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¿Votar con tu bolsillo? Así puedes cambiar el mundo si eliges fondos de inversión sostenibles y responsables

Gráficos de inversión

Tomás Muñoz M.

La sequía sin precedentes que están experimentando algunas áreas de nuestro país se puede achacar a numerosos factores. A la falta de lluvias se pueden añadir decisiones hidrológicas, abusos agrícolas, poblaciones en aumento, planificaciones cortoplacistas e infraestructuras obsoletas, entre otros componentes. Y planeando sobre todos ellos también se encuentra el cambio climático. De hecho, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, conocido como IPCC por sus siglas en inglés, ya advirtió en su último informe de la relación directa entre el calentamiento global provocado por el ser humano y la intensificación de los periodos de sequía.

Combatir este tipo de crisis climáticas es la base de lo que se conoce como transición ecológica y que, a grandes rasgos, consiste en adoptar medidas drásticas desde todos los ámbitos de la sociedad para frenar el deterioro del planeta. Los ciudadanos cada vez están más concienciados al respecto, los gobiernos están adoptando medidas impulsadas, a su vez, desde la Unión Europea y su Pacto Verde, y las empresas de casi todos los sectores están comenzando a tomarse en serio esta cuestión.

Sin embargo, existen numerosas reticencias sobre cómo afrontar este cambio de paradigma, ya que el proceso es complejo y no debe dejar a nadie atrás. Tanto es así que en España existe una entidad focalizada en esta cuestión, el Instituto para la Transición Justa, que especifica que han de “identificarse y adoptarse medidas que garanticen a trabajadores y territorios afectados por la transición hacia una economía más ecológica, baja en carbono, un tratamiento equitativo y solidario, minimizando los impactos negativos sobre el empleo y la despoblación de estos territorios”.

Pero ¿cómo pueden contribuir los ciudadanos a la transición verde y, además, hacerlo de una forma justa? Según detalló en los años 90 el investigador neerlandés Ruud Veldhuis en su obra Educación para la Ciudadanía Democrática se puede actuar a través de cuatro dimensiones: política, social, cultural y económica. Así, la población puede participar en los comicios para elegir a sus representantes políticos, puede —y debe— manifestarse a pie de calle o también publicar obras contestatarias. Las formas de hacerse valer son numerosas, pero igualmente cada persona puede hacer fuerza a través de su dinero.

Moldear el mercado

Con esta última premisa coincide Leonardo Becchetti, profesor de Economía Política en la Facultad de Economía de la Universidad Tor Vergata de Roma y presidente del Comité de Ética de la entidad financiera Etica Funds: “Las acciones económicas pueden modificar la coherencia y la dirección de la demanda. Y, al cambiar el consumo en términos de volumen y calidad, pueden moldear la oferta y el mercado”, tal y como detalla en su análisis titulado Votar con el bolsillo: consumidores y ahorradores para cambiar el mundo.

Becchetti precisa que “comprar o invertir es como votar en las urnas: es un acto individual que mira hacia el bien colectivo”. “Se trata —según sus palabras— de una elección política transformadora que puede ejercerse diariamente y en silencio, sin esperar plazos electorales”. Pero, además, el profesor de Economía arroja una mirada más amplia, ya que especifica que “esta lógica de compra responsable puede regir también las opciones de ahorro a través de las finanzas responsables”. ¿Existen fondos de inversión éticos? La respuesta es sí. 

Según el autor italiano, “son aquellos que materializan la inversión en actividades económicas comprometidas con el bien común. De esta forma, los inversores pueden convertirse en protagonistas de un cambio real recompensando a quienes protegen los derechos y salvaguardan el planeta, a la vez que evitan que ciertos sectores, como el armamentístico, el de los juegos de azar o el de los combustibles fósiles, continúen con sus actividades”.

“Hay que fomentar las inversiones verdes”

Etica Funds es una sociedad de inversión, que propone exclusivamente fondos comunes de inversión sostenibles  y responsable, con el objeto de “representar los valores de las finanzas éticas en los mercados financieros”. Entre sus causas se encuentra la lucha contra la proliferación de armas atómicas,  colaborando con la iniciativa ICAN, galardonada en 2017 con el Premio Nobel de la Paz y cuyas siglas en inglés significan Campaña internacional para abolir las armas nucleares. El presidente de Etica Funds, Marco Carlizzi, ha destacado en numerosas ocasiones “la importancia de que los inversores expresen claramente un no rotundo a las armas nucleares; a su producción, distribución, posesión y uso”. También Luca Mattiazzi, director general de Etica Funds, ha precisado que “nuestros fondos nunca han invertido en sociedades involucradas en la producción, uso, mantenimiento, distribución o almacenamiento de armas controvertidas o de sus componentes clave —como minas antipersona, bombas de racimo y nucleares—, ni tampoco en armas convencionales”.

La preocupación medioambiental se encuentra también detrás de cada uno de los productos de Etica Funds. Ejemplos de ello son dos firmas recientes para ratificar dos textos. El primero de ellos es una declaración para proteger los fondos marinos, firmado junto a otras 35 instituciones financieras que en conjunto representan más de 3,3 billones de euros en activos bajo gestión. El otro es una carta para solicitar una mayor ambición en el Marco Global para la Biodiversidad a los estados firmantes del Convenio sobre la Diversidad Biológica

Estas y otras acciones promovidas desde la compañía italiana refuerzan la posición de las finanzas éticas en todo el mundo, un mercado en auge como revela el Network for Greening Financial System. De hecho, este grupo constituido por más de 80 bancos centrales —entre los que se encuentran el Banco de España, el Banco Central Europeo o la Reserva Federal de Estados Unidos— aconseja de forma contundente fomentar las inversiones verdes. Lejos quedan los tiempos en que la economía y la ecología eran antagónicas; hoy recorren juntas el único camino posible.

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