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Los tres mitos del TTIP y nuestras alternativas

Manifestación en Berlín contra el TTIP. Foto: Mehr Demokratie vía Flickr

Florent Marcellesi

A pesar de no haberse implementado todavía, el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea (TTIP) es ya una reliquia de la teoría económica dominante. Nos sigue vendiendo que la globalización es el fin de la historia, que la competencia es el modo más eficiente de organizar una economía y que para generar bienestar y empleo, hay que crecer. Estos tres dogmas son simplemente erróneos. Por tanto, el problema del TTIP no es de matiz, es de raíz: va en dirección opuesta a la sociedad próspera y sostenible que la gran mayoría quiere construir. Repasemos pues los tres mitos del TTIP y presentemos nuestras alternativas.

Mito 1: La globalización es el fin de la historia

La globalización actual no es otra cosa que una extraordinaria acumulación energética y sus consiguientes emisiones de CO2) para que una minoría de la humanidad pueda producir y consumir cada vez más en un mundo convertido en mercado global. Pues bien, esa globalización utópica se ha terminado: no hay más energía fósil barata, ni atmósfera suficiente para tanta depredación.

Sin embargo, parece que el TTIP vive en una cuarta dimensión alejada de las realidades energéticas y materiales. Teniendo como único horizonte el Business As Usual, el TTIP quiere pisar el acelerador de la globalización fósil y depredadora:

1. Terminar con cualquier restricción para las exportaciones de “bienes energéticos”, dando de nuevo prioridad a las energías más sucias y contaminantes del pasado como el carbón, el petróleo o el gas.

2. Facilitar la exploración y explotación de hidrocarburos por parte de las multinacionales en EEUU y la UE, abriendo la puerta al fracking y sus desastrosas consecuencias sobre el medio ambiente y el clima.

3. Imposibilitar que cualquier país adopte medidas que privilegien saberes, tecnologías o empresas locales, poniendo freno de esta manera al desarrollo de las energías renovables.

Frente a esta irresponsable “estrategia Titanic”, una estrategia sensata, es decir menos energívora y contaminante, pasa en cambio por la relocalización de gran parte del comercio y de nuestras economías. Nuestro futuro y el de nuestros hijos se llaman “circuitos cortos” que nos permitan, en la mayor medida posible, consumir localmente la energía y los alimentos que producimos localmente y sin tantos intermediarios, y dar más espacio a la autoproducción y al autoconsumo. Dentro de una red cooperativa global (véase punto siguiente), hablamos de una economía que echa raíces en lo local, privilegia productos de calidad y con fuerte valor añadido ecológico, construye comunidad desde abajo y acerca las decisiones productivas y de consumo a la gente de a pie. In fine, una economía más humana, más sostenible y más democrática.

Mito 2: La competencia es el modo más eficiente de organizar una economía

El TTIP busca reforzar la competitividad de las empresas europeas y estadounidenses. Este es el mantra repetido a saciedad por el darwinismo social y económico: nuestro entorno, y en particular el mercado, es una selva donde se salvan los más aptos y fuertes, mientras el resto tiene el honor de poder pelearse por las migajas convertidas en caridad. El TTIP refuerza este canibalismo comercial  donde los pezqueñines (pequeñas y medianas empresas, autónomos, cooperativas, etc.) tanto de EEUU como de la UE nadan entre los tiburones llamados multinacionales. En provecho de unos pocos, refuerza una mercantilización tan insana como ineficiente de los bienes comunes, de nuestras vidas y de los demás seres vivos.

Necesitamos reequilibrar la balanza, hoy vencida hacia una competitividad a ultranza y a favor de los peces gordos. En el eje central ha de estar la cooperación, es decir nuestra capacidad de obrar conjuntamente entre muchos pezqueñines para el beneficio colectivo. Y para ello volvamos la mirada hacia la naturaleza que, lejos de las teorías económicas ajenas a las necesidades de la gente y de los límites biofísicos, recompensa la colaboración y el beneficio mutuo.

Para ello, hace falta establecer estrategias comunes de cooperación entre la UE, EEUU y más países para poner fin a los paraísos fiscales y a la economía de casino; impulsar reglas comerciales supeditadas al respeto de los derechos humanos, al trabajo digno y al respeto a los ecosistemas (como propone la iniciativa Alternative Trade Mandate) o reforzar los marcos multilaterales para luchar contra el cambio climático. Además hay que afianzar lazos entre movimientos sociales, ONG, sindicatos, partidos de ambos lados del Atlántico para compartir experiencias y construir alternativas dentro de una economía social, solidaria y ecológica. Tenemos intereses comunes, pongamos las respuestas en común.

Mito 3: Para generar bienestar y empleo, hay que crecer

El TTIP lo tiene claro: es una herramienta a favor del crecimiento. De hecho, gran parte del debate se fija en torno a la tasa de crecimiento que podría aportar un tratado de este calado. Sin embargo, que sea 0,5% de aumento de PIB dentro de 10 años como vaticina la Comisión Europea, o disminución del PIB según otros estudios, tenemos que salir de este estéril debate de cifras: el crecimiento no es la solución, forma parte del problema. Por tres razones básicas:

1. El crecimiento es incapaz de tener en cuenta la finitud del planeta y nos lleva directamente al colapso ecológico. En su estela, el TTIP será a lo mejor un poco pan para hoy y sin duda, para las mayorías, mucha hambre para mañana.

2. Por encima de 13.000 euros por habitante, el crecimiento del PIB no significa mayor bienestar. Además, como prueba el caso de España, es perfectamente posible crecer sin crear empleo y aún menos de calidad. Así que afirmar como la Comisión Europea y la Gran Coalición (conservadores, social-demócratas y liberales) que el TTIP generará más PIB y por tanto una mejora del nivel de vida para la ciudadanía oscila entre ignorancia y mentira.

3. El crecimiento no volverá. Los países occidentales, incluido España, estamos entrando en un nuevo periodo de la historia donde el crecimiento será bajo, nulo o negativo. Al agarrarse a un dogma decadente, el TTIP ya es una reliquia de otra época que, además, genera falsas expectativas.

A estas alturas de la historia, lo necesario y deseable es una gran transición justa y ecológica de la economía que además es capaz de crear millones de empleos dignos y sostenibles en Europa y España. Que haya crecimiento o no del PIB es totalmente secundario: lo prioritario es cubrir las necesidades reales de la población dentro de los límites del planeta. Para ello, se requiere dentro de la transición dos ingredientes ignorados por el TTIP: la redistribución de las riquezas y más y mejor democracia.

En conclusión, hoy un tratado revolucionario a la vez que útil y realista sería uno que marcara en su preámbulo: “Conscientes de la crisis ecológica así como de las enormes desigualdades de este mundo y en nuestros países respectivos, nuestra cooperación transatlántica tiene como objetivo garantizar ­a través de una Gran Transición justa y ecológica de la economía local y global que las generaciones presentes y futuras vivan bien, felices y prosperas dentro de los límites reales del planeta”.

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