Lagunas y excesos de la ley estatal de vivienda

Dos años después de que el Congreso aprobara la ley estatal de Vivienda, el problema persiste. Se nos vendió como la gran solución. Sin embargo, su aplicación genera en muchos casos inseguridad y consecuencias diversas en el territorio. No ha servido para atajar el problema.

No votamos a favor de esta ley por varios motivos. Entre ellos, el competencial. Se puso una alfombra roja a la intromisión del Estado para legislar en lo propio. Pero también había otros problemas por lo que no regulaba, y lo que no incluía y era necesario. No se reguló el alquiler de temporada, y esta tipología de contrato se ha usado en fraude de ley. Lo dijimos y hoy, en privado, se reconoce.

Han pasado más de dos años y ahora vemos cómo en el Congreso los grupos que la impulsaron con entusiasmo como garantía de rescate de un sistema roto nos proponen correcciones aisladas y desordenadas sobre vivienda turística y de temporada, o nuevas iniciativas que la modifican 'de facto' y que apenas sirven de auto enmienda política, porque las mayorías no dan. Nosotros no planteamos su derogación, pero sí su adaptación para que sea efectiva y no obstaculice el objetivo perseguido: el acceso a una vivienda digna y asequible.

Tenemos que partir de un diagnóstico real y a ser posible compartido. Hay una realidad indiscutible: falta vivienda digna y asequible de promoción pública, y quienes la tienen son pequeños propietarios. Claro que hay que dotar de seguridad al inquilino, pero también al propietario. Si reconocemos el derecho, no podemos escudarnos en el propietario. Son las Administraciones Públicas las que tienen que asumir el escudo social de vivienda. Dotar de seguridad al contrato es imprescindible si queremos vivienda en alquiler en el mercado.

Dos años y medio después de la aprobación de esta ley estatal, la emancipación de los y las jóvenes es más difícil. Cualquiera tiene que destinar más de lo recomendado de su renta a un alquiler y las viviendas destinadas a ello se retiran del mercado porque se genera inseguridad en la sociedad. Queda demostrado que cuando un problema de esta magnitud se quiere solucionar a base de máximas y proclamas ideológicas, el problema lejos de remitir continúa vivo.