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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Repensar Podemos a partir de unos resultados adversos

Pablo Iglesias, en un acto político reciente.

Roberto Uriarte

¿Recuerdan aún cuando hace solo dos años Podemos irrumpió en unas elecciones europeas con unos resultados sorprendentes? ¿Recuerdan a su líder, Pablo Iglesias, con un rostro pletórico pero diciendo que aquellos resultados no eran buenos y que no se daba por satisfecho? A diferencia de entonces, tras las autonómicas en que Podemos conserva la segunda plaza en Galicia, pero cae de la primera a la tercera en Euskadi, ahora sus líderes tienen rostros compungidos y en cambio se muestran muy satisfechos en sus análisis.

Podemos ha cambiado mucho en dos años. De caras alegres y análisis exigentes a caras tristes y análisis complacientes. A veces cuesta creer que se trate de la misma organización.

En lo qué sí que ha habido un cambio para bien es en que por fin se está empezando a prestar atención a los reclamos a favor de una refundación, una vez pasada la fase de excepcionalidad, la de la famosa “ventana de oportunidad”. Parece que va ganando adeptos la idea de que el funcionamiento tacticista tiene recorrido corto; de que es imprescindible incardinar las tácticas en una estrategia a medio plazo y en unos objetivos a largo.

¿Cuál es el modelo de organización que se espera de quien reivindica la “nueva política”? Es difícil responder. Algunos autores opinan que los actuales partidos políticos, tal y como están conformados, no pueden regenerar la democracia, porque son uno de los problemas fundamentales de la democracia misma y porque han dejado de ser organizaciones de la sociedad civil para convertirse en instituciones del Estado, con todos sus líderes al servicio del aparato del Estado y mantenidos con sus fondos.

Para quien quiera repensar el modelo de organización de Podemos, puede resultar conveniente conocer los errores cometidos por otros en el pasado. El partido verde ofrece muchos materiales para entender un proceso que en Alemania se desarrolló en décadas, pero que en Podemos se ha precipitado en meses. Habría que repensar el proyecto y el discurso y analizar cuál es el sentido bueno y el sentido malo de conceptos como transversalidad, centralidad, populismo, etc. También generar antídotos procesales contra el sectarismo, uno de los peores vicios de la vida interna de los partidos. E igualmente contra la manipulación de los instrumentos de participación interna, tanto de los instrumentos de democracia representativa, como de los de democracia directa, para que no funcionen como mero refrendo de posiciones adoptadas por la dirección. Por supuesto que prever espacios para integrar la pluralidad e incluso para canalizar la disidencia, sin que ésta llegue a convertirse en disfuncional. Y todo esto, que es un enorme reto, se complica aún más con las exigencias propias de un proyecto que se concibe a sí mismo como plurinacional.

Algunas organizaciones territoriales de Podemos, como las de Madrid, Andalucía o Extremadura, van a hacer congresos para analizar los problemas en sus respectivos espacios y probablemente también para plantear sus propuestas de articulación territorial de cara al congreso estatal de refundación.

Si Podemos quiere crear o ayudar a crear con otros una organización que sea un instrumento eficiente y democrático para impugnar una democracia débil, necesita echar el freno, dejar de lado las peleas internas por ocupar espacios de poder y ponerse a pensar y a debatir en serio. Si no consigue articular un instrumento creíble, no será sólo el fracaso de un partido más, sino que provocará también el desencanto de quienes apoyaron de forma entusiasta esa impugnación de un sistema que cada día funciona más como una máquina de desigualdad. Y eso sería más grave.

Porque, al contrario de lo que sucedía en la segunda mitad del siglo XX, en la era de la globalización, la vieja socialdemocracia europea ha claudicado de cualquier intento serio de revertir la desigualdad extrema en los recursos. Y una distribución equitativa de los recursos es condición necesaria para el ejercicio efectivo de los derechos y en consecuencia, para una democracia sana. Si una organización emergente como Podemos, que está intentando retomar con cierto éxito la bandera de la redistribución, abandonada por otros, también decepciona, se generará el caldo de cultivo para quienes prefieren no atacar el origen real de las injusticias, sino buscarles un chivo expiatorio.

La derecha conservadora se llenará la boca hablando de experimentos condenados al fracaso. Y lo que es peor, la derecha populista y xenófoba, que se extiende vertiginosamente por toda Europa, tendrá un nuevo caladero en una indignación popular que no ha encontrado un cauce satisfactorio.

Roberto Uriarte Torrealday, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco y exlíder de Podemos Ahal-Dugu

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