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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Antifascistas? ¿Fernando Buesa, por ejemplo?

Altercados tras la manifestación contra el encarcelamiento de Pablo Hasél en el sexto día de protestas en Barcelona.

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Se empieza por equiparar a Puigdemont con los exiliados republicanos. Se pone luego en duda la democracia en España y la existencia misma de la libertad de expresión. Para demostrar su ausencia, y haciendo de paso una excepción, el portavoz parlamentario de un partido de los que gobiernan (y, por tanto, reprimen al pueblo), se toma la libertad de aplaudir vía Twitter a unos curiosos antifascistas que siembran el caos en las calles de varias ciudades españolas (particularmente en Barcelona), apoyando a un tipo que defiende el tiro en la nuca, el coche bomba y el golpe de piolet contra los cráneos de quienes no piensan como él.

¡Lástima que el susodicho portavoz no completara su entusiasmo militante pidiendo la retirada inmediata de Galapagar de los cuerpos represivos que custodian, seguramente con malas intenciones, la residencia de un vicepresidente del actual Ejecutivo y de la actual ministra de Igualdad!

Hay algo que no deja de sorprender en todos estos disturbios: y es la proliferación de chorizos que encierra esa estética insurreccional que se ha puesto en marcha en Barcelona: la de asaltar y destrozar bancos, comercios y tiendas de ropa cara, para luego complementar tales acciones de sano anarquismo con saqueos posteriores. Aunque mucho me temo que esas cosas tan chuscas, y tan poco edificantes, tienden a ocurrir cuando se confunde el antifascismo con la costumbre de hacer el ganso por la vía pública; de manera que, al final, no se acaba de saber a ciencia cierta dónde termina Bakunin y empieza Al Capone.

No sé, a mí todo esto se me hace un poco extraño. Supongo que hay maneras bastante más honorables de ser antifascista. Precisamente estos días pasados, y coincidiendo con la persistente kale borroka de Barcelona, hemos conmemorado en Euskadi el 21 aniversario del asesinato de un político, el portavoz parlamentario del Grupo Socialista, Fernando Buesa, al que mataron (junto a su escolta, Jorge Díez) por hacer antifascismo activo con palabras y argumentos, frente a quienes atentaban contra la vida y la seguridad de las personas, al tiempo que pretendían amordazar y reducir al silencio al conjunto de la ciudadanía vasca.

Supongo que hay maneras bastante más honorables de ser antifascista

El atentado criminal ocurrió el 22 de febrero de 2.000. Cuatro días antes, el 18 de febrero, Fernando Buesa denunciaba en el Parlamento Vasco los 1.274 ataques de violencia callejera que se habían producido en Euskadi desde que, en septiembre de 1998, ETA declarara una tregua que utilizó para “perseguir socialmente a los enemigos de Euskal Herria” y que rompió quince meses después; y conseguía, sacar adelante, en la misma sesión parlamentaria, una propuesta que instaba al Gobierno Vasco a utilizar los medios necesarios para remover “los obstáculos que impiden el libre ejercicio de la libertad y para evitar comportamientos que menoscaban la libertad de los ciudadanos coaccionados”.  

Por supuesto, Fernando Buesa no fue el único en alzar la voz contra los liberticidas. En aquellos años de plomo, al socialismo vasco en su conjunto le tocó ser una auténtica referencia antifascista, por su defensa constante del sistema democrático, del pluralismo y de la libertad de pensamiento; y por su denuncia continua de las acciones terroristas y de su ideología totalitaria subyacente: la de quienes trataban de uniformar ideológicamente a la sociedad vasca. Y no fue, por tanto, casualidad que lo defendido públicamente por el Partido Socialista impregnara en su integridad la Ley vasca de reconocimiento y reparación a las víctimas del terrorismo, de 19 de junio de 2008.

Su exposición de motivos no dejaba lugar a dudas: “Las acciones de ETA no son casuales, ni sus objetivos y estrategias son fruto del azar o la improvisación. Ante la imposibilidad de establecer por vías pacíficas su proyecto totalitario y excluyente, pretenden imponerlo a través del ejercicio de la violencia terrorista, utilizando la sangre de personas inocentes, las víctimas, para aterrorizar al conjunto de la ciudadanía buscando su desistimiento”. Por eso, “el mantenimiento de la memoria y del significado político de las víctimas del terrorismo constituye… una herramienta esencial para la deslegitimación ética, social y política del terrorismo”, tal como recoge la ley en su artículo octavo.

Ese antifascismo socialista, junto con el progresivo rechazo social a ETA y la acción conjunta de dos Gobiernos, el de Zapatero y el de Patxi López, acabaron ganando el combate al terrorismo, para alivio de la población vasca. O, al menos, para alivio de la inmensa mayoría de un país, que, al día de hoy, no guarda la más mínima nostalgia del que fue considerado en su día Movimiento de Liberación Nacional Vasco. Curiosamente, ahora que no existe, parece reivindicarse por parte de algún rapero de cuyo nombre prefiero no acordarme; y por quienes le han convertido en un mártir de la libertad de expresión. Para ellos, con toda seguridad, Fernando Buesa, de vivir, seguiría estando en su punto de mira.

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