Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Homofobia en el Deporte
Durante el franquismo, hasta bien entrada la década de los 70, miles de personas fueron encarceladas por no ajustarse a los roles de género permitidos: masculino para hombres y femenino para mujeres. Se les aplicaron las medidas dictadas por los Juzgados especiales de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad y Rehabilitación Social: palizas, torturas, destierros, intervenciones quirúrgicas como lobotomía, esterilización... Hasta 1979 no fue despenalizada la homosexualidad en este país.
Hoy, 19 de febrero, aniversario del nacimiento de Justin Fashanu, es el Día internacional contra la homofobia en el deporte. Fashanu fue el primer futbolista profesional que se identificó públicamente como homosexual, tras lo que fue tratado con tal hostilidad e injusticia que le llevaron al suicidio en 1998.
Hoy, podemos llevar a cabo actos contra la discriminación por la orientación o identidad sexual; reivindicar la inclusión sin fisuras de todo tipo de sensibilidades, relaciones afectivo-sexuales y de los cuerpos no heteronormativos.
Esto indica que, en el mundo occidental, se han conseguido importantes avances, pero el rechazo a todo lo que no encaja en el orden heteropatriarcal sigue vigente. Actualmente vivimos tiempos en los que la creciente fuerza política de la extrema derecha en Europa augura malos tiempos para el respeto de los derechos humanos.
La malinterpretación del concepto natural y los argumentos de un biologicismo amañado están contribuyendo a la regresión hacia posturas conservadoras, que fundamentan la legitimidad de la homofobia en la convicción de que la heterosexualidad es lo natural incuestionable, al igual que la sucesión de la noche al día.
En el mundo del deporte, estas creencias, así como los conceptos de feminidad y masculinidad y la división de los roles de género que determinan se manifiestan con mayor severidad. En el deporte, la masculinidad, representada por el guerrero al más puro estilo de La Iliada,sigue siendo su modelo de referencia 2000 años después. La estética, la simbología y la violencia de la guerra impregnan el mundo del deporte, donde el deportista –nuevo héroe– es el mayor exponente de virilidad.Para mantener este patrón de comportamiento, es necesario excluir a toda persona que no ajuste al patrón perfecto de hombre-macho. Es cierto que las mujeres han entrado en el mundo del deporte, pero en situación de flagrante discriminación y sin derecho al rol de deportista. No son aceptadas excepto en la actividad física adscrita a la debilidad de la feminidad.
Lógicamente, el modelo de masculinidad requerido en el deporte es la causa de que la homofobia esté más agudizada que en otros ámbitos sociales y que sea más difícil declarar que eres LGTBI: el 0,5% de deportistas participantes en los JJOO de Río.
Además, la homosexualidad tiene dos categorías. Y, como no podía ser de otra manera, la homofobia en el deporte afecta a las deportistas de manera diferente. Para empezar, se invisibiliza la lesbofobia. Ocurre en los artículos interesantes acerca de la homofobia en el deporte, donde ellas son las ausentes. Marca una pequeña excepción la última pregunta que le hacen a Rubén López, responsable de deportes y portavoz de Arcópoli, en la entrevista “¡Por supuesto que hay futbolistas gays! Tenemos constancia de ello”:
– Como en el resto de la sociedad, ¿las mujeres deportistas aún lo tienen más difícil que los hombres para reconocer su homosexualidad?
– Ya hemos hablado de la cultura de machos, realmente el deporte de mujeres está infravalorado y apenas se tiene en cuenta. Se sufre homofobia también por supuesto y a esto se suma el machismo imperante.
Tampoco las mujeres están presentes en las noticias que recogen iniciativas contra la homofobia en el deporte. A pesar de ello, celebro las acciones llevadas a cabo en Europa, que comenzaron con la Carta contra la homofobia de los gobiernos francés y británico en 2011. A lo largo de los años, se han ido sumando diversos equipos. Cabe destacar las acciones de la última Premier League contra la homofobia y a favor de la inclusión del colectivo LGTB en el mundo del deporte profesional. Entre otras, los capitanes de los 20 equipos lucieron un brazalete arcoíris y se vieron cordones de siete colores en las botas de muchos futbolistas y árbitros.
En España, la Liga de Fútbol no ha participado, aunque vista la manera de pensar de su presidente, no creo que sorprenda a nadie. Así mismo, es lamentable las ausencias del Real Madrid, el Barcelona y de la Federación de Fútbol. Sí se han sumando a las reivindicaciones contra la homofobia algunos clubes o deportistas a nivel personal. Destaca en positivo el hockey, cuyas/os capitanas/es de las selecciones absolutas han lucido el brazalete arcoíris. Por cierto, la noticia “El hockey español dice no a la homofobia” se ilustra con la fotografía de una jugadora: ¡toda una rareza!
El aspecto más dañino de este asunto es el trato vejatorio que algunos altos directivos dispensan a las deportistas. Voy a recordar tres ejemplos:
- Felice Belloli, presidente de la Lega Nazionale Dilettanti, dijo en una reunión que estaba harto de apoyar al fútbol femenino, que “Basta ya de dar dinero a cuatro lesbianas”.
- Shamil Tarpischev, presidente de la Federación Rusa de Tenis y miembro del Comité Olímpico Internacional –COI-, en un programa de televisión se refirió a Serena y Venus Williams como “los hermanos Williams”, cuestionó su género y afirmó que estas tenistas empañan el tenis.
- En el último Mundial de Fútbol Femenino, las jugadoras fueron obligadas a pasar una prueba de verificación de sexo.
Resucitar esta práctica, abolida quince años atrás, tiene un claro y homófobo objetivo: crear rechazo y amedrentar a las deportistas que no se ajustan al canon de belleza hegemónico. Es un tema muy delicado que compromete los derechos humanos y que no puede solventarse con dos nociones de pseudociencia.
Alguna cabeza pensante ha propuesto medir la proporción de testosterona de las mujeres. Entonces, quizá habría que medir la testosterona de los hombres deportistas y clasificarlos en función de sus niveles en sangre en cada disciplina, ¿no?
De momento, más les valdría a las Instituciones deportivas emplearse en evitar cualquier tipo de exclusión. El COI perdió una oportunidad de oro de posicionarse contra la homofobia en los JJOO de invierno de 2014 en Sochi, Rusia, donde se había promulgado la Ley contra la propaganda de las relaciones sexuales no tradicionales.
La Carta Olímpica, dice que es incompatible con la pertenencia al Movimiento Olímpico toda forma de discriminación, ya sea por cuestión de raza, religión, ideas políticas, género u otro motivo. El COI no aplicó la normativa y mantuvo Sochi como sede. Así mismo, soportó que desde el gobierno ruso se dijera: “Los eventos deportivos no son el terreno para difundir distintas opiniones, ni para nazis ni para otros estilos de vida”. Posteriormente, el COI aseguró que se iba a exigir una cláusula antidiscriminación a la ciudades sedes de JJOO.
Está por ver si cumple su promesa.
Matilde Fontecha Miranda es Doctora en Filosofía, Licenciada en Ciencias de la Actividad Física y Deporte y Diplomada en Coeducación. Ha sido profesora titular en la Universidad del País Vasco, donde ha participado en la formación del profesorado desde la perspectiva coeducativa. Así mismo, ha colaborado con diversas universidades y organizaciones en temas relacionados con el Feminismo y la Coeducación.
Sobre este blog
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