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El Gobierno se juega el diseño de las cuentas públicas por la inestabilidad de la zona del euro

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se prepara para un momento de incertidumbre.

Belén Carreño

Luis de Guindos se ha convertido, de repente, en el agorero del euro. Tras meses de triunfalismo sobre la recuperación económica de España, el ministro de Economía no pierde ocasión para advertir de las sombras que se ciernen sobre la actividad de los países del euro y que comprometen la frágil recuperación nacional. El ministro del optimismo ha sido de los primeros en mentar la posibilidad de una tercera caída en la recesión, lo que ha venido a ratificar, de forma más suavizada, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.

La posibilidad de que Europa, o al menos la zona del euro, tropiece por tercera vez al buscar la salida de esta crisis que se inició en 2008, está a la vuelta de la esquina. Las tres principales economías del euro dieron señales más que alarmantes en el segundo trimestre del año. Italia volvió a entrar en terreno negativo y Francia y Alemania, sobre todo el país galo, están de facto estancadas. En su conjunto, los países del euro apenas logran una inflación que supere el 0,3% y no parece que el trimestre de verano haya ido a mejor.

Con este panorama, España se ha convertido en lo que algunos llaman, en serio o en broma, locomotora de Europa. Es uno de los países que más crece y las perspectivas es que mantenga el ritmo en los próximos trimestres. En el país de los ciegos, el tuerto es el rey.

Sin embargo, ayer mismo el Banco de España advertía de señales de agotamiento en la actividad española en el trimestre de verano. España no puede tirar por sí sola de su propia economía en un entorno extremadamente interconectado y donde depende de las exportaciones, la inversión y el turismo extranjero. Este último punto lo único que parece no haber flojeado en el verano.

La mejoría del resto de los países del euro depende en gran medida del éxito de la implementación de las medidas anunciadas por el Banco Central Europeo. La almendra de estas medidas, la compra de deuda, no arrancará hasta octubre y no será hasta el último trimestre del año cuando se vea si es posible o no sacar de su atonía al corazón de Europa.

Eso ya será demasiado tarde para el diseño de las cuentas públicas, que se presentan este mismo viernes y que tienen como principal sustento el enrejado del cuadro macroeconómico, que es algo así como la piedra filosofal de la que parten el resto de los cálculos de ingresos y gastos. Hacienda necesita un lienzo para pintar sus cuenta públicas, y ese lienzo se lo ofrece el ministerio de Economía, en el que le da las cifras de crecimiento, paro, inflación e interés de la deuda.

Previsiones en riesgo

El Ministerio ha reculado durante las últimas semanas con la posibilidad de mejorar sus previsiones para 2014 pero se resiste a amortiguar las de 2015 pese al sombrío panorama internacional. Todo parece indicar que para elaborar las cuentas del próximo ejercicio, se tomará como previsión de crecimiento entre un 1,8% y un 2% del PIB. Este dato no tiene en cuenta una posible recaída de Europa que lastraría la contabilidad nacional.

Lo cierto es que, prácticamente por primera vez desde el inicio de la crisis al Ejecutivo, (del PP o del PSOE) le están saliendo bien los números de lo previsto en el ejercicio anterior. Para este año en curso, Hacienda calculó que la economía crecería un 0,7% y si no se tuerce mucho el segundo semestre del año, la cifra se quedará, al menos, por encima del 1%.

También le ha ido mejor de lo esperado en algunas de las grandes partidas de gasto. Así, las cuentas de 2014 preveían un tipo medio del bono a diez años del 4,3%, lo que suponía unos 36.000 millones de euros. Con el bono en mínimos históricos poco por encima del 2%, el ahorro a final de año sobre lo presupuestado puede oscilar entre los 5.000 y los 8.000 millones de euros.

También el gasto en prestaciones sociales ha sido menor de lo esperado por el Ejecutivo. Aunque el mercado de trabajo se corrige muy lentamente, se ha acelerado el final del pago de prestaciones (en muchos casos porque activos que cobraban un subsidio se han ido) y se ha parado la destrucción de empleo (Economía preveía que aún se destruiría empleo en 2014 y el saldo neto puede ser positivo). Eso ha rebajado la factura que pagan los servicios públicos de empleo mes a mes y la suma total a final de año puede ser hasta 4.000 millones inferior a la presupustada por el INEM en el arranque del ejercicio.

Salvo catástrofe, estas dos partidas seguirán mejorando en el próximo ejercicio. Precisamente en un entorno de debilidad de los países del euro, la deuda pública española se ha convertido en uno de los principales atractivos de los inversores internacionales. Y aunque la creación de empleo sea muy tímida, parece que la fuga de población activa continuará con el consiguiente alivio en el pago de subsidios. Con todo, cabe reseñar, que Empleo está discutiendo con los agentes sociales una posible mejora de estas rentas mínimas que puedan aprovecharse de la mejora en el gasto de esta partida.

El euro y el petróleo juegan a favor

Otros elementos aportan oxígeno a las ajustadas cuentas del Estado. El euro ha comenzado por fin a debilitarse, y durante esta semana está cotizando en el nivel del 1,27 frente al dólar, cuando las cuentas se habían diseñado a un nivel de 1,34. Esta caída de la moneda única es un acicate para las exportaciones fuera de la zona del euro, precisamente por la que España debería apostar en los próximos meses para escapar de la apatía de los países vecinos.

En este sentido también se verá rebajada la factura de la energía por la caída del petróleo de referencia en Europa, el Brent. Desde hace semanas cotiza en la cota de los 93 dólares, cuando en ejercicios anteriores superaba los 105 dólares. Eso sí, cuanto más barato sea el euro, menos se notara esta rebaja del precio del oro negro (que cotiza en dólares) pero la compensación de las dos tendencias puede seguir siendo beneficiosa para la economía española.

Todos estos elementos juegan a favor de planificar unas cuentas públicas más holgadas, que permitan al Ejecutivo ciertos desahogos en año electoral. Es casi imposible que en un año repleto de comicios, las partidas de gasto público no se vean favorecidas al alza, pero Cristóbal Montoro tiene todos estos muros de contención naturales, que le darán cierto margen para aflojar la billetera estatal. A estos ahorros inesperados hay que añadir el colchón que le dará la nueva metodología del PIB, que se estrena hoy mismo, y que ensanchará el tamaño de la economía española con la consiguiente dilución del peso de la deuda y del déficit.

Un útimo factor, no especialmente positivo para la economía, se aliará también con los intereses del Ejecutivo. La inflación de 2014 será prácticamente cero, y todo apunta a que en 2015 se quede muy cerca del estancamiento. Así las cosas, es el primer año que el Ejecutivo defenderá sin muchos problemas la congelación de los salarios públicos y de las pensiones, que casi con todo seguridad solo se elevarán el 0,25% mínimo marcado por la ley.

Aunque el gasto en pensiones crecerá, no lo hará en la misma medida que en ejercicios anteriores. En la parte de los sueldos de los funcionaros, el único encaje de bolillos al que se enfrenta el ministro del ramo es el de hacer frente a la promesa de devolver la paga extra que se les eliminó hace dos años.

Los ingresos son imprevisibles

Con el gasto relativamente controlado, aunque sea de forma espontánea, los problemas de diseño de las cuentas públicas vendrán, sin duda, por los ingresos, precisamente los más sensibles a la coyuntura internacional. En este sentido, llueve sobre mojado, porque el próximo ejercicio será el que entre en vigor la reforma fiscal con numerosos cambios en materia de impuestos. El Gobierno se ha marcado unos objetivos ambiciosos de recaudación fiscal, pero el próximo ejercicio será el conejillo de indias que marque la veracidad de estos cálculos.

Habrá que ver si los tapones que se han diseñado en el Impuesto de Sociedades son capaces de compensar las nuevas rebajas y bonificaciones planeadas para el IRPF. También si el consumo logra mantener el buen ritmo de la recaudación del IVA de este ejercicio y si la creación de empleo permite al Ejecutivo mantener su principal fuentes de ingresos, las rentas de los trabajadores por la parte del IRPF y las cotizaciones sociales.

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