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Alemania, un gigante económico que sufre con las sanciones contra Putin

El canciller alemán, Olaf Scholz. EFE/EPA/TOBIAS SCHWARZ / POOL

Aldo Mas

Berlín —

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“Un paquete de duras sanciones”. Esto es en lo que se ponían de acuerdo el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente estadounidense Joe Biden esta semana en Washington en caso de que Rusia invada a Ucrania. Con la amenaza de daños económicos se busca meter miedo al inquilino del Kremlin, Vladimir Putin, para que no vuelva a salirse con la suya en detrimento de Ucrania.

En 2014, Rusia se anexionó ilegalmente la península de Crimea y después apoyó de forma contundente a los separatistas prorrusos de la región del Dombás (este ucraniano). Esta conflictiva situación geopolítica desató una serie de sanciones económicas occidentales contra Rusia en cuya promoción Alemania y su entonces canciller, Angela Merkel, jugaron un papel decisivo.

Por eso, por ejemplo, Rusia ya no recibe préstamos del Banco Europeo de Inversiones (BEI) ni del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD). También está limitada la actividad empresarial hacia Europa de las compañías afincadas en Crimea. Tanto es así que hay implementada una prohibición de entrada en la UE de productos procedentes de Crimea y tampoco se pueden vender a esas firmas determinados bienes y tecnologías.

Además, 185 personas del régimen de Vladimir Putin y casi medio centenar de organizaciones rusas son objeto de sanciones, pues no se les deja viajar a suelo de la Unión Europea y tienen sus cuentas bancarias congeladas.

Debido a que Rusia está concentrando tropas en las fronteras con Ucrania desde hace ya meses, la discusión sobre cómo endurecer las sanciones occidentales ha vuelto al debate internacional. Pero atendiendo a que ahora se prometen medidas “duras”, se cierne la amenaza sobre un sector que hasta ahora había sufrido poco –o nada– los castigos occidentales: el sector energético.

De hecho, tras la anexión de Crimea, la UE pasó, entre 2014 y 2019, de importar 115.000 millones de metros cúbicos de gas ruso a hacerse con 180.000 millones de metros cúbicos. Así, la revista británica Newstatesman describía recientemente a la UE como “enganchada” al gas ruso.

Entre los países más dependientes del gas ruso que hay en la Unión está Alemania. Según cifras del portal de estadística alemán Statista, el país recibe de Rusia cerca de la mitad del gas que importa. En 2020, la cantidad llegó a los 46.000 millones de metros cúbicos, según las cuentas del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.

Alemania necesita ese y mucho más gas para llevar a cabo la transición energética que ahora encabeza Olaf Scholz. El canciller socialdemócrata, que lidera una coalición con ecologistas y liberales, quiere “descarbonizar” el país. Llevando a buen puerto esas intenciones, para 2030, Alemania consumiría un 80% de energías procedentes de fuentes renovables. Antes de llegar a esa fecha y a ese porcentaje, el gas natural debe servir a Alemania para asumir la “transición” energética.

Con todo, los datos actuales relativos a la compra de gas ruso llevaban al diario económico Handelsblatt a señalar esta semana que “la dependencia europea del gas, especialmente la de Alemania, hace que Occidente sea chantajeable”.

Imponer sanciones a Rusia por sus acciones en Ucrania implica riesgos energéticos y económicos para Europa en general y para Alemania en particular. Esto es así, por mucho que los políticos occidentales como Scholz o Biden hablen únicamente de hacer pagar a Rusia un “alto precio” si decide invadir Ucrania.

Las sanciones también afectan a quienes las imponen

Es más, una de las máximas a la hora de imponer castigos económicos es que “las sanciones siempre afectan al país que las impone”, según ha contado al semanario alemán Die Zeit Brian O'Toole, veterano ex trabajador de la Oficina de Control de Activos Extranjeros. Esa es la agencia gubernamental estadounidense dedicada, entre otras cosas, a la imposición de sanciones.

Según han expuesto en Die Zeit, esa máxima “vale especialmente para Alemania”, pues “en los últimos años se ha ido acercando cada vez más a Rusia en su política energética”.

En Alemania “ya existen empresas que se quejan por las sanciones que hay contra Rusia porque complican sus negocios, pues tradicionalmente hay empresas en regiones como el este alemán que hacen negocios en Rusia”, dice a elDiario.es Hubertus Bardt, responsable del Instituto para la Economía Alemana, un think tank dedicado a estudios económicos con sede en Colonia.

En general, la situación de estas empresas y la de cualquiera que quiera comerciar con Rusia se complicaría enormemente si se decide la exclusión de bancos rusos del sistema bancario internacional. Hoy día, para comerciar a nivel internacional, hace falta la participación de entidades bancarias. Sin embargo, no son esos afectados por las sanciones los que más preocupan en Berlín.

Alemania, entre los países más afectados

Lo que se percibe –con razón– como realmente inquietante en Alemania es un escenario según el cual una invasión de Rusia acabe produciendo un boicot al gas ruso. Esa “situación sería complicada y tendría efectos económicos”, estima Bardt. A su entender, es obvio que sin gas habría ceses de actividad en el tejido industrial alemán. “Alemania sería uno de los países que más afectado se vería”, apunta Bardt.

Actualmente, Alemania no cuenta con puertas de acceso propias a gas natural líquido. De querer compensar con ese otro tipo de gas el cierre de los gasoductos rusos, el país de Scholz dependería de otros como España o los Países Bajos –que sí tienen esos accesos– y de las limitadas opciones de mercado de gas líquido a nivel mundial.

“En caso de una invasión a Ucrania, el paso de gas ruso hacia Europa por ese país se cortaría. Se podría usar entonces el Nord Stream 2 –el segundo gasoducto que une Alemania y Rusia por el mar Báltico–, pero esta opción es algo políticamente inviable”, señala Bardt, aludiendo a una infraestructura ya terminada, pero que no ha entrado en funcionamiento. Al Nord Stream 2, en tiempos de Angela Merkel, se le dio el visto bueno siempre y cuando Ucrania siga siendo país de tránsito de gas ruso.

Esta semana, en Washington, Biden prometía en presencia de Scholz acabar con ese gasoducto en caso de invasión rusa a Ucrania. Scholz, por su parte, ya no defiende el Nord Stream 2 como un proyecto “exclusivamente económico”. Hasta no hace mucho ese era su discurso. Lo había calcado de Angela Merkel.

Ahora, sin embargo, en Alemania se abren a pagar importantes facturas en el conflicto entre Rusia y Ucrania. “Alemania está preparada para pagar un alto precio”, ha dejado dicho muy recientemente la ministra de Asuntos Exteriores germana, la ecologista Annalena Baerbock, sobre la eventual respuesta sancionadora europea contra Rusia. 

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