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Sudán del Sur: postales del otro lado de la guerra

El acceso al agua potable es esencial para la supervivencia en una situación de emergencia como la que vive Sudán del Sur./ Pablo Tosco/ Oxfam Intermón

Pablo Tosco

Oxfam Intermón —

Del otro lado del río Nilo, está Bor. Otra ciudad sursudanesa que llora a sus muertos inocentes,víctimas de un conflicto entre hermanos, dinkas y nuers.

De este lado Mingkaman, una planicie extensa junto al río que ya aloja a mas de 95.000 personas desplazadas que huyeron de sus hogares a causa del conflicto armado.

En este mar de improvisados refugios en forma de iglú construidos con esqueletos de ramas y cubiertos por lonas plásticas blancas, las familias se intentan recuperar del horror vivido.

Cruzaron el rio como pudieron y con lo que alcanzaron a rescatar de sus casas. Hay quienes salvaron algo de ropa, otras morteros para moler cereales, una mosquitera, alguna cacerola, un bolso de plástico para proteger de las lluvias esas cosas de valor que por algún instinto decidieron coger antes de huir.

El sol cae cenital y el calor parte la tierra, a lo lejos 4 mujeres delgadas , altas y cubiertas con telas coloridas se encuentran, se abrazan, recorren mutuamente con la mirada sus cuerpo solo para comprobar que están bien, que están vivas. Desde que empezaron los enfrentamientos del otro lado del rio no sabían nada las unas de las otras.

A lo lejos se escucha el bullicio de mucha gente, entre los pocos arbustos miles de personas hacen largas colas frente a pilas de sacos de cereales . Oxfam Intermón junto al PMA han iniciado el reparto de alimentos a 90.000 personas. Estas familias, amenazadas por la escasez de alimentos, lo perdieron todo, no solo sus casas sino sus medios de vida, sus animales, las tierras para el cultivo y la alimentación.

La temporada de lluvia se acerca y el conflicto no tiene vistas de resolverse. A la explanada van ingresando camiones que descargan sacos de cereales.

Lentejas y sorgo es la dieta para las próximas semanas, se apela al poder proteínico de la conjunción de los dos cereales pero cuando hablas con la gente te das cuenta de que no será suficiente. Cada familia sentada conformando enormes colas espera su turno, se pondrán frente a los sacos y les explicarán cuanto le corresponde a cada una.

Un gropo de 500 personas más llega a Mingkaman huyendo entre balaceras, algunas estuvieron escondidas entre los martorrales, otras permanecieron varios días con el agua hasta la cintura. Llegaron cruzando el Nilo en bote y se refugiaron debajo del primer árbol que encontraron a muy pocos metros del río. Es un árbol frondoso de hojas pequeñitas que da mucha sombra y con raíces que salen de la tierra. Las raíces lucen brillantes, como si estuviesen lustradas, ahí reposaron miles de personas que recuperaron el aliento después de la huida.

El sol afloja un poco y el color del paisaje se torna anaranjado, la gente sale de sus tiendas, los niños arrastran juguetes improvisados con botellas de plástico y las mujeres comienzan a moler lentejas para la cena. El mar de tiendas se convierte en océano de fogatas para alojar cacerolas vacias que intentaran llenarse, miradas perdidas que buscaran nutrirse.

El viento anuncia aguaceros y arrastra el sonido de las bombas demostrando que la guerra continúa. Se vienen tiempos difíciles para estas familias que solo tienen una lona para protegerse de este duro presente e incierto futuro.

Sentadas frente al fuego esperando que esta pesadilla termine, siguen re escribiendo en el dorso de esa postal todas las promesas de justicia, libertad y prosperidad que hace dos años juraron defender quienes ahora la guerra hacen. Y esos escribas en medio del fuego cruzado siempre son las mismas personas inocentes, esas que cuentan sus muertos por balas y por hambre.

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