Els Joglars defiende la libertad de expresión bajo el arco romano de Cáparra, Cáceres
La compañía catalana Els Joglars cerró este domingo por la noche el ciclo teatral estival en las ruinas romanas de Cáparra con ¡Que salga Aristófanes!, un espectáculo con el que celebra 60 años encima de los escenarios y reivindica la libertad de expresión y la mirada crítica.
Cuarta y última cita de la extensión cacereña del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, el espectáculo se presenta con una dramaturgia contemporánea, que combina la música, la danza, la literatura y lo visual.
En el escenario, con una escenografía “funcional”, seis actores muestran lo que ocurre en un centro de salud mental, donde un grupo de pacientes está ensayando una obra de teatro sobre Aristófanes, dirigida por un ex profesor universitario -Ramón Fontserè- que ingresó en el centro de salud tras ser expulsado de su trabajo por unos polémicos tuits que lo hundieron personalmente.
Empieza aquí un debate que buscar hacer reflexionar al espectador sobre los límites de la moral y la libertad de expresión y que le lleva a preguntarse -o esa al menos parece la intención- quién decide lo que es políticamente aceptable y lo que no lo es.
La última apuesta de Els Joglars nos deja un mensaje, cuando menos, inquietante: estamos expuestos a una sociedad sobreprotectora capaz de vetar contenidos a juicio de algunos, los nuevos críticos de la sociedad, quienes señalan a otros, los “culpables” para demonizarlos a través de unas plataformas que ofrecen total anonimato, las redes sociales.
Sobre la idea de que el arte debe ser ajeno a la moral, la compañía catalana ha construido un espectáculo donde los Aristófanes, los Chaplins o los Molières encarnan la risa del disidente ante una sociedad basada en la religión de los sentimientos.
Desde el humor y la sátira muestran la perversidad “buenista” que señala, delata y lincha a los discrepantes en las nuevas hogueras de Twitter, Facebook y demás redes.
La extensión en Cáparra del Festival de Mérida, el primer escenario del certamen que vio la luz en la provincia de Cáceres, ha vuelto a contar, por séptimo año consecutivo, con el apoyo unánime de un público entregado a la magia que desprende la visión nocturna de un yacimiento romano todavía desconocido para muchos.
“Ha sido una experiencia enriquecedora, que espero se pueda repetir durante muchos años más. Si es así, no tengo ninguna duda de que volveré”, ha señalado a la agencia Efe Mónica Fernández, entusiasta del teatro que ha asistido a las cuatro funciones programadas este año en Cáparra: El aroma de Roma, La tumba de Antígona, Miles Gloriosus y ¡Qué salga Aristófanes!
Este ha sido el sentimiento general del público que se ha sentado durante cuatro noches en el graderío, colocado frente a un escenario que ha vuelto a integrar, de manera muy acertada, el gran arco tetrápilo de Cáparra como telón de fondo.
0