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Democratizar la patria aquí y ahora

Podemos Euskadi defiende una patria "abierta e inclusiva", y que la ciudadanía tenga "la última palabra"

Nagua Alba

Este artículo tiene como objetivo debatir la cuestión de la pertenencia a la comunidad, en general, y plantear la necesaria democratización de la idea de patria en Euskadi, en particular. No como una propuesta cerrada, lo cual sería absurdo, sino, al contrario, con la intención de abrir un debate que tiene resonancias de nuestro pasado, pero también un presente muy vivo en Europa.

Tal como señalaba Bernardo Atxaga el pasado domingo en Bilbao, este debate debe partir del aquí y del ahora. Es decir, partiendo de lo que significa “patria” de manera situada, en nuestro territorio y en nuestro tiempo. Hacer este ejercicio exige, en primer lugar, huir de cualquier tipo de ingenuidad. En nuestra sociedad los símbolos que delimitan el país y reparten las posiciones simbólicas dentro del mismo han sido los de una parte (el nacionalismo jeltzale). En nuestra tierra, tristemente, se ha matado y se ha muerto con la excusa de la patria. En base a algunas concepciones ultranacionalistas de corte esencialista se ha excluido del sentimiento de pertenencia a personas que venían de fuera y también a gente nacida aquí. Por tanto, hablar de “patria” en Euskadi es hacerlo de algo plagado de aristas.

Entonces, ¿qué sentido tiene preguntarse por ella y por su potencialidad política? En primer lugar, porque no disputarlo, asumiendo que pertenece exclusivamente al campo nacionalista, equivale a asumir la subalternidad respecto a esa posición ideológica y a pensar que sólo algunos pueden identificarse con el territorio, que sólo ellos pueden definir los símbolos o que sólo ellos tienen un sentido de pertenencia genuino. Es tanto como renunciar a tener un proyecto de país propio y a desmontar la interesada y eficaz identificación que existe entre país, instituciones y PNV.

Viendo otros referentes cercanos, presentes y pasados, pensamos que sí es posible, y que incluso es necesario, disputar la hegemonía nacionalista en el ámbito de la pertenencia y hacer una propuesta de patria, es decir, de pertenencia a la comunidad política y al territorio, en clave inclusiva, abierta y radicalmente democrática.

Este debate ya se está dando en otros ámbitos. Por ejemplo, la apropiación nacionalista española que la dictadura franquista hizo de “España” y, por tanto, de la idea de patria, ha hecho que muchísimas personas tengan reparos a la hora de relacionarse positivamente con esta palabra. Es destacable el esfuerzo que Podemos ha realizado para que importantes sectores progresistas y de la izquierda hayan vuelto a pensar en lo patriótico desde otro lugar, es decir, a no concederle al PP y a las fuerzas conservadoras una herramienta tan poderosa como el sentimiento de pertenencia. Este esfuerzo se caracteriza por democratizar y hacer más inclusivo todo lo relativo a la propia concepción del Estado y de “lo español”, vinculándolo a la plurinacionalidad, a la diversidad cultural, al derecho a decidir, a las raíces democráticas de la soberanía popular y a la justicia social.

Estas semanas asistimos en Francia a un proceso similar, aunque con características propias. Jean-Luc Mélenchon no duda en disputar los sentimientos de pertenencia y la bandera al Frente Nacional de Marine Le Pen y a Les Républicains de François Fillon. Era rarísimo ver la tricolor en los mítines de la izquierda francesa, y hoy está por todas partes en los de 'La France Insoumise'. Mélenchon hace frente no sólo a Le Pen, sino también a los partidos de gobiernos tradicionales, con un discurso patriótico y republicano, que rescata para la comunidad política francesa términos como república, soberanía, igualdad o mestizaje. Lo hace como un medio para que el progresismo y la izquierda vuelvan a conectar con las clases populares en torno a los valores de libertad e igualdad, así como con la gran olvidada de la triada de 1789: la fraternidad. Independientemente del resultado que obtenga en una campaña a la que la izquierda ha llegado tarde, se trata de un punto de inflexión política.

Por tanto, no somos la primera sociedad que se enfrenta a este reto, ni somos la única sociedad plural. Ni tan siquiera tenemos la exclusiva de haber sufrido décadas de violencia de motivación política. No obstante, la sociedad vasca, por lo ya relatado, tiene dificultades para proceder a esa democratización del sentimiento de pertenencia, de la idea de “patria” y, por extensión, de “lo vasco”. A este respecto, el contexto de asentamiento de la paz y de la convivencia facilita que pueda avanzarse en este sentido, más si cabe porque hablar de convivencia en Euskadi significa asumir como algo propio de la sociedad su enorme pluralidad política, ideológica y de identificaciones nacionales. Y asumirlo además como algo positivo que merece ser cuidado y respetado.

Es evidente que ante esta pluralidad ha fracasado y fracasará cualquier intento por encerrar lo vasco en una sola identificación o definición estrecha. Como también es evidente que una sociedad plural, más cuando ha padecido un conflicto violento con rasgos identitarios, necesita compartir algo. Tenemos que hacer un camino vasco. Un camino que identifique y desarrolle ese algo compartido por todos y todas, sin excepción, generando un sentimiento de pertenencia democrático.

Tenemos referentes en otros contextos, algunos cercanos, para abordar esta cuestión. Nosotras optamos expresamente por las que proceden del ámbito del cosmopolitismo y del republicanismo. A pesar de la burda manipulación que intentó el autodenominado “constitucionalismo”, una de las propuestas más desarrolladas ha sido la del patriotismo constitucional de Jürgen Habermas. Pese a todo, pensamos que esta posición política, jurídica y normativa puede ayudar a plantearse cómo democratizar a fondo el concepto de patria en Euskadi en nuestros días.

Sin embargo, antes de pensar claves que aterricen esta propuesta, es preciso descartar soluciones esencialistas de un signo u otro. En este caso, de aquellas opciones que le niegan validez a los elementos culturales cambiantes y en movimiento. Toda colectividad, pueblo, nacionalidad o nación posee atributos culturales propios y diferenciales que pueden y deben vehicular, precisamente por su familiaridad, el sentimiento de pertenencia correspondiente. Estos factores deben vincularse de igual a igual con las libertades y los derechos de ciudadanía universal, tanto individuales como colectivos, de tal manera que podamos construir un “cosmopolitismo situado”, es decir, una formulación específica para nuestro contexto social, cultural e histórico. En nuestro caso, uno de los máximos exponentes es el euskera, pero también el reconocimiento de la innegable realidad de los lazos, de muy diverso tipo, que se dan en el marco territorial más amplio que habitualmente se denomina Euskal Herria.

Probablemente, la única fuerza política vasca en condiciones de asumir este reto es Podemos Euskadi. “Probablemente” porque somos casi tan plurales en nuestra composición interna como la propia sociedad vasca. Quizá por ese motivo sentimos el deber de hacer un planteamiento democrático de los sentimientos de pertenencia en nuestra tierra, o lo que podría llegar a ser igual, de la patria vasca. También nos tomamos como deber la tarea, no menos difícil, de conseguir que se entienda.

Nuestra alternativa no es imponer otra concepción de parte de la patria. Al contrario, consiste en plantear una patria abierta, inclusiva, respetuosa con todas las formas de ser vasco, alejada de elementos esencialistas y radicalmente democrática, con base sólida en los derechos humanos, en la paz y en la convivencia. Una patria que no deje a nadie atrás y que piense la democracia en las claves del siglo XXI, esto es, vinculando los derechos sociales, culturales y económicos, de tercera y cuarta generación.

Pensamos que disputar la patria es disputarle al nacionalismo jeltzale la hegemonía política y cultural del país. Es cuestionar su propia condición de “gobernante natural”, que está en el fondo de la renuncia del PSE a la Lehendakaritza en 1986. A diferencia de lo que otros hicieron antes, este camino no pasa por negarle legitimidad al proyecto político del nacionalismo democrático. Más bien tiene que ver con negarse a pensar el país y a nosotras y nosotros mismos desde cualquier tipo de subalternidad. Aquí cabe reivindicar, sin ir más lejos, el ejemplo de Gabriel Aresti y de su capacidad para confrontar con las formas dominantes de entender la patria en su época, así como de su notable capacidad para formular alternativas. De hacerlo en clave inclusiva y con una clara dimensión transformadora en lo social, entendiendo la libertad como algo que va más allá de la esfera individual y del fuero interno, esto es, como la libertad de no tener que pedir permiso a nadie para existir socialmente. Este ejemplo sirve para señalar que no somos los primeros en plantearnos este reto. Seguimos el sendero abierto por muchas personas antes de nosotras.

En nuestros días, el mero hecho de afirmar que no existe una sola forma de entender Euskadi, o la patria vasca, es ya desafiar lo establecido. Lo transformador es proponer una patria en la que quepan todas las personas y una Euskadi en la que quepan todas las patrias. En 2017, pensamos que esta es una forma de confrontar constructivamente con el nacionalismo jeltzale y de socavar su liderazgo. Un liderazgo que en parte se fundamenta en la identificación entre país, instituciones y partido a la que aludíamos anteriormente. Tenemos que hacerlo ofreciendo a la ciudadanía un proyecto de país propio, justo, inclusivo y de futuro. Por citar a Bernardo Atxaga, lo haremos “cuando, precisamente, miremos a la nueva realidad vasca con otra mirada, capaz de crear, de inventar, una utopía; no una utopía heroica –ya hemos tenido bastantes–, sino una utopía que tenga por objeto, por sueño, la mejor convivencia de todos cuantos vivimos aquí”.

Nagua Alba, secretaria general de Podemos Euskadi y diputada de Unidos Podemos en el Congreso.Nagua Alba

Sergio Campo, responsable de discurso de Podemos Euskadi.Sergio Campo

Andeka Larrea, responsable del área de cultura de Podemos Euskadi.Andeka Larrea

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