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Rajoy da otra oportunidad a Montoro aunque aligera su cartera para esquivar las broncas internas

Cristóbal Montoro, el ministro de la polémica.

Belén Carreño

Cristóbal Montoro repite al frente del ministerio de Hacienda, aunque sin la parte relativa a las administraciones públicas, que se introduce dentro de la cartera de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría. Tras la broncas con las comunidades autónomas y ayuntamientos, Montoro se queda ahora encargado únicamente del ministerio de Hacienda y Función Pública.

El legado de la primera legislatura de Rajoy de Cristóbal Montoro (Jaén, 28 de julio de 1950) no es un déficit embridado. Tampoco una reforma tributaria para el recuerdo. Ni siquiera un ejemplo de transparencia de cuentas públicas. La herencia de Montoro es una amonestación en toda regla de Bruselas (por no haber tomado las medidas para corregir el agujero de las cuentas públicas), un desencuentro permanente con los barones populares y un repertorio de citas célebres para una hemeroteca casi interminable.

“No muera usted por la décima”, es probablemente una de las frases de Montoro preferidas por los medios gracias a su medida concreción. Pero el jienense ha dado grandes titulares a la prensa. Como cuando defendió que los salarios no caían, sino que crecían “moderadamente”. O sus guiños amenazantes a actores, presentadores, futbolistas e incluso rivales políticos. Uno de los más famosos, el que tuvo con Monedero, que le espetó aquel memorable “Montoro, no te tengo miedo”, que fue contestado por el ministro con un “el que está inquieto es que le pasa algo”.

Montoro ha amedrentado a propios y ajenos. Multando a quien fuera su padre político en el anterior Gobierno, José María Aznar, y llevando casi al calabozo a otro icono conservador, Rodrigo Rato, al que traicionó tras asegurarle que su acogimiento a la amnistía fiscal no tendría consecuencias.

La lista Montoro es una de las principales hazañas de este andaluz, que no vino al Ejecutivo a hacer amigos, sino más bien al contrario. En estos cuatro años (más la prórroga en funciones) de Gobierno, solo ha tenido el apoyo de su amiga Soraya Sáenz de Santamaría, que le ha sacado en rueda de prensa en decenas de consejos de ministros, y de sus inseparables compañeros de banquillo en la oposición a Zapatero, Fátima Báñez y Álvaro Nadal (director de la Oficina económica). El cuarteto ha sido conocido como los 'sorayos' y han servido de red al ministro ante su conocida animadversión con Luis de Guindos.

Encargado de bailar con la más fea, Montoro no solo se quedó sin vicepresidencia económica, sino que se ha dedicado a meter tajos a diestro y siniestro en las cuentas públicas, incluidas en el resto de las administraciones del Estado. Sus peleas con las Comunidades Autónomas y los ayuntamientos, le han hecho caer en el olvido político, ya que desde hace meses no se le reclama para actuar en actos públicos.

Bajo su mandato también se ha vivido uno de los tiempos más convulsos de la Agencia Tributaria, con multitud de renuncias y trifulcas, marcadas por el papel de la Agencia en mediáticos casos como el del papel de la Infanta en Noos.

Ha logrado incluso acabar en los tribunales por sus desavenencias con la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, AiRef, a la postre su fiscalizador con la que tiene un contencioso por falta de dotación de recursos y ausencia de transparencia.

Pero, sobre todas las cosas, Montoro pasará a la historia como el último ministro que aprobó en España una amnistía fiscal que prescribe este mismo mes. Aunque el PP pactó con Ciudadanos revisar las declaraciones extraordinarias para lograr que se pagara el tipo del 10% establecido por ley y no el 3% efectivo con el que legalizaron su dinero miles de amnistiados, los expertos dudan que haya tiempo e instrumentos legales adecuados para lograr esta reversión.

Retos pendientes Hacienda

En Hacienda queda por abordar el meollo de las principales medidas a las que se tiene que enfrentar el flamante Gobierno. Los ajustes presupuestarios que recortarán los 5.500 millones de euros que exige Bruselas y también la elaboración de los nuevos presupuestos de 2017 que tendrán que ser pactados con la oposición para recibir el visto bueno. En minoría, esta será una de las cuestiones más difíciles para Hacienda que deberá ejercer la mano izquierda que no se tuvo en la anterior etapa.

También habrá que dar una vuelta de tuerca a la reforma tributaria ya que las últimas medidas tomadas han languidecido los ingresos del Estado acelerando el agujero de las cuentas públicas. El adelanto de los pagos a cuenta en el Impuesto de Sociedades no parecen suficiente (ni permanentes) y en el repertorio de cuestiones abiertas queda definir un Impuesto de Patrimonio y otro de Sucesiones y Donaciones con un mínimo estatal que ponga coto a la competencia fiscal entre comunidades autónomas.

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