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Las embarcaciones de 2.000 años que resurgieron del fondo de un río para unir la historia de Galicia y Portugal

La séptima de las embarcaciones encontradas en el río Limia

Javier H. Rodríguez

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A apenas un par de kilómetros río arriba desde la villa marinera de Viana do Castelo (Portugal), parece haber oculta una mina de tesoros arqueológicos. A lo largo de los últimos cuarenta años, pescadores y vecinos de la desembocadura del río Limia en el océano Atlántico han llegado a encontrar hasta seis embarcaciones de madera fabricadas con una única pieza. De un solo árbol. Y resulta que no solo es excepcional la destreza artesana de sus creadores. Lo más singular es que, según las dataciones hechas con carbono-14, algunas de estas piraguas tienen más de 2.000 años. Otras fueron usadas incluso hasta la Edad Media. No solo eso. Su extraordinario estado de conservación no tiene apenas precedentes en el sur de Europa. A través de las vetas de sus maderas, investigadores e investigadoras expertas en arqueología consiguen descifrar cada vez un poco más la cultura castrexa. Un pasado común que une la historia de Galicia y Portugal. La de todo el noroeste peninsular. Hace apenas dos semanas, del fondo del Limia ha resurgido una séptima canoa.

Todavía es pronto para ubicar en el tiempo el nuevo hallazgo. Pero sea cual sea el resultado de la prueba de radiocarbono, es evidente que este río que nace en un pequeño monte ourensano ha consolidado a su alrededor una tradición milenaria de construcción de monóxilos —barcos hechos con un solo tronco—. Así lo corrobora a elDiario.es el coordinador del Centro Nacional de Arqueologia Náutica e Subaquática de Portugal (CNANS), José António Gonçalves: “Todas están talladas en un solo tronco de carballo. Si las comparamos, podemos ver cómo su morfología evoluciona en función de la época en la que fueron construidas”. Según las investigaciones que manejan en el CNANS, parece haber una tendencia a la reducción de tamaño y también al achatamiento de los fondos, pero todavía no saben si esto “se debe a la escasez de materia prima (árboles más grandes) o si es una opción técnica y/o la influencia de otras tradiciones de construcción naval importadas a la península Ibérica procedentes de otros lugares”.

Algunas de las embarcaciones presentan detalles peculiares que remiten datos sobre uso, reparación y también sobre una posible evolución técnica. La reparación del borde de la Lima 4 (datada entre los siglos IV/III a.C.) con técnicas de construcción naval mediterránea y una pequeña pieza de refuerzo estructural en el interior de la Lima 3 (siglo IX d.C) son ejemplos de ello. Sin embargo, independientemente de la antigüedad de cada una de ellas, puede parecer extraño que unos troncos de roble puedan seguir tan bien conservados. Pero tiene su explicación. Todas ellas fueron encapsuladas por los sedimentos del río bajo la columna de agua, es decir, en un ambiente anaerobio libre de xilófagos (insectos que se alimentan de madera).

“La madera es un material vivo, que se degrada con el paso del tiempo, y lo más habitual es que desparezca. Sólo en condiciones excepcionales se preserva”, sostiene María Martín Seijo, profesora en la Universidad de Cantabria y una de las personas que más ha abordado la cultura castrexa es sus líneas de investigación. Las excepciones son la carbonización en incendios, la mineralización al quedarse en contacto con metales y, como en este caso, el anegamiento. “Aunque la estructura química de la madera sufrió cambios a lo largo del tiempo, su aspecto (mientras no pierde el agua) es el original. Los contextos en los que se conserva madera anegada en el sur de Europa son totalmente excepcionales”, recalca Martín Seijo. “Existe un número relativamente extenso de piraguas en la zona norte de Europa, pero el conjunto del Limia es totalmente excepcional en el sur”, prosigue.

Conclusiones e incógnitas

Todavía quedan muchos datos por esclarecer. A saber, “las cuestiones inherentes a los detalles constructivos, las posibles influencias alogénicas y la variación morfológica en el tiempo”, como explica el coordinador del Centro Nacional de Arqueologia Náutica de Portugal. Otras cuestiones, como la aparente afinidad morfológica de la Lima 3 con el ejemplar ahora descubierto, “podrían derivar de un espacio náutico preciso, ya que ambos fueron hallados en Mazarefes, a diferencia del resto de época medieval”, que fueron hallados varios kilómetros aguas arriba, entre los orillas de Lanheses y Moreira de Geraz do Lima.

A juicio de la investigadora gallega, estas piraguas “dan una información crucial sobre la tecnología de la madera y la gestión del bosque, y también sobre la navegación fluvial hoy por hoy”. El exhaustivo estudio que se hizo desde lo CNAS, liderado por Francisco Alves, permitió documentar que la Limia 4, fue obtenida a partir de un tronco de roble, con numerosas ramas laterales, “por lo que este árbol crecía en una zona en la que existían claros que permitían este tipo de crecimiento”. Estas ramas laterales son un problema en el momento de elaborar este tipo de embarcaciones, explica, porque los nudos son zonas donde después la madera tiende a abrirse. “La conclusión que obtuvieron es que probablemente no existía una materia prima adecuada en el entorno y por eso seleccionaron este tronco a pesar de no ser lo más adecuado”, detalla la experta en cultura castrexa. Esta piroga —como las denominan en portugués— estuvo en uso uno cierto tiempo, de hecho incluso se identificaron reparaciones, y posteriormente fue abandonada.

El caso de la Limia 5 (siglo V-III a.C.) “es aún más interesante ya que el tronco se agrietó durante lo proceso de fabricación, y la embarcación fue abandonada sin llegar a ser utilizada en el propio lecho del río”, ahonda Martín Seijo. “Esto indicaría que el área en la que estas piraguas se hacían era el propio entorno de pasaje del río”, reflexiona y añade: “Sabemos que la navegación fluvial era muy importante durante la Edad del Hierro porque hay determinados tipos de cerámica similares siguiendo los trazados de determinados ríos, por ejemplo el Miño”.

Para José António Gonçalves todo indica que las embarcaciones serían utilizadas en el río en todas sus dimensiones: cruce a lo largo del cauce o simplemente localmente para la pesca y otras actividades inherentes a la explotación de los recursos naturales circundantes. “Aunque no es posible descartar el posible uso ritual en algunos casos, como en la situación de la Lima 5, que no parece tener signos de uso. Habría sido una inversión irrazonable en su momento, consumiendo tiempo y recursos para construir una canoa de esas dimensiones para ser abandonada después”, expone.

De la cultura castrexa a la Pax Romana

Conocer el contexto histórico de la fabricación de estas piraguas es fundamental para extraer conclusiones acertadas. Hablamos de sociedades emplazadas en castros, la forma de ocupación y construcciones características de la Edad del Cobre y la Edad del Hierro del noroeste de la península Ibérica. Un momento histórico en el que los asentamientos se construyeron con estructuras predominantemente circulares, rodeadas de murallas, implantadas, casi invariablemente, en lo alto de cerros que son defensas naturales que permitían el control táctico de los campos circundantes. “Las piraguas 4 y 5 de Limia corresponden exactamente a la fase final de este tipo de ocupación del territorio que precedió a la llegada de los romanos y la posterior romanización”, defiende el investigador del Centro Nacional de Arqueologia Náutica e Subaquática de Portugal. Pero también hay que considerar que la tradición monoxílica del río Limia atraviesa toda la Pax Romana y perdura después de su término hasta un momento todavía indefinido.

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