Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La impostura en las campañas electorales
Desde la llegada de la democracia que ahora disfrutamos pocas veces el ocaso de las ideologías ha estado tan patente. Las dos grandes vertientes o tendencias ideológicas (izquierda y derecha) están hoy desdibujadas y revueltas en esa “casta” que hoy constituye el término más utilizado por quienes, de ese modo, solo dan pábulo al impulso publicitario y oportunista puesto en marcha por los emergentes de Podemos. La “gente”, -igualmente un término despectivo con que llaman a la ciudadanía en general-, es una masa informe que acude a sus llamadas y se mueve en oleadas. “¡Fuera la casta!”, gritan en tropel quienes pertenecen a otra casta desde hace algún tiempo. Claro que se trata de “gente” y no de “ciudadanos”, porque un atrevido catalán también se adelantó a ellos y patentó el nombre “Ciudadanos” como partido político. Los asesores de imagen ya han aleccionado tanto a uno como a otro: ni Pablo Iglesias debe usar el término “ciudadano” ni Albert Rivera debe usar la palabra “podemos” en sus comparecencias. Eso les lleva a comportarse como auténticos impostores.
Si Pablo Iglesias advirtió que a pesar de considerarse de izquierdas su partido Podemos no es de izquierdas ni de derechas, Albert Rivera le ha copiado en buena medida al proclamar que “somos un partido laico, progresista y librepensador”. Si Pablo Iglesias propone que la división no se marque en el punto medio, entre la izquierda y la derecha, sino entre los de arriba y los de abajo, Albert Rivera pone la línea divisoria entre lo viejo y lo nuevo, lo caduco y lo innovador. Pero es en las campañas electorales cuando todos muestran sus caras, sus preocupaciones, sus intenciones y sus semblantes.
Bien debemos saber que estas imposturas proceden de cálculos minuciosos cuyo objetivo no es otro que la consecución de los votos. Aún sin pensar en perversas intenciones o en estrategias arteras tanto unos como otros necesitan el mayor número de votos sin mirar la procedencia, así que aprovechando la crispación de los ciudadanos atribulados por la escasez y las carencias, todos echan el anzuelo para captar a los enfadados y a los ocasionales oportunistas, que siempre están esperando. Sin embargo una campaña dura quince días, que nunca son suficientes, porque los mítines de unos han de servir para contrarrestar a los de los otros, y las consignas han de ser tan embaucadoras como concretas para llegar a lograr el objetivo.
Durante esos quince días los que no eran “casta” se comportan como los encastados. En la campaña andaluza que actualmente se está celebrando el candidato del PP ha dicho que “somos lo que somos y no cosas raras”. En esta apreciación ha estado certero. Pero Pablo Iglesias, a su vez, ha largado que “los abuelos y las abuelas son decisivos en estas elecciones” y se ha quedado tan ancho. También él ha sido certero. La verdad es que ambos podían haberse intercambiado los papeles, los mítines y los atriles, y ambos hubieran seguido tan campantes. Es el tiempo de la cosecha, tiempo para aplicar aquella canción publicitaria que hizo célebre una marca de cognac gaditana: “Por fin llegó la cosecha. Llegó la cosecha hermanos, que ya parieron sus frutos regadíos y secanos; por fin llegó la cosecha, venga alegría, venga la fiesta”. Y así es, que llegada la hora de la cosecha hay que infundir alegría, porque también premian los satisfechos con su voto a quienes les embaucan con una sonrisa; e igualmente premian con sus votos los enrabietados a quienes les acrecientan la rabia con sus consignas. Sin embargo, ni las sonrisas ni los desmanes han de ser impostados. La gente no es un rebaño, ni los ciudadanos son una formación de hombres y mujeres que marchan en fila india.
Dado que nuestra sociedad se mueve hoy siguiendo parámetros diferentes a los de las ideologías clásicas, conviene preguntar a los líderes de aquellas por qué han dejado que la sociedad las ningunee y las cambie por un plato de lentejas. Pero la impostura que vive latente en las nuevas formaciones debería ser también explicada (o negada) por quienes dicen haber acudido a remediar el naufragio cuando la tempestad amenaza ya bonanza, y las naves viejas están casi descuartizadas. Con los restos del naufragio ellos dicen estar dispuestos a construir sus naves. Veremos si se trata de chalupas o yates a su servicio.
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