Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
¡Champiñonas!
¡Champiñonas! Un grito de guerra similar fue utilizado por las futbolistas del Athletic Club de Bilbao en el homenaje ante la sociedad bilbaina por la consecución del título de campeonas de la Liga española de futbol femenino. En realidad, el autor es Pablo Martínez Zarracina [1], que modifica el de las deportistas (“Champiñones”) por este más rompedor. Fue original y para muchos, entre los que me incluyo, señalaba nítidamente el espacio reivindicativo en el que las jugadoras deberían ser encuadradas. Era una forma de protesta entre festiva y estudiada desde la que reclamar un espacio diferente para ser identificadas. Las rojiblancas participaban, a su manera, de una polémica que en los últimos días había copado las tertulias futbolísticas 'botxeras': ¿era conveniente “sacar la gabarra”, galardón máximo con el que la sociedad vizcaína homenajeó en los alegres ochenta los triunfos masculinos? ¿deberían estar las mujeres en el mismo santuario rojiblanco, sin mancillarlo con novedades igualitarias? ¿cedería el club a la presión social que empezaba a cuestionar el poder dictatorial masculino del futbol?
La polémica murió, pronto, de muerte natural: no habría gabarra y el reconocimiento de la sociedad bilbaina quedaría reducido a las felicitaciones institucionales del Ayuntamiento de Bilbao y de la Diputación de Bizkaia. El espacio urbano entre ambos edificios sería el disponible para el homenaje popular. Pero, la herida, tras la polémica, seguía abierta y el presidente del club, lejos de suturarla, la inflamó con sendos discursos en los que culpabilizó a medios informativos y políticos de pro, en su opinión más interesados en horadar el “sentimiento Athletic” con falsas polémicas que en multiplicar las felicitaciones a las jugadoras.
Situaciones así aparecen cuando es difícilmente argumentable una posición, como la mantenida en esta ocasión por el club. La mejor defensa es un ataque, decía Napoleón. Mejor que explicar las razones del “apagón” festivo, atacar la conveniencia política y mediática de algunos que solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena. El desdén manifestado por el Athletic con sus jugadoras, con falso paternalismo (“Sólo el club se acuerda diariamente de ellas”, argumentaba el presidente Urrutia. ¡Claro! ¿quién, si no?), el tratamiento de inferioridad con el que demostrar la importancia de la consecución de unos títulos sobre otros le ha retratado y ha dejado una mácula de parcialidad que costará borrar.
A esto es a lo que la filósofa Amelia Valcárcel llama “espejismo de igualdad”. A la situación –política, social- en la que las mujeres y los hombres viven creyendo que los sexos son iguales, hasta el extremo que esta igualdad no necesita ni siquiera ser argumentada. Volviendo al futbol, para muchos será suficiente aceptar tal situación como de igualdad, dado que ya las mujeres participan con cierta regularidad en el mundo del balompié; pero, no advierten que siguen actuando (clubes, dirigentes) desde un principio de complementariedad, nunca de igualdad.
También Emakunde (Instituto vasco de la mujer) citaba estos días a la filósofa Valcárcel en un informe sobre la igualdad en la elección de estudios de Grado superior por alumnado de 2º de Bachillerato en Euskadi [2]. El objetivo del estudio, demostrar si existe desajuste entre el discurso de igualdad y las prácticas cotidianas, en concreto, la elección de estudios superiores por el alumnado masculino y femenino. El resultado es concluyente: se mantiene la discriminación, pese a ser menor, en opinión del 75% de los/as encuestados/as (más de 1.300 alumnos/as de 17 años).
En el detalle, sin embargo, las posiciones se definen más: las mujeres son más conscientes de que igualdad y autonomía en la toma de decisiones es pareja indisoluble; los jóvenes, sin embargo, diferencian ambas cuestiones, primando la importancia de la autonomía sobre la igualdad, entendible desde posiciones de salida mejores para lo masculino en las que la lucha por la igualdad no es premisa innata.
Otra diferencia interesante en la variable género tiene que ver con la persistencia de la distribución de los modelos universitarios: “mujer-maestra-médico” y “hombre-ingeniero-técnico”. Sin embargo, lo más llamativo aparece en la justificación: la decisión de esta elección es “libre” (autónoma) y responde a la variable “vocación”. Ambos, mujeres y hombres, parecen incapaces de razonar que el camino recorrido hasta llegar a esta elección ha estado plagado de trampas sociales, convenciones culturales y mensaje subliminales ideológicos.
El informe concluye con otro detalle significativo. El estudio, que también analizó las respuestas de las familias y el profesorado a esta cuestión, manifiesta una respuesta diferente en ambos casos. De un lado, las familias (3 de cada 4) insistían en la mayor autonomía individual de sus hija/os, comparado con las vividas por ellos/as a esa misma edad. Los y las docentes, del otro lado, rebajaban esta percepción de autonomía juvenil actual, que, en todo caso, se la atribuyen básicamente a las jóvenes, sobre los hombres, en los que ven prácticas “más ancladas en la desigualdad”.
No resisto la tentación de citar otra noticia, relacionada también con machismo e igualdad. La ínclita Esperanza Aguirre, al ser preguntada por la ingeniería fiscal utilizada en la empresa de su marido para eludir sus obligaciones, no dudó en acusar de “machista” una pregunta formulada por Infolibre, diario que había destapado la artimaña. Seguramente, consideraba la política que responder a cuestiones familiares de actualidad invadía la intimidad que, como persona, como mujer, debía respetársele. Lo que consiguió, sin embargo, fue banalizar la situación. Justificaba así la poca importancia que parte de la sociedad concede a un tema crucial, sangrante para cientos de miles de mujeres, las que sufren la intolerancia del sexo masculino, la incomprensión de su soledad humana y son arrastradas por una sociedad aún sorda, a condiciones de desesperación, de injusticia y de conculcación de derechos básicos.
Aguirre pretendía quitarse de encima la presión mediática. Da la impresión que la política madrileña también desea pugnar por un asiento entre los académicos/as de la Lengua, incorporando una nueva acepción al término machismo: “Dícese de todo aquello susceptible de estropear la buena imagen de una política que no ha conocido nunca la corrupción, el enchufismo o la evasión policial, hasta que es preguntada por las supuestas irregularidades fiscales de su entorno más íntimo. Quizás debamos otorgar a la Sra. Esperanza un nuevo premio a su ya dilatada carrera política, el de ”Champiñona de honor“. Para esta ocasión, ¿podría entregarle el galardón, por ejemplo el Sr. Urrutia?
Cómico si, en realidad, no resultara tan trágico
[1] “Fiesta en tierra firme”, El Correo, 8 junio 2016
[2] Informe nº 36, mayo, 2016
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