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Ortorexia: cuando el deseo de comer sano se convierte en un trastorno

Foto: Arya Ziai

Cristian Vázquez

2 de octubre de 2022 21:38 h

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Enseña la sabiduría popular que los extremos nunca son buenos. Es por ello que un propósito positivo -el de tener una dieta saludable, que priorice los productos ecológicos y naturales y evite los conservantes y otros aditivos- puede derivar en una situación problemática: la ortorexia.

Se llama ortorexia nerviosa a la obsesión patológica e irracional por comer sano y por la calidad de los alimentos. Este afán, que en su justa medida es positivo y deseable, termina ocasionando diversos perjuicios cuando se superan ciertos límites.

La ortorexia lleva a las personas a querer comer solo productos ecológicos u orgánicos, en cuyo cultivo no se hayan utilizado pesticidas, herbicidas ni aditivos. También eluden la ingesta de alimentos procesados o que han pasado por métodos de cocción considerados inaceptables.

¿Por qué se torna un problema? Pues porque cumplir con esos preceptos se torna un comportamiento obsesivo-compulsivo. Si no se dispone de esta clase de alimentos, la persona ortoréxica prefiere no comer, lo que la puede llevar a sufrir problemas nutricionales, en algunos casos parecidos a los de la anorexia.

Y no solo eso. También aparecen los sentimientos de insatisfacción o de culpa cuando no se logra mantener esa dieta de la manera estricta que se considera ideal, y un aislamiento social derivado de los problemas para compartir comidas con familiares y amigos. Todo esto redunda en una pérdida de calidad de vida.

“Yonquis de la comida sana”

El término ortorexia fue acuñado a finales del siglo pasado por el médico estadounidense Steven Bratman, quien en 2000 publicó el libro ‘Health Food Junkies’ (es decir, ‘Los yonquis de la comida sana’). Etimológicamente, significa “apetito justo o correcto”.

La ortorexia todavía no está incluida en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, y por lo tanto no está aceptado de manera oficial como un trastorno alimentario. En cambio, sí están aceptadas como tales la anorexia nerviosa, la bulimia y otros problemas.

No obstante, en las últimas dos décadas se han realizado numerosos estudios sobre la ortorexia, y se han desarrollado algunos cuestionarios que permiten diagnosticarla o, al menos, establecer cuándo una persona se encuentra en situación de riesgo.

De acuerdo con la Fundación Española de la Nutrición (FEN), “la mayoría de los expertos concluyen en que existe en la sociedad de clase media una clara tendencia a la ortorexia nerviosa”. 

“La ortorexia es un trastorno emergente en países desarrollados”, añade un artículo sobre la cuestión publicado por la revista especializada Farmacia Profesional“No se ha detectado su presencia en países pobres o en sectores poblacionales con un bajo poder adquisitivo y un bajo nivel cultural”. Es mayoritaria, además, entre los adultos jóvenes.

Más alto riesgo en estudiantes universitarios

Un estudio de 2019, realizado con datos de casi 500 estudiantes de la Universidad de Castilla-La Mancha, concluyó que alrededor del 17% de los alumnos presentaban rasgos de ortorexia. De todos modos, la prevalencia varía (entre el 10,5% y el 25,2%) en función de los cuestionarios -es decir, los parámetros- empleados para medirla.

Por su parte, un grupo de científicos italianos determinó en 2018 que, en una muestra de alumnos de la Universidad de Pisa, más de un tercio del total presentó síntomas de ortorexia, “con tasas más altas entre las mujeres”. Dos años antes, un trabajo del mismo equipo había cifrado en el 32,7% del total la presencia de características ortoréxicas.

También en este estudio los resultados fueron “significativamente” mayores en las mujeres, en las cuales también se registraron índices de masa corporal más bajos, una tasa más alta de condición de bajo peso y más casos de estilo de nutrición vegetariano o vegano que en los hombres.

Un dato llamativo es el que señala la influencia de Instagram en la ortorexia. Una encuesta realizada en 2017 por investigadores de la University College de Londres reveló que entre los usuarios de esa red social (y no de otras) la presencia de ortorexia fue mucho mayor que en la media de la población general.

Esos resultados sugieren que “la comunidad de alimentación saludable en Instagram tiene una alta prevalencia de síntomas de ortorexia, y un mayor uso de Instagram está relacionado con un aumento de los síntomas”. Ponen en evidencia, lo tanto, las implicaciones que las redes sociales pueden tener en el bienestar psicológico.

También la FEN enfatiza que “el peligro en las redes sociales reside en la mala interpretación de algunos conceptos y en fuentes de información no profesionales que pueden derivar en prácticas poco saludables”, con el riesgo de que se produzcan estados de desnutrición y otras patologías futuras.

Claves para reconocer la ortorexia

“Se suele decir que el paciente ortoréxico tiene ‘un menú en lugar de una vida’, ya que aquello que come se convierte en su principal preocupación”, explican los expertos Ramón Bonet y Antonieta Garrote en el citado artículo en Farmacia Profesional.

Esa preocupación no tiene que ver con la cantidad de alimentos ingeridos -como sí sucede con algunos de los trastornos alimentarios más conocidos, como la anorexia y la bulimia- sino con la calidad y la procedencia de esos alimentos.

Como ya se ha mencionado, existen algunos cuestionarios que permiten reconocer cuándo la preocupación por comer de forma saludable se ha convertido (o se está convirtiendo) en un trastorno. El más conocido se llama ORTO-15, fue desarrollado por el propio Steven Bratman e incluye preguntas como las siguientes:

  • ¿Pasa más de tres horas al día pensando en su dieta?
  • ¿Planea sus comidas con varios días de antelación?
  • ¿Considera que el valor nutritivo de una comida es más importante que el placer que le aporta?
  • ¿Ha disminuido la calidad de su vida a medida que aumentaba la calidad de su dieta?
  • ¿Se ha vuelto usted más estricto consigo mismo en los últimos tiempos?
  • ¿Ha mejorado su autoestima alimentándose de forma sana?
  • ¿Ha renunciado a comer alimentos que le gustaban para comer alimentos “buenos”?
  • ¿Supone un problema su dieta a la hora de comer fuera distanciándolo de su familia y sus amigos?
  • ¿Se siente culpable cuando se salta su régimen?
  • ¿Se siente en paz consigo mismo y cree que todo está bajo control cuando come de forma sana y previsible?

Si es afirmativa la respuesta a cuatro o cinco de estas preguntas, los diseñadores del cuestionario aconsejan relajarse en relación con la alimentación. A menos, por supuesto, que la dieta responda a una prescripción médica específica.

Si, en cambio, se responde de manera afirmativa a todas o casi todas las preguntas, se puede hablar de ortorexia y es probable que sea necesario acudir en busca de ayuda profesional.

Un agravante radica en que, con frecuencia, la situación no es vista como un problema por parte de la persona con ortorexia. Al contrario: los cambios que observa (pérdida de peso, mejora en la autoestima, incluso cierto aislamiento que no pocas veces se traduce en una sensación de superioridad moral) muchas veces refuerzan su obsesión.

El tratamiento contra la ortorexia consiste en general en una combinación de fármacos con una terapia psicológica cognitivo conductual. Más allá de eso, y tal como sucede con otros trastornos de la alimentación, una de las prioridades será subsanar los déficits nutricionales que la persona puede haber sufrido debido a este problema, y sus complicaciones relacionadas.

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