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Vacaciones para extranjeros en Bilbao, entre la incomodidad de la mascarilla y el miedo al contagio

Max y Tessa paseando en en la Plaza Nueva durante su viaje por Bilbao

Maialen Ferreira

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Lejos queda ya la imagen del turista extranjero que, mapa en mano, recorre Bilbao en busca del West Highland terrier gigante conocido como ‘Puppy’ o de las sinuosas formas de titanio del Guggenheim para que sean el escenario de su próximo ‘selfie’. También quedan lejos las fiestas de la noche bilbaína en los bares que recorren el Casco Viejo hasta altas horas de la madrugada.  

El coronavirus ha irrumpido en la agenda de las miles de personas que planeaban pasar sus vacaciones de verano en Bilbao –y en otras ciudades de Euskadi- y las ha pospuesto o incluso cancelado. Algunos por el miedo a contagiarse, otros por las restricciones, que en España son más estrictas que en otros países. La cuestión es que son pocos los ‘valientes’ turistas que se ven paseando por la Ría o, visitando el Teatro Arriaga o tomando algo en el Mercado de la Ribera. 

Sentados en una terraza de la Plaza Nueva, Max y Tessa terminan su desayuno. Han llegado desde la ciudad alemana de Munich y se quedarán visitando Bilbao y sus alrededores cinco días, cuando tomarán el vuelo directo de regreso a su casa. “Teníamos otro viaje pensado para esta fecha, pero lo tuvimos que cancelar y pensar en algo más cerca y que fuera directo”, indica a este diario Max, de 53 años, que ha escogido un hotel en el centro para alojarse.

“Tenemos un poco de miedo, sobre todo de ir a sitios donde hay mucha gente, como cuando llegamos al aeropuerto. Por eso estamos teniendo cuidado. Iremos a museos, tiendas y restaurantes. También a alguna playa, pero todo siguiendo las medidas de seguridad. Era eso o quedarnos en casa y no queríamos lo segundo”, cuenta Tessa, que aprendió español en la escuela por lo que puede comunicarse con los camareros -y con este periódico- sin problemas.

Paseando por los alrededores del Museo Guggenheim, Anne y sus amigas planean qué van a hacer el resto de la tarde. “Nos ha gustado el museo, pero lo que peor llevamos son las mascarillas. Queríamos salir de fiesta esta noche, pero no sabemos qué haremos. En Francia no es tan obligatorio como aquí”, indica la joven, proveniente de Lyon, que ha decidido venir a la villa con sus amigas para pasar unos días de playa y fiesta. Cuando llegaron no esperaron encontrarse con las restricciones para el ocio nocturno. “Estábamos fuera de un bar sobre las 11 de la noche y vino la policía para que entráramos dentro, porque no había terraza. No entendíamos bien y nos asustamos un poco”, cuenta Anne, que a pesar de las limitaciones asegura que se lo pasaron bien. Las jóvenes han optado por un piso turístico para alojarse, por ser más barato que un hotel.

Adrienne temía viajar con su familia este verano. “Mis hijos tienen 3 y 4 años y es más complicado viajar con ellos porque no queremos que les pase nada. Al principio iba a venir mi madre con nosotros, pero no queríamos traerla a España por si acaso. En Francia las cosas no son como aquí, ahora están empezando a poner la mascarilla obligatoria, pero la lleva menos gente. Parece que en España hay más miedo que en otros sitios”, asegura la mujer, que vive junto a sus hijos y su marido en una casa a las afueras de Paris.

Según los datos publicados por la oficina de turismo del Ayuntamiento de Bilbao, se atendieron a un total 9.496 visitantes durante el mes de julio, de los cuales tres de cada 10 eran extranjeros, la mayoría franceses, holandeses y alemanes. Con la llegada de la segunda ola de coronavirus, ya confirmada por la consejera de Salud del Gobierno vasco, Nekane Murga, las cifras podrían verse resentidas en agosto. Unos datos que podrían traducirse en pérdidas económicas teniendo en cuenta que el 5,3% del PIB vizcaíno -y el 7% en el caso de Bilbao- dependen del turismo.

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