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La odisea de ser madre y enfermera eventual en la sanidad gallega

Movilización de enfermeras eventuales en un hospital gallego

Miguel Pardo

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“Soy madre y enfermera. Hasta hace 17 meses era eventual del Sergas por encima de todo y de todos cuantos estaban en mi vida. Ahora llevo un año en suspensión de llamamientos para poder conciliar, porque un bebé de meses no entiende de que te llamen a las 2 para estar a las 3 y porque mi deber como madre supera al que le debo al Sergas”. “Fui madre siendo eventual dos veces y para eso sólo tuve que renunciar a trabajar en mi primera maternidad, con cero euros al mes y cero días cotizados, y aceptar un contrato de un tercio de jornada, con 600 euros de salario y un tercio de la cotización”. 

Son tan sólo dos testimonios de enfermeras eventuales del Sergas que denuncian el problema añadido que supone ser madre para este colectivo, compuesto por unas 10.000 personas en Galicia, casi en su totalidad mujeres y muchas en edad de ser madres. Pero pocas lo son.

“Es mucha la gente que no da el paso para quedarse embarazada, yo misma una de ellas”, dice otra trabajadora perteneciente a Eventuais en Loita, que desde hace meses mantiene movilizadas a unas 7.000 profesionales que piden mejoras en sus condiciones de trabajo y denuncian la precariedad de buena parte del personal enfermero del Sergas, más de un tercio del total según sus datos y los del Consello de Contas, a pesar de que la Xunta lo reduce a menos del 10%. 

Las dificultades y trabas de todo tipo para la maternidad son un problema añadido a la precariedad, a la acumulación de cientos de contratos y reducción en el tiempo de cotización a pesar de los vínculos estables de varios años que mantienen la mayoría con el Sergas. La eventualidad les dificulta ser madres, la decisión de serlo y los cuidados que conlleva. 

“Obviamente, la discriminación es absoluta por ser nosotros las que nos quedamos embarazadas”, dice una profesional. La situación es compleja. Pongamos por caso una enfermera con un contrato con el Sergas de dos meses de duración -muy habitual- que llega a las 20 semanas de embarazo al poco de firmarlo. En ese momento, si así lo decide, puede solicitar una baja por riesgo por embarazo, para lo cual debe pasar por un tribunal que decide si la acepta.

“Suelen tardar quince días o más en decidir, en muchos casos cuando tienes la baja ya no tienes contrato y el paso por el tribunal es obligado en cada contrato que firmas”, explica una afectada. Como el colectivo de enfermeras eventuales firma montones a lo largo del año, son muchas las que deciden pasar a cobrar el paro directamente, si es que lo tienen, u optar por otra opción: la suspensión de llamamientos.

Esta alternativa, una de las opciones que sí da el pacto de contratación, supone poder optar por suspender esas habituales llamadas del Sergas. Evitan así las penalizaciones en el caso de ser solicitadas y no poder atender el contrato, pero tienen otras. “Bastante penalización es. Ni cobras, ni cotizas ni sumas puntos para las listas”, explican enfermeras, que advierten de muchas mujeres que, entre embarazo y cuidado, pierden muchos meses de puntuación que provocan que sean superadas en las listas y que pierdan muchas opciones en las oposiciones.

La situación, como explican, no supone “ninguna ilegalidad”, pero sí una consecuencia más de la precariedad y eventualidad que sufren, así como de los contratos cortos. “La solución son las contrataciones decentes”, explican desde Eventuais en Loita, que advierten de que, en la actualidad, en el área de A Coruña hay 2.200 enfermeras en listas, unas 450 con contratos de larga duración y hasta 800 trabajando todo el año pero enganchando contrato tras contrato. “No es que estemos cubriendo vacaciones o puestos de gente fija, sino huecos estructurales que no tiene una persona designada, un problema que no quieren solucionar”, dicen apuntando a la Consellería de Sanidad.

El problema de la conciliación

En cuanto tienen hijos, las miles de enfermeras en esta situación vuelven a tener “importantes problemas al reincorporarse”. “Si todo esto es difícil llevarlo sin tener niños, imagina teniéndolos”, advierten las enfermeras al recordar que son avisadas con 24 horas de antelacións para firmar contratos y que muchas veces no saben a donde tendrán que ir a trabajar hasta poco antes. La solución de la mayoría de las madres es continuar con la suspensión de llamamientos, permitida hasta que los hijos cumplen doce años. “¿Y de que vives?”, se preguntan.

Ni tan siquiera pueden pedir la reducción de jornada en la propia lista de contratación, sino en cuanto consiguen el contrato. Y tienen que esperar a que se tramite esa solicitud, “que muchas veces es resuelta cuando ese contrato ya terminó”. La otra opción para conciliar es incluirse en unas listas especiales para reducción de jornada, pero “haciendo la reducción de la profesional que es titular de la plaza, que es quien te dice, con un mes como máximo de antelación, las horas que quiere que trabajes en el sitio de ella”. “¿Qué soluciona eso a una familia que quiere conciliar?”, vuelven a preguntar.

El Sergas, según denuncia Eventuais en Loita, cree ver en el nuevo contrato de continuidad la solución, también a esta problemática. “Pero es lo que le venden a la sociedad, porque en realidad supone empeñarse en los mismos problemas, en la esclavitud y en la imposibilidad de organizarse la vida”.

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