Ni AVE ni jilgueros siquiera
Voy a omitir los detalles de otra de las desavenencias entre el Gobierno de Madrid y el de Extremadura, en este caso por la discrepancia en unas inversiones en banda ancha (22 millones de euros es el importe) porque pueden encontrarse en otros lugares con suma facilidad. Y lo que haré, habiendo trabajado durante décadas en asesoramiento a empresas, bien pagado, y siendo “España” y en concreto “Extremadura” la empresa que más quiero, daré algún consejo gratis et amore, a ver si ayudo a resolver este entuerto, otro más en la larga lista de menosprecios que Extremadura viene recibiendo del Gobierno central.
Le voy a regalar al Ministro, al de la cosa de “Energía, Turismo y Agenda Digital” junto con el de “Economía y Competitividad” y otros negociados, tan amados y que tanto nos quieren, una sesión de “optimisation”, porque en inglés suena como más científico, ¿verdad?
Y ¿Por qué regalarles algo? Por puro afecto y por algo de injusticia que percibo y alguna incongruencia con la función que deben desempeñar en esos Ministerios de tantas cosas. Veamos: Extremadura tiene demostrada su lealtad a España, en todo tiempo y forma y bajo cualquier gobierno que hayamos tenido aquí o en Madrid, y esa lealtad nunca ha sido reconocida ni recompensada con un trato equitativo sino que, no sólo no se han invertido en su momento en las infraestructuras precisas (las inversiones en el ferrocarril en el Siglo XIX, por ejemplo, fueron inversiones privadas en mucha medida especulativas, de ciertos financieros y nunca buscaron el beneficio para nuestra tierra y nuestras gentes; así de claro lo digo) sino que, aprovechando cierta “insignificancia estadística” (casi un 10% del territorio les parece insignificante a ciertos “gestores de lo público”) incluso se dedican, desde ciertos despachos, a desmontar esa red y se niegan ahora en estos despachos a propiciar la instalación de las redes tecnológicas que, además de las físicas, constituyen las autopistas del conocimiento y de la modernidad. Eso que llaman “Sociedad digital”, por acortar.
Y esa desatención no solo es injusta sino que choca con uno de los principios de la optimización de recursos tan querida, dicen, por nuestros expertos. Esta va a ser mi buena acción del día y sin cobrarles: supongamos que el administrador de una gran finca, en la que se producen diversos cereales y otras plantas, tiene que alimentar una variedad diversa de animales a los que conviene nutrir de forma óptima. La diversificación que este mundo exige le ha llevado a producir jilgueros, tan apreciados para alegrar las “colmenas” de las ciudades, caballos de pura raza extremeña (quería decir española, pero me ha podido el orgullo) con tantas aplicaciones, y elefantes, que tienen “mucho tiro”, como es sabido, en diversos mercados e industrias. Jilgueros, caballos y elefantes, pues. ¿Qué hacer para optimizar esos recursos escasos, como siempre lo son los nutrientes? ¿A qué animal le damos preferencia en la elección de sus alimentos?
Fuerte constricciones tenemos por tanto en la asignación. Hay que priorizar al jilguero. Lo primero sería apartar el alpiste y poco más que es lo que necesitan esos jilguerillos a los que buenos cuartos se le sacan. Pían muy bien y son muy armónicos y nunca dicen una palabra más alta que otra. No cuesta tanto mantenerlos sanos. Hasta en las minas salvan vidas.
Los caballos, esos briosos animales que tanto juego nos dan y que tan airosos resultan, sea tirando de una carreta o de una carroza... Mi jaca, que galopa y corta el viento. Comen lo suyo y en cierta cantidad, pero tampoco pueden comer “cualquier cosa” porque se les estropea la dentadura. Y luego no los quieren ni regalados. Orden y seleccionemos bien.
Y los últimos en el reparto, los elefantes, que son muy listos pero no son nada exquisitos en algunos aspectos y “comen de todo”, como si no hubiera un mañana, y dejarían nuestro almacén y el bosque y los sembrados de la finca, si se les dejara, convertido en un desierto improductivo. Con alguna acacia reseca en el altozano. No son maneras, las de los elefantes, aunque tengamos que “producirlos” para acarrear troncos o para el circo o el zoo. Así es la vida de los “productores”, que no ganamos para conflictos morales.
De modo que, queridos ministros y otros altos cargos del cortijo, piensen que por 22 millones (trabajo me cuesta reproducir el número de ceros después del cero y la coma que supone esta cantidad en sus presupuestos) vamos a tener unos jilguerillos muy contentos que nos van a piar cada mañana las alabanzas del Estado de Bienestar que tanto quiere a Extremadura, como todo el mundo sabe. Y así los caballos (¡quién fuera caballo en la plaza de Trujillo!) podrán piafar orgullosos y los elefantes barritar como les corresponde en las largas filas que forman, agarrándose todos al rabo del primero. Y aquí paz. ¿O tendremos que piarlas con graznidos desagradables cual la Milana? Ustedes mismos, señores. Demuestren su suma inteligencia y no nos cierren ni nos nieguen todas las vías hacia nuestro futuro, que es el suyo. Y administren con respeto hacia los pequeños, porque luego crecen. Y Piolín enfadado tiene mal genio. Y, por cierto, demostrado está que los jilgueros son más leales que ciertos elefantes, de modo que regúlenles a ellos la dieta. Mejor será para la finca común. Es gracia que espero, etc, etc..