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Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.

Una agenda de política exterior para después del 10N

Unas 30.000 personas acuden al "baile de los que sobran" en las protestas de Chile

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Afrontamos una nueva campaña electoral en nuestro país y, como ya es costumbre, el hueco para discutir sobre política exterior es escaso. Sin embargo, cada vez es más necesario reflexionar, debatir y actuar. Nos encontramos ante un mundo cada vez más desordenado en el que las escasas reglas multilaterales en vez de adaptarse a los cambios, estallan pulverizadas en guerras e injerencias, en el que las políticas neoliberales han generado una desigualdad económica y de género que los pueblos no dejan de denunciar, en el que retos como el cambio ecológico global muestra una brecha geopolítica que sólo se puede resolver con una transición ecológica justa, y en el que los derechos humanos como salvaguarda contra la barbarie están puestos en cuestión.

Asistimos a los debates electorales y, como en otras ocasiones, la política internacional casi no aparece. Sin embargo, la política internacional forma parte de nuestro día a día. No sólo porque muchos retos son y necesitan soluciones globales, sino porque si no participamos en su diagnóstico y propuestas, los intereses de las mayorías sociales desaparecen. Si no participamos, no podremos corregir el rumbo y generar redes internacionales. Si no exigimos justicia económica, financiera y medioambiental, feminismo, regulación tecnológica, cultura de paz y derechos humanos en nuestra acción exterior, estaremos aislándonos. Perderemos poder de acción y, en definitiva, dejaremos de lado el futuro de nuestros pueblos.

Durante estos años, Unidas Podemos ha defendido una política exterior feminista, en favor de los derechos humanos, la democracia como gobierno popular, una transición ecológica justa, desarrollo económico para todos los países que supere las brechas Norte-Sur, políticas de paz y gobernanza multilateral.

En estos últimos meses de acuerdos con el PSOE hemos influido en el Gobierno en esa dirección. Sin embargo, el Gobierno en funciones ha decidido cambiar su política exterior. En un momento de movilizaciones mundiales por los derechos sociales y por la paz, ha preferido priorizar los intereses económicos de las élites y los acuerdos militares.

Los pueblos se mueven, piden cambios. Lo estamos viendo hace meses y lo he podido comprobar en mi reciente viaje a las elecciones en Argentina y conociendo de primera mano la oleada de la dignidad que recorre Chile al grito de “hasta que la vida merezca la pena”, pese a la brutal represión que sufren. También lo confirmamos en las valientes movilizaciones indígenas que dijeron no al paquetazo y los recortes en Ecuador. Hay que recordar que en 2018, América Latina alcanzó los niveles de pobreza extrema de hace una década. Y llueve sobre mojado en un continente que tiene 8 de los 10 países más desiguales del mundo.

Pero no son las consecuencias de un fenómeno meteorológico. No. Son los resultados de la vuelta a las políticas neoliberales auspiciadas por el FMI que ya masacraron al continente hace décadas. Y que Macri certificó en Argentina con la solicitud de un préstamo el año pasado. Son las consecuencias de una catástrofe que ha multiplicado el coste de los bienes básicos y ha dejado un un 33% más de personas pobres en Argentina. Son las consecuencias de recortes en hidrocarburos y salarios en un 20% en los empleos públicos en Ecuador. Son los resultados no de la subida de 30 pesos de alza en el metro, sino de 30 años de desgarro neoliberal en Chile. Como recordaba recientemente Branko Milanovic, Chile es líder en desigualdad en América Latina con pensiones en torno a los 200-300 dólares en un país cuyo nivel de precios es de cerca del 80% de EE.UU; donde el 2% de la población con mayores ingresos comparte los ratios de ese mismo porcentaje de Alemania frente al 5% más pobre que tiene los mismos ingresos que el 5% de Mongolia.

Aunque, esta vez las movilizaciones vienen contestadas con una represión insoportable. La declaración de guerra contra el pueblo en Chile y el Estado de Emergencia vuelven a mostrarnos que el neoliberalismo, como modelo económico y social, solamente se puede implementar mediante la violación de los derechos humanos de las poblaciones que padecen los recortes y las privatizaciones. Con especial dureza en Chile que deja un reguero de 23 personas asesinadas en manifestaciones, torturas sexuales, detenciones y personas heridas con los métodos de la dictadura pinochetista. La represión de las manifestaciones en Líbano, Irak o Guinea Conakry nos recuerdan que, por desgracia, la criminalización de la protesta es un fenómeno global que se extiende por los cinco continentes. Y viene de largo con asesinatos de lideresas sociales, defensoras de derechos humanos y ecologistas, como sucedió con el conocido caso de Berta Cáceres y como sucede desgraciadamente a diario.

¿Qué es lo que ha hecho nuestro Gobierno en funciones? Mientras los Gobiernos de Argentina y México reconocían al nuevo Gobierno electo de Evo Morales en Bolivia, nuestro Ministro de Asuntos Exteriores en funciones, no. Ni eso, ni petición de libertad para Lula da Silva, ni condena de la dura represión en Ecuador y Chile. Es más, esta semana tuvimos que escuchar a la ministra de Transición Ecológica de nuestro país, Teresa Ribera, referirse a las gravísimas violaciones de derechos humanos en Chile como problemas de su “agenda doméstica”.

Pero no sólo es eso. En verano, este Gobierno en funciones llegó a criminalizar la ayuda humanitaria de ONGs y la sociedad civil que lucha contra la muerte de personas refugiadas en el Mediterráneo haciendo un trabajo que debieran estar haciendo los gobiernos. Además, una semana después que Turquía invadiera la autonomía kurda de Rojava, en el norte de Siria, hemos visto cómo España emitía una tibia y tardía condena, obligado por el empuje de Francia, Alemania y el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE. Frente a las amenazas de Erdogan a Europa, es inaceptable que nuestro Gobierno siga justificando mantener un operativo español en Turquía, que hace años que debería estar desmantelado. Es inadmisible que sume simplemente a la condicionalidad y no aplique una suspensión total de venta de armas.

Tampoco ha sido capaz de sumar fuerzas para crear una postura europea independiente frente a los destrozos en política internacional de Donald Trump. El presidente que ataca una otra y vez las instituciones de gobernanza multilateral, que abandonó el acuerdo contra el cambio climático, la UNESCO y el Consejo de DDHH de NNUU, también ha puesto en la diana de sus guerras arancelarias nuestra agricultura y ganadería. Para hacerlas frente, hace falta un Gobierno capaz de hablar de tú a tú a Estados Unidos y no sentirse eternamente subordinado. Como ya sucedió cuando el Gobierno en funciones reconoció de manera irresponsable, improvisada e irrealizable a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, contradiciendo las declaraciones del mismo que Josep Borrell que recordó que no se reconocen gobiernos, sino Estados. Tampoco el Gobierno ha sido capaz de cumplir con nuestro compromiso histórico con el pueblo saharahuí ni con acciones contra la ocupación israelí de Palestina, asuntos de amplio consenso en los que ha incumplido acuerdos cuya implementación sólo dependía de su acción.

En política internacional, en lo verdaderamente importante para construir unas relaciones de poder más democráticas, el modelo del PSOE no es tan diferente al modelo del PP o de Ciudadanos, que prefieren acercarse hacia las políticas de las derechas más duras y reaccionarias. Su enfoque defiende los mismos intereses militares y económicos, solo que no lo afirma tan explícitamente.

Como en la campaña de las elecciones generales del 28 de abril, como en la de las europeas del 25 de mayo, este 10 de noviembre desde Unidas Podemos volveremos a defender propuestas para una España y una Europa solidaria y democrática, del bienestar, ecologista, feminista, que promueva la paz, asegure los derechos y las libertades y proteja la diversidad cultural y sexual. Propuestas como un Plan de Choque para la Igualdad de Género en nuestra acción exterior, que acabe con la vergonzosa desigualdad de género en nuestro cuerpo diplomático y con la invisibilización de las mujeres en nuestras políticas. O la apuesta por la transformación que supondría un Nuevo Horizonte Verde a escala europea, que haga el Banco Central Europeo deje de ser el garante del beneficio de los mercados financieros y se convierta en una agente económico clave para la transformación ecológica de la sociedad. O poner como prioridad europea la eliminación de los paraísos fiscales, que en Europa suponen un agujero de un billón de euros anuales, promoviendo una agencia fiscal internacional y un ambicioso programa de justicia fiscal con un impuesto a las grandes fortunas. O la firma del TPAN, el instrumento que el año pasado recibió el Premio Nobel de la Paz y que tiene que servir de palanca para acabar con la locura de la nueva carrera armamentística. Propuestas, en definitiva que pongan en el centro de la política internacional lo que siempre está fuera: los derechos de las personas, una acción en favor de los derechos humanos una democracia para el 99%, con equidad de género, transición ecológica justa, justicia económica para todos los países, cultura de paz y gobernanza multilateral.

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