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Así proponen los Verdes reorientar la política monetaria para una economía sostenible

Sede del BEI en Luxemburgo.

Valeria Álvarez

Los Verdes europeos están explorarando maneras de reorientar la política de estímulo monetario del Banco Central Europeo (BCE) de manera que apoye objetivos de política general, como la financiación de la transición a una economía más sostenible. El eurodiputado de ICV Ernest Urtasun ha apadrinado la presentación del informe ‘Dinero Verde’ en Barcelona, un documento encargado al profesor Victor Anderson por la británica Molly Scott-Cato, también eurodiputada del grupo de los Verdes-ALE. ¿Cómo se consigue este paso de política monetaria a economía real y además 'verde'?

En esta ocasión no se trata de abordar la disfunción del sistema financiero o de la zona euro, sino de tomar en consideración las instituciones europeas como son –no como nos podría gustar que fuesen, incluso cambiando los tratados. Los Verdes británicos tienen propuestas mucho más radicales, como limitar la creación de dinero por parte del sistema bancario y ponerla bajo control democrático de los parlamentos. Como dice Molly Scott, no sin sorna, “soy como Groucho Marx, si no les gusta este informe tengo otros”.

A grandes rasgos, hay dos maneras de conjugar transición verde y crisis económica. Una es pedir el decrecimiento. Otra es reconocer que se puede usar la política monetaria y fiscal para financiar la transición verde y, al crear empleo, salir de la crisis. La propuesta del informe ‘Dinero Verde’ se enmarca en esta segunda vía, al no aceptar que carecemos de los recursos monetarios para movilizar la capacidad productiva de la sociedad en la transformación a una economía más sostenible. De hecho, Scott agradece a los programas de expansión cuantitativa o compra de deuda del BCE (y a los iniciados anteriormente por los bancos centrales de Inglaterra, Estados Unidos o Japón) el haber demostrado que los poderes públicos tienen la capacidad de crear dinero de la nada sin aumentar la deuda pública ni causar inflación. Entonces queda claro que los obstáculos para alcanzar objetivos como la transición verde son políticos, no que “no nos lo podemos permitir” como sociedad.

Una crítica que los Verdes hacen a la expansión cuantitativa –que se conoce también por sus siglas en inglés QE y que consisten en programas de compra de deuda por parte del banco central– es que es indiscriminada, sin distinguir qué activos se compran dentro de unas clases muy amplias. De esta manera, se puede estar financiando tanto actividades sostenibles como industrias ‘sucias’. Por otra parte, el hecho de que los intermediarios principales del programa de expansión cuantitativa sean los bancos comerciales también es objeto de crítica, debido a que uno de los efectos inmediatos es llenar los balances de los bancos de dinero contante, que éstos distribuyen en parte como incentivos o dividendos, o sencillamente inmovilizan como reservas sin aumentar el crédito a la economía. De hecho, Scott y Urtasun tienen la intención de promover en el Parlamento Europeo la realización de un informe crítico con los efectos económicos de la expansión cuantitativa.

Un fondo ex-profeso

La propuesta de ‘Dinero Verde’ responde a esta crítica abogando por la creación de un fondo gestionado por el Banco Europeo de Inversiones (BEI) –pero financiado por dinero creado ex-profeso por el BCE, al igual que éste último crea dinero, actualmente 80.000 millones de euros al mes– para comprar deuda como parte del programa de expansión cuantitativa. Este fondo financiaría proyectos considerados ‘verdes’ de acuerdo con un baremo. El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, que opera en Europa del Este y la cuenca mediterránea, también podría participar como gestor.

Una de las dificultades que esta propuesta puede encontrar es que el BCE considera que su mandato –limitado a la estabilidad de precios– no incluye intervenir en la dirección de la economía real. Su función es proveer de liquidez al sistema bancario, e involucrarse en decisiones de inversión que favorezcan a unos sectores económicos sobre otros pone en riesgo la independencia del BCE y lo politiza. De alguna manera el informe hace las cosas al revés al pedir que el BCE cree primero el dinero para que el BEI lo use después.

En realidad, el BEI podría iniciar un programa de financiación de proyectos verdes, y luego hacer uso de los cuatro programas de expansión cuantitativa del BCE para proveerse de liquidez. Por tanto, no es necesario –y puede que no sea posible legalmente– que el BCE cree el dinero para dotar un fondo de inversión. En todo caso, a partir del mes que viene el BCE empezará a comprar él mismo bonos de empresas a través del programa de compras del sector empresarial, su última adición a la batería de programas de expansión cuantitativa, pero sin discriminar entre empresas verdes y otras.

El BEI puede él mismo financiarse emitiendo bonos de los que el BCE podría comprar la mitad. Al ser una institución Europea, sus bonos se consideran “de agencia supranacional”, a los cuales el BCE dedicaba el 12% de sus compras de bonos dentro del programa de compras del sector público, es decir, hasta 10.000 millones de euros mensuales. Recientemente el BCE ha reducido este porcentaje al 10% debido a la escasez de oferta de bonos supranacionales, por tanto está claro que hay espacio para que el BEI aumente su financiación por este mecanismo. Urtasun enfatiza que los bonos del BEI son de lo más cercano a los “eurobonos”, y además asegura que la compra de estos bonos no levanta suspicacias entre sus colegas alemanes en el Parlamento Europeo, como sí lo hacen las compras de bonos gubernamentales.

Tercera vía

Hay un tercer mecanismo por el que el BEI podría beneficiarse de la expansión cuantitativa, y es a través de dos programas de compra de bonos sintéticos (ABS o 'covered bonds' según sea su estructura) respaldados por garantías. El BEI puede financiar la transición verde comprando bonos de empresas que realicen proyectos considerados sostenibles, o prestando directamente a estas empresas. A continuación se “titulizan” carteras de estos créditos y el resultado son bonos sintéticos de diversas calidades crediticias, de los cuales el BCE compraría los de mejor calidad, dejando los de menor calidad y mayor rentabilidad para inversores privados o para el propio BEI. Un proyecto de estas características debería ser del agrado de la Comisión Europea, que dentro de su objetivo de crear una 'unión de mercados de capitales' tiene un proyecto legislativo específico sobre 'titulizaciones simples y transparentes'. Así se pretende superar el estigma que arrastran estos productos desde la crisis de las hipotecas 'subprime' y reavivar el mercado de titulizaciones.

En definitiva, cuantos más proyectos verdes se financien por estos medios, menos bonos gubernamentales tendrá que comprar el BCE para cumplir su cupo de 80.000 millones de euros mensuales, y menor será la presión política –especialmente de Alemania– contra los programas de expansión cuantitativa. Pero la dirección estratégica de un programa de ‘Dinero Verde’ no puede venir del BCE, tan celoso de su independencia, sino que tienen que ser vehículos como el BEI –cuya función es financiar la inversión– los que lideren el proyecto.

Nota: Los Verdes invitaron a eldiario.es a cubrir esta información, sufragando los costes del transporte..

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