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Hacia un nuevo modelo de cuidados en Europa

Representantes de los colectivos de trabajadoras del hogar y cuidados y el movimiento feminista para celebrar la ratificación en el Congreso de los Diputados del convenio 189 de la OIT. EFE/ Zipi

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El impacto social de la pandemia en el sector residencial de personas mayores ha abierto un debate sobre qué modelo de cuidados es necesario desarrollar para prevenir y atender las situaciones de dependencia. Las causas estructurales del impacto de la pandemia en la población de personas mayores son problemas acumulados no resueltos, como el envejecimiento de la población residencial, la elevada concentración en grandes residencias, la precariedad del empleo en el sector sociosanitario y un limitado control de la calidad de los servicios. El debate se ha extendido no solo a todo tipo de centros residenciales sociosanitarios, por ejemplo los de personas con discapacidad, sino que ha puesto sobre la mesa de la agenda política de la Unión Europea una tarea tradicionalmente pospuesta, pero cada vez más urgente: el desarrollo de un modelo de cuidados integral que garantice una atención de calidad en los cuidados de larga duración que, a su vez, sea asequible y sostenible para las personas en situación de dependencia, las personas que las cuidan y sus familias.  

El pasado día 7 de septiembre, la Comisión Europea presentó su propuesta para una estrategia europea de cuidados. En esta Comunicación al Consejo y al Parlamento, la Comisión realiza un diagnóstico correcto de la enfermedad, pero no alcanza a prescribir el tratamiento adecuado, que hubiese necesitado de una directiva ambiciosa y no solo un paquete de recomendaciones. 

Sin embargo, este embalaje de indicaciones y buenos consejos no tiene por qué caer en saco roto. La Comisión abre tímidamente las puertas a un nuevo modelo de atención cuyo diseño deja en manos de los estados miembros que tendrán que ir labrando, poco a poco, un nuevo camino. Es un primer paso fundamental en la aplicación del principio 18 del Pilar Europeo de Derechos Sociales y predice un cambio paradigmático en la forma en que se valora y organiza la atención de las personas dependientes. La propuesta, que ha sido elaborada respondiendo a las preocupaciones de la Conferencia sobre el Futuro de Europa sobre demografía, hace especial hincapié en los servicios basados en la comunidad, igualdad de género, conciliación laboral, inversión tecnológica, capacitación digital y primera infancia. 

La estrategia anima a adoptar un enfoque integrado y centrado en la persona, lo que implica mejorar la transición de la atención institucional a la atención domiciliaria y servicios basados ​​en la comunidad. Pero la desinstitucionalización solo puede tener éxito con la profesionalización de los cuidados, incluidos los servicios personales y domésticos, aplicando medidas que mejoren las condiciones de trabajo en todo tipo de entornos y abordando el trabajo no declarado. 

La estrategia reconoce que una fuerza laboral resiliente es la columna vertebral del sector del cuidado, pero la resiliencia requiere salarios dignos, niveles de dotación de personal seguros, revisión de las condiciones laborales, buena infraestructura, ayudas estatales, apoyo y formación para los cuidadores y otras medidas específicas que no parecen ser competencia de la Comisión y cuyo diseño se deja en mano de los Estados. 

Paralelamente es necesario proteger y apoyar el cuidado informal. Casi el 80% de los cuidados a largo plazo en Europa son asumidos por cuidadores informales, la mayoría mujeres En 2019 antes de la pandemia, alrededor de un tercio (32,6%) de las mujeres de 25 a 49 años que no formaban parte de la fuerza laboral indicaron que las responsabilidades de cuidados eran la principal razón para no buscar empleo, en comparación con el 7,6% de los hombres inactivos. Si bien la estrategia hace hincapié en la importancia de la igualdad de género y la conciliación laboral, deja de lado la situación de inmigrantes sin regularizar que trabajan en el sector de los cuidados. También deja fuera la cuestión de la interseccionalidad.

Sabido es que la transición digital ofrece múltiples oportunidades también para los cuidados, y la Comisión no pierde ocasión para señalarlo, pero la tecnología no puede ni debe reemplazar al ser humano, que se encuentra en el corazón del trabajo de cuidados. La tecnología de asistencia, teleasistencia, telesalud, inteligencia artificial y la robótica pueden mejorar el acceso a una atención asequible de alta calidad y servicios y ayuda para la vida independiente, especialmente en las zonas rurales, pero estas inversiones deben ir acompañadas de inversión en la formación de los cuidadores, no solo a nivel digital sino también (y sobre todo) en cuestiones de gestión emocional y capacitación psicológica para evitar situaciones como el abuso y el maltrato de las personas dependientes.

En esta línea, y aunque la salud mental parece ser fuente de preocupación para la Comisión Europea en su estrategia de cuidados, falta ambición en las propuestas concretas. En el informe aprobado recientemente por el Parlamento Europeo sobre salud mental en el entorno laboral digital, los socialistas señalamos la necesidad de que la estrategia de cuidados se complemente con una estrategia sobre salud mental a nivel europeo. Es el momento de tomarse esto en serio.

Junto con esta estrategia de cuidados, la Comisión presenta una recomendación del Consejo sobre la revisión de los objetivos de Barcelona, ​​que invita a los estados miembros a cumplir los objetivos revisados ​​de participación en la educación y el cuidado de la primera infancia, para 2030: al menos el 50% de los niños menores de tres años y al menos el 96% de los niños de 3 años hasta la edad de la escuela primaria obligatoria debe participar en la educación y el cuidado de la primera infancia. Los estados deberán hacer buen uso de la Garantía Infantil Europea para garantizar que esta atención llegue a los niños más necesitados con el fin de prevenir y combatir la pobreza y la exclusión social. Pero la Comisión no habla de la necesidad de universalizar la gratuidad de la enseñanza infantil para niños de entre 0 y 3 años a nivel europeo, de ofrecer flexibilidad a los padres y proporcionar subvenciones y cheques de guardería para aquellos que estén inscritos en centros privados. 

En definitiva, la Estrategia presentada por la Comisión recomienda pautas de acción que los estados deben trabajar diseñando paquetes de inversiones en materia asistencial, para ir perfilando una nueva economía de la prestación de cuidados que reconozca los cuidados como un derecho y los valore como la columna vertebral de nuestra sociedad. El desafío es enorme pues exige repensar el modelo sociosanitario y requiere una fuerte inyección económica para evitar que se resquebraje el estado de bienestar.

Debemos considerar los cuidados como un bien público, por lo que es necesario aumentar la inversión en cuidados y hacerlo de forma urgente. No olvidemos, volviendo al inicio de este artículo, que las precarias condiciones laborales de los cuidadores formales y la paupérrima calidad de los servicios sociosanitarios ofrecidos durante la pandemia, debido a privatización y mercantilización de los mismos, explican gran parte de las muertes por Covid en las residencias.

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