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Aguirre, Casado, Ayuso y los “chiquilicuatres” del PP

De derecha a izquierda: Aguirre, Ayuso, Casado, Botella y Gallardón en una imagen de 2019

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Un dato previo, que muchos olvidan. Esa expolítica pizpireta y sin complejos que da lecciones de ética a los demás, de nombre Esperanza Aguirre, aún hoy está imputada por corrupción, en el caso Púnica. Su propio cuñado, en otro juzgado, la acusa de apropiarse de un Goya, venderlo por cinco millones y quedarse con el dinero, a espaldas de los demás (si hacen esto con la familia, ¿qué no harán con un votante normal?). Su mano derecha se llamaba Ignacio González, y está procesado por corrupción. Su mano izquierda se llamaba Francisco Granados, y también está investigado por corrupción. Hay indicios tan sólidos contra González y Granados que ambos ya han pasado sendas temporadas en prisión, por ahora preventiva. Los dos se enfrentan ante la Justicia a largas peticiones de cárcel y es bastante probable que les toque regresar. 

“Lo que destrozó al PP de Madrid fue la corrupción”, recuerda a Aguirre el número dos del PP, Teodoro García Egea. Y en eso tiene toda la razón. Porque todas las grandes tramas de corrupción de la derecha –Gürtel, Púnica, Lezo– tienen al PP de Aguirre como común denominador. 

Aguirre no vio nada, o eso nos cuenta hoy, cuando aún defiende la “presunción de inocencia” de Granados, González y demás. Pero conviene recordar que esa lideresa a la que hoy su propio partido afea la corrupción no fue la única que pasaba por allí y no vio nada, o no se quiso enterar.

De aquel PP de Madrid al que destrozó la corrupción proviene Pablo Casado, que fue nombrado presidente de las Nuevas Generaciones por Aguirre, después fue en la lista autonómica de Aguirre, y más tarde fue designado diputado del PP por Madrid. Y también José Luis Martínez-Almeida, que fue primero alto cargo de la Comunidad de Madrid y más tarde entró en las listas de Aguirre al Ayuntamiento, cuando perdió contra Carmena. También sale de allí Isabel Díaz Ayuso, que en los años dorados de la corrupción de Aguirre trabajaba en el equipo de prensa y redes sociales del PP de Madrid. 

Esos a los que Aguirre ahora desprecia como “chiquilicuatres”, “niñatos” y “novatos” son, en el fondo, los políticos que Aguirre dejó. Porque al final ganaron los suyos en la guerra contra Soraya y Rajoy. También otros dirigentes a los que dicen en el PP que Aguirre se refiere y no nombra en su entrevista en El Mundo, como Ángel Carromero: otro de sus protegidos, que fue sustituto de Casado al frente de las Nuevas Generaciones del PP regional y al que la propia Aguirre llegó a visitar en la cárcel de Segovia, cuando fue condenado por un accidente de tráfico en el que fallecieron varios opositores cubanos.

Todos los protagonistas de esta nueva guerra civil en la derecha tienen a Esperanza Aguirre como madrina política y crecieron bajo sus faldas. También Santiago Abascal, que durante años y años vivió de la mamandurria del PP de Madrid, hasta que se quedó en el paro… y justo ese día decidió fundar Vox

Desde la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, el PP ha logrado expulsar a Ciudadanos de la ecuación. El fin del partido de Inés Arrimadas, que hoy parece condenado a la extinción, ha dado la vuelta a las encuestas, que hoy pronostican que el PP y Vox puedan sumar la mayoría necesaria para gobernar, algo que parecía imposible si la derecha seguía dividida en tres. 

Todo lo ocurrido en la temporada anterior –de Murcia a Ayuso, pasando por la retirada de Pablo Iglesias y el sorpaso al PSOE de Más Madrid– demuestra hasta qué punto la política española sigue siendo imprevisible. Pero los movimientos de estas últimas semanas sí dan algunas pistas de lo que puede pasar.

La pelea por el PP de Madrid, que Isabel Díaz Ayuso quiere controlar mientras el equipo de Génova se resiste a ceder, solo se entiende porque hay muchos en la derecha que mueven la silla de Pablo Casado, o creen que se va a estrellar. 

La política española siempre ha sido igual: un toro mecánico donde lo más importante en los grandes partidos es aguantar, hasta que te toque el cambio de ciclo y puedas llegar a gobernar. 

Aznar aguantó tres intentos como candidato, hasta ganar, porque controló los aparatos regionales, se rodeó de una serie de políticos jóvenes que le debían todo y jubiló a la generación anterior. Lo mismo hizo después Mariano Rajoy, que en uno de sus SMS con Luis Bárcenas escribió lo que sin duda define su manera de entender la política: “La vida es resistir”. ¿Recuerdan sus pactos con Francisco Camps frente al asalto de Aguirre por el liderazgo nacional? Hoy es casi igual.

Ahora es Pablo Casado quien está en el toro mecánico e intenta, como sea, aguantar. Y para hacerlo, hasta que le toque gobernar, es imprescindible controlar el aparato del partido, y evitar que caiga en manos de aquellos que le podrían echar.

Es una pelea que no solo se libra en Madrid: también en el PP de Andalucía o en el de Castilla y León hay fuego cruzado por esa misma razón. Pero ni Juanma Moreno ni Alfonso Fernández Mañueco tienen los altavoces mediáticos de los que sí disfruta el PP de Madrid. Quienes hoy elogian a Ayuso frente a Casado son los mismos que antes piropeaban a Aguirre frente a Rajoy.

Mariano Rajoy tardó ocho largos años en gobernar. Pablo Casado lleva al frente del partido apenas tres. Y no tengo tan claro que se vaya a rendir pacíficamente dentro de dos años si vuelve a perder. Aunque el PP no gobierne, si sube –cosa casi segura, por el hundimiento de Ciudadanos– intentará aguantar. Como hizo Rajoy contra todo pronóstico en 2008 tras otra derrota del PP. 

Hay otro dato importante. Por calendario, a Pablo Casado le tocará convocar un congreso nacional del PP antes de que se termine la legislatura. El último fue en julio de 2018, el siguiente tocaría en el verano de 2022. Si no hay adelanto electoral, y sigue esta guerra, es posible que entonces se tenga que enfrentar a unas primarias del PP para repetir como candidato, a finales de 2022 o principios de 2023.

Toda la guerra de posiciones que unos y otros despliegan sobre el aparato territorial solo se explica bajo esa hipótesis: que pese a lo que digan las encuestas, muchos en el PP no se creen que Casado vaya a gobernar. Y que incluso si repite como candidato y pierde, no es seguro que Casado se vaya a retirar sin pelear.

El problema para Ayuso, Casado, Almeida, Abascal y los mil y un hijos de Esperanza Aguirre es que esa España a la que tanto nombran es mucho más grande que Madrid.

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