Naranjas sin brillo engañoso
Una pila de redondas pelotas naranjas se eleva en cualquier establecimiento. Son grandes, esféricas y lustrosas. Brillan. No son baratas, pero la promesa de unos gajos llenos de zumo y sabor merece la pena. A rascarse el bolsillo. Pero, luego, ya en casa, una carne seca y acartonada es todo lo que escondía la piel. Supongo que a varios -si no a muchos- les ha ocurrido lo mismo. La naranja. Un producto asociado tradicional y directamente al campo español que da rabia que la economía intensiva agrícola se lleve por delante en cuanto a calidad.
España es el quinto productor mundial de naranjas del mundo (y, por supuesto, el primero de Europa). Pero es que hay que ponderar cuáles son los estados que van por delante en cuanto a números para comprender la extensión de los naranjales: Brasil, EE UU o China. España cultiva casi cinco millones de toneladas al año. Aunque parezca un tópico, Valencia es la potencia agrícola de este cultivo con 182.000 Ha, cerca del 60% del total nacional. Este volumen de negocio demanda altas productividades, cadenas fuertes y rápidas de distribución... un negocio apetitoso aunque, a veces, es justo el sabor de las propias frutas el que se va diluyendo entre tanta macrocifra.
Justo en Valencia, en la comarca de la Safor, un grupo de agricultores se han propuesto revalorizar la naranja en el más amplio sentido de la palabra: Eco naranjas La Safor es “la idea de una pequeña familia, dedicada tradicionalmente al cultivo de la naranja, que ha querido salir de los cauces de comercialización normales -sin intermediarios ni grandes firmas- y que ha apostado sobre todo por el respeto a la naturaleza y la calidad alimentaria”, explican. Las naranjas son un producto cuya biología hace que no maduren una vez fuera del árbol. Puede alterarse su aspecto exterior, hacerlo pasar por más saludable pero en el interior, los gajos no mejoran si ya se ha recoltectado. “Estábamos cansados de ver en supermercados naranjas blandas con extraños gustos y con un brillo exuberante”, relatan estos ecoagricultores.
Para alejar mitos y falsas creencias, Eco naranjas asegura que la naranja ecológica “no es una naranja sucia, en cuya piel se encuentran adheridos todo tipo de parásitos, que tienen calibres minúsculos y que al comerla nos deja una bola de fibra intragable. Esto es propio de frutos de árboles salvajes o que no han recibido cuidado alguno”. Más bien al contrario, apuestan por un producto “limpio” y recolectado en su punto de maduración que “hace innecesario el tratamiento postcosecha”, analizan. Los frutos duran entre dos y tres semanas sin refrigeración. En esta hacienda se comprometen a presentar un 100% de su cosecha con un 0% de plaguicidas.
En esta finca de 15 hanegadas (1.25 hectáreas, 12.500 m²) se generan variedades navelina, una naranja que “se reconoce fácilmente por la presencia del ombligo en la parte opuesta al pezón. De calidad excelente, a veces con tamaño excesivo y muy dulces” y Valencia late que da “una cantidad de zumo que llega al 63% del peso total, siendo muy aromático y sabor ligeramente ácido”, destacan. La superficie de la explotación es “lo suficientemente pequeña para poder ser trabajada por una o dos personas de forma totalmente artesanal y ecológica, y por tanto sin la necesidad de que el cultivo deba ser tratado de una manera industrial. El trabajador también es propietario”.
Después, un sistema de transporte urgente lleva las cajas (de cartón reciclado) al domicilio del cliente. Se comprometen a recolectar los frutos el día del envío para que estén en su sazón. Por eso sus temporadas van de diciembre a junio. La producción se diseña cada año para atender a las visicitudes de cada periodo. Una apuesta decidida por la agricultura ecológica de cítricos que encuentra iniciativas similares en otros huertos...¡sólo hay que buscarlas!