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Urkullu afirma que Euskadi se acerca ya a la “normalidad” económica pero no pone fecha al final de la emergencia sanitaria

El lehendakari, Iñigo Urkullu, saludando a las autoridades guipuzcoanas y a su gabinete antes de su entrada en Miramar

Iker Rioja Andueza

31 de agosto de 2021 13:23 h

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El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha mantenido la tradición y ha abierto el nuevo curso político con un discurso y posterior rueda de prensa en una sala noble del Palacio de Miramar de Donostia tras la primera reunión del Consejo de Gobierno después de un parón vacacional no muy largo para él. Es ya el inicio del décimo año del mandato de Urkullu y se cumple ya uno del inicio de su tercera legislatura. En un contexto que inevitablemente sigue marcado por la pandemia, el presidente vasco ha combinado un patente optimismo económico con el “realismo” sanitario. Por un lado, ha asegurado que “en términos económicos, Euskadi se acerca a la normalidad” previa a la llegada del coronavirus. Pero, por otro y sin quitarse la mascarilla, ha apelado todavía a “extremar la prudencia y la prevención” y no ha querido fijar una fecha para el final de la emergencia sanitaria, que fue declarada a mediados de agosto de 2020 por segunda vez y que sigue en vigor. Además, ha mostrado su enfado por los “conatos de violencia” y de desprecio a la autoridad y a las restricciones en el contexto de botellones y supuestas no fiestas veraniegas.

Urkullu, que en junio amagó con poner fin a la etapa excepcional justo antes de la gran ola de verano que ha llevado a máximos los contagios, sobre todo entre la población más joven, ha confiado en que “ojalá” en las “próximas semanas” se pueda pasar a una gestión “endémica” de esta enfermedad y no “pandémica”, pero ha insistido en que el objetivo a corto plazo es que la tasa de incidencia baje de 300 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días, cinco veces más que la meta final, que es que la transmisión no sobrepase los 60, como ha recordado. “Podemos ganar esta batalla frente al virus, pero sólo lo haremos si no nos equivocamos creyendo, antes de tiempo, que ya hemos ganado. No podemos olvidar la imprevisibilidad del virus y su capacidad de mutación. Tampoco el peligro que representa el déficit de vacunación en los países más empobrecidos”, ha solemnizado.

El lehendakari ha apuntado que la presión hospitalaria sigue siendo elevada y que no desciende al mismo ritmo que la positividad. También que toca seguir avanzando en la cobertura de la vacunación. Según explicó este lunes la titular de Salud, Gotzone Sagardui, se espera disponer de un 100% de la población vacunable (mayores de 12 años sin contraindicaciones) con una dosis hacia mediados de septiembre, lo que llevaría el final del proceso hasta 28 días después, cuando finalicen las segundas dosis de Moderna. Urkullu, que ha calificado de “criminal” al coronavirus, ha mencionado su “imprevisibilidad”. “Debemos mantener la atención [...]. ¿Debate sobre recuperación de libertades? Lo importante es que las medidas tienen un único objetivo y, si para ese objetivo tenemos que adoptar medidas preventivas, huelga cualquier otra interpretación sobre libertades. Estamos procediendo en las medidas que intenten ese objetivo prioritario de mantener el equilibrio entre la preservación de la salud y la actividad más o menos normalizada posible. Ojalá que pronto se den circunstancias que nos hagan aliviar las medidas preventivas al estar por debajo de 60 casos. Mantener en vigor determinadas medidas a nadie nos gusta. Sabemos que tienen incidencia en determinados sectores, pero lo estamos haciendo para dar una señal de que seguimos en pandemia”, ha explicado Urkullu preguntado por los periodistas por un hipotético escenario sin reuniones del Labi ni restricciones sanitarias.

Como principal punto negro, ha mencionado los botellones y los incidentes que se viene sucediendo. Ha dicho que se trata de un problema “global” y que “responde a la suma de tres actitudes, la expresión de violencia, el desprecio a la autoridad y el consumo de alcohol fuera de la normativa”. Son “personas que se enfrentan a la Policía y un grupo que provoca actos vandálicos”, ha lamentado dejando claro que no pretende “estigmatizar” a la juventud. Después de pedir a la oposición -singularmente a EH Bildu- que no es momento de “restar importancia a ningún tipo de conato de violencia” ha señalado que “es importante insistir en la defensa pública de la Ertzaintza y de las Policías locales”.

La dualidad en la alocución de Urkullu ha sido muy evidente. Y es que en el terreno económico ha aludido a noticias “excelentes”, a datos “esperanzadores” y a saltar de una fase de “resistencia” a otra de “transformación”. “En 2022 se recuperará definitivamente todo el PIB perdido durante la pandemia”, ha prometido, aunque ha concedido que “es evidente que sigue habiendo amenazas” para “determinados sectores” de la industria así como para la cultura, la hostelería o el turismo. Ha puesto números a su optimismo y ha citado el crecimiento del 24% de la exportaciones en el primer semestre, que la industria ha subido un 14% interanual y que el PIB del segundo trimestre se ha disparado un 18%. Los ingresos de las Haciendas forales suben también un 15,7% y, según ha pronosticado, la recuperación “se trasladará al mercado laboral” también, con más del 90% de los afectados por los ERTE ya reincorporados y el desempleo en el 10,3%, esto es, cerca del nivel del 10% que se logró justamente antes del inicio de la pandemia. Con ambición, además, ha indicado que su aspiración no es volver al nivel previo sino activar grandes transiciones energéticas o verdes, para lo que confía en la captación de fondos Next Generation EU.

Sobre una cuestión más específica, los máximos del precio de la luz, Urkullu ha enfatizado que el Ejecutivo autonómico no tiene competencias y ha lanzado un capote al Gobierno de Pedro Sánchez al verle atado por la legislación europea. “No creo que haya bajado los brazos”, ha señalado. En todo caso, sin querer considerarlo un reproche a nadie, ha explicado que Euskadi encara este problema habiendo renunciado a explorar la extracción de gas como energía alternativa de transición y con oposición a algunos proyectos de renovables, polémicas especialmente fuertes en Álava.

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