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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal
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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¡A casa los dos!

Carles Puigdemont

Josu Montalbán

Son demasiadas las cosas que no llego a comprender o, en todo caso, que no soy capaz de interpretar debidamente desde que Puigdemont se empeñó en convertir a Cataluña en un problema para España. (Según él, España es un problema para Cataluña). Ni entiendo a Puigdemont ni entiendo por qué Rajoy no ha sido capaz de dar significado a lo que dijo el día diez de Octubre en su declaración en el Parlament, y le ha pedido aclaraciones al respecto. Rajoy, que pasó con buena nota unas Oposiciones oficiales, debería entender los lenguajes por muy enrevesados que sean. Otra cosa es que se haga el sordo o se desentienda, pero Puigdemont dijo que Cataluña se erigía en “república independiente” para, pocos minutos después, suspender su pronunciamiento, es decir que dijo “sí pero no”. Claro está que tanto Rajoy como Puigdemont viven ahora mismo atosigados por sus incapacidades, y parece que ambos han sido víctimas de lo mismo: los dos recibieron sendos juguetes, si bien ambos desconocen el manual de instrucciones y funcionamiento de dichos juguetes. De este entuerto están sacando provecho los informadores y opinadores a los que, uno y otro, ofrecen oportunidades para jugar con ellos al pimpampum.

¿Qué responderá Puigdemont a la pregunta que le ha hecho Rajoy? En realidad Rajoy le ha pedido que rectifique, es decir, que el Presidente español asume como formal la declaración de independencia esbozada por el President, a pesar de que tal no fuera sometida a ninguna votación. De este modo la parafernalia exhibida se convierte en un engaño, la actitud de Rajoy en miedo escénico y la de Puigdemont en pusilanimidad y cobardía. No ha servido de mucho que el PSOE haya ofrecido una muleta a Rajoy para que no renquee él sólo entre lo que le gustaría y lo que nos conviene a todos. La reforma de la Constitución que han pactado PSOE y PP, de momento, debería calmar los ánimos y atenuar las pretensiones de todos, pero la impavidez del Presidente Mariano y la “farruconería” de Puigdemont han chocado de frente, desprovistos de la magnanimidad que debe exigirse a cualquier dirigente político. Como se ve la autoridad de que ambos están dotados es impostada, como la belleza que confieren a un borrico los aparejos relucientes o los a modo de caireles que convierten su pelaje sobre el cuello en pobladas crines de caballo andaluz.

Toda España espera el desenlace. Los españoles, salvo los más exaltados, desean que retorne la calma para que se atemperen los ánimos y la gente vuelva a mirarse de frente y no de soslayo. No estamos ante un conflicto venial porque los españoles hemos sido proclives a resolver los conflictos más simples a mamporros y bofetadas, pero convertir el conflicto en algo irresoluble no tiene otro sentido que mostrar las debilidades más flagrantes de cada cual. ¿Hay algo tan entristecedor como el fracaso en un proceso de diálogo? Cataluña nunca ha sido independiente en los términos que ahora se pregonan. Los escasos momentos en que lo ha pretendido han sido precedidos por quimeras e intransigencias propulsadas por la soberbia de quienes querían mucho más poder que gobierno. Ahora ocurre algo parecido, aunque es verdad que la sublevación planteada está siendo adornada con buenas maneras y comportamientos pacíficos en las calles. Todo parece normal y llevadero, todo parece inducido por la buena voluntad…, pero nada es lo que parece, porque las ilegales decisiones tomadas por Puigdemont y los suyos encierran toda la violencia (y el desprecio a la Democracia) propios de lo que se pergeña con nocturnidad y alevosía. Por tanto urge que el Estado (y la Generalitat también es Estado) empodere a sus dos máximos representantes en este asunto, -Rajoy y Puigdemont-, para que resuelvan este entuerto. Y si vieran que no son capaces de dirimir las diferencias, que se vayan los dos.

No soy equidistante en este asunto porque no suelo serlo en casi ninguno. Cuando no soy capaz de discernir claramente mi posición suelo retirarme de la contienda y guardar silencio. Soy consciente de que ha sido Puigdemont el que ha desafiado lanzando un guante medio descolorido y bastante agujereado, pero Rajoy debería haber respondido con dignidad. No valen las medias tintas. A la solicitud de un referendo tramposo debería haber contrarrestado con una oferta de diálogo pero, eso sí, exigiendo previamente que volviera todo a un punto de partida razonable. Ahora todo resulta más complicado. Sólo nos quedan la Ley y la Constitución que, pueden ser modificadas en aras de un bien superior como es la paz y la concordia como garantías para la convivencia, no sólo pacífica sino también saludable y feliz para todos los españoles, incluidos claro está los catalanes.

Si Rajoy y Puigdemont no son capaces de conducir y reconducir las naves, es mejor que las abandonen y cedan el timón a otros. Incluso cabe la posibilidad de que cualquier grumete las reconduzca mejor que ellos a tenor de lo que nos han demostrado hasta ahora.

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