una campaña, en colaboración con el Ministerio de Salud, en la que han sido vacunados casi 450.000 niños en la capital, Conakry, uno de los lugares más afectados por el brote junto al distrito de Nzérékoré.

Niños como Ibrahim y Camara, de tres y dos años. Su madre, Bangoura, cuyo testimonio recoge la ONG, ha acudido a un punto de vacunación. “Estaban ya vacunados de la polio porque sé que las vacunas son importantes. Escuché que MSF es una organización médica y que el sarampión es muy peligroso. Vine para proteger a mis hijos”, explica.

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