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El riesgo de España 2030: los mundiales de fútbol (casi) siempre acaban con pérdidas

El emir de Catar junto al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y el capital de la selección argentina, Lionel Messi, tras el mundial de Catar 2022.

Daniel Yebra / Ainhoa Díez

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Una particular guerra de cifras ha comenzado. ¿Es rentable organizar el Mundial de fútbol masculino? La única conclusión contrastable es que es un negocio muy arriesgado. Distintos estudios concluyen que acaba en pérdidas económicas para los países promotores. En cambio, en junio del año pasado, el Gobierno de coalición estimó un impacto positivo de la candidatura junto a Portugal y Ucrania de alrededor de 6.000 millones en el PIB (un 0,5% de toda la actividad económica en nuestro país) y la creación de 82.513 puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo.

Desde este martes, después de lograr definitivamente el encargo de la FIFA (la Federación internacional de fútbol) de organizar el Mundial de fútbol de 2030 —aunque con Portugal y Marruecos, y sin Ucrania—, el Ejecutivo (ahora en funciones) asegura que está actualizando esas cifras. Previsiones que en su día vinculó a “estudios elaborados por las instituciones académicas universitarias”, sin concretar cuáles son estos informes, pese a las preguntas sobre ellos de elDiario.es al CSD (Consejo Superior de Deportes).

Las primeras estimaciones destacaron “el efecto multiplicador de las inversiones realizadas con ocasión de la candidatura y posterior organización de la Copa del Mundo de Fútbol”. Exactamente, dicho multiplicador es 4,28 de PIB (Producto Interior Bruto) y 1,32 euros de ingresos fiscales por cada euro de gasto en inversión y en organización. Un gasto que se elevaría a 750 millones de euros en inversión en infraestructuras deportivas (nuevos estadios y reformas) y otros 683,2 millones de euros en organización, sin detallar más esta partida.



Según se observa en el gráfico anterior, el gasto total ascendería a 1.433 millones de euros. Una cifra que se traduce con los cálculos del Ejecutivo en alrededor de 6.000 millones de PIB, 1.892 millones de ingresos fiscales y la creación de 82.513 puestos de trabajo “equivalentes a tiempo completo”. Además, el Gobierno introdujo otro dato, sin aclarar si se contempla en el multiplicador del PIB: 5.500 millones de gasto turístico, que se extendería “a todo el territorio nacional, ya sea con estadios sedes, con subsedes, con centros de entrenamiento avanzado o con sedes de entrenamiento de los programas de captación de talentos que se pongan en marcha dentro del marco de las dinámicas propias de la candidatura”.

Con la versión del Gobierno, parece innegable que el Mundial de 2030 es una oportunidad económica para España. Sin embargo, los datos históricos recopilados por los investigadores Martin Müller, David Gogishvili y Sven Daniel Wolfe, de la Universidad de Lausanne (Suiza), advierten del “déficit estructural” de la organización de grandes eventos deportivos como las Olimpiadas o los mundiales de fútbol masculino desde hace décadas.



La investigación de estos expertos, publicada en el Sage Journals, desvela que en la mayoría de estos eventos los costes han superado a los ingresos, según queda reflejado en el gráfico que está inmediatamente encima de este párrafo. La ampliación reciente de estos cálculos arrojó que el déficit del último Mundial, celebrado en Catar, fue de cerca de 8.000 millones, el más abultado de la historia de esta competición.

Déficit estructural

“Los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol padecen un déficit estructural y no podrían existir sin subvenciones externas”, concluye el estudio, que admite, eso sí, que sus datos deben ser tratados como aproximaciones “principalmente porque los ingresos y los costes corresponden a diferentes organizaciones, que no son muy transparentes ni coherentes en cuanto a las cifras”.



Aun así, los investigadores afirman que “la mayoría de los megaeventos no son rentables. De 36 Juegos Olímpicos y Mundiales para los cuales tenemos datos sólidos, 31, o el 86%, tuvieron un déficit financiero”.

“En otras palabras, estos eventos sufren de lo que se puede llamar un déficit estructural, es decir, un déficit que es persistente y sistemático y, por lo tanto, no es el resultado de una mala toma de decisiones individuales o de condiciones específicas de organización (crisis económicas, alta corrupción, protestas...)”, continúan. “Nuestros hallazgos respaldan explicaciones teóricas que predicen una presencia sistemática de costes subestimados y beneficios sobreestimados para estos megaeventos deportivos”, prosiguen.

“Nuestro análisis demuestra entonces que el supuesto premio [económico] ofrecido al pujar por estos eventos tiene en realidad un valor financiero negativo en la mayoría de los casos. Estos eventos, en su forma actual de organización, no pueden financiarse por sí solos y se detendrían sin subvenciones externas [dinero público en buena parte]. Si aún generan ganancias considerables para el COI (Comité Olímpico Internacional) y la FIFA, es porque estos órganos rectores se han asegurado la autoridad sobre las fuentes de ingresos más importantes a lo largo del tiempo, aunque siguen siendo responsables de sólo una pequeña parte de los costes”, finalizan.

“A pesar de que la FIFA es una asociación sin fines de lucro, necesita generar rentabilidad para costear los gasto administrativos que implica la promoción del fútbol, por lo que la Copa Mundial Masculina se convierte en una fuente de desarrollo económico potencial”, considera la consultora EY.



Los datos del informe de la Sage Journals apuntan a que también fue deficitario el Mundial de fútbol masculino que celebró España en 1982, en más de 170 millones. Además corroboran los graves problemas económicos que tuvieron que afrontar Atenas y Londres tras organizar los Juegos Olímpicos de 2004 y 2012, respectivamente.

Otros informes académicos han llegado a las mismas conclusiones. Por ejemplo, los investigadores Robert A. Baade y Victor A. Matheson señalaron que la Copa Mundial de 1994 organizada por Estados Unidos fue más una carga que una oportunidad económica. Los autores aseguran que las ciudades anfitrionas norteamericanas experimentaron hasta 9.300 millones de dólares en pérdidas acumuladas, contrariamente a la ganancia esperada de 4.000 millones de dólares.

“Los posibles organizadores deberían considerar con cuidado si la concesión de la Copa del Mundo es un honor o un lastre”, decían Baade y Matheson en una publicación de 2002 en la Regional Studies Association.

El caso de Catar 2022

El año pasado, la consultora EY expuso sus propias cifras sobre la organización de los mundiales de fútbol masculino y resaltó “el esfuerzo de Catar por mantenerse a la altura del evento”. Según sus cálculos, muy alejados de los manejados por los académicos, “se estima que los gastos de la edición del mundial 2022 rondan los 220.000 millones de dólares. En el mundial de Rusia 2018, los gastos fueron de 11.600 millones y en Brasil 2014 fueron de 15.000 millones, evidenciando que Catar multiplicó este monto considerablemente”.

Diferentes expertos coinciden en que tal esfuerzo nunca tuvo entre sus objetivos la rentabilidad económica, sino que perseguía metas geopolíticas y de visibilidad internacional. “¿Qué hay detrás de esta inversión? Construcción de nuevos estadios y la remodelación de los existentes. Construcción de una cadena de hoteles, para el hospedaje de aproximadamente 1,2 millones de visitantes. Creación de una sofisticada red de metro. Remodelación del aeropuerto. Organización del sistema de telecomunicaciones para la transmisión de los partidos a todo el mundo”, resumió EY.

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