La Ruina desembarca en Madrid: el podcast que triunfa porque “todo el mundo ha tenido una cagada”

Ignasi Taltavull y Tomàs Fuentes, en la grabación de uno de los programas de 'La ruina' en Madrid junto a la humorista Eva Soriano.

Guillermo Hormigo

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Sufrir todo tipo de infortunios después de beberte hasta el agua de los floreros. Recibir las escusas más absurdas cuando tu pareja quiere dejarte y no sabe cómo hacerlo. Rebajarse a niveles subterráneos de ridículo para no perder un curro. Liarla en un entierro, sea con el peor comentario posible o directamente confundiendo ataúdes. Criar un mono durante años con catastróficos resultados. Que te secuestre un taxista gallego. Así, entre lo absurdo de lo cotidiano y lo directamente delirante, pueden ser las ruinas. “Esas situaciones de la vida donde por azar o porque no estás pensando con claridad tomas la peor decisión posible o pasa algo que escapa de tus manos”, es la definición que ofrece de este concepto el cómico Tomàs Fuentes.

Toda una institución en materia de anécdotas esperpénticas, ya que conduce junto a Ignasi Taltavull el podcast / show La ruina desde 2019 (el pasado 12 de febrero se cumplían cuatro años de la publicación del primer programa). La mecánica es simple: la personalidad invitada en cada entrega abre la veda contando una ruina particular, y luego le siguen algunas personas del público elegidas por sorteo. Con motivo de una nueva grabación/actuación en Madrid este jueves 16, en la Sala de Humor Fuencarral del Cinesa Proyecciones (donde volverán el 10 de marzo y seguro que más adelante), en Hoy Se Sale charlamos con ambos sobre un formato tan sencillo como brillante, que tiene en la espontaneidad y la falta de pudor una fuente inagotable de buenos ratos.

Tomàs, guionista durante casi una década en los late nights de Andreu Buenafuente, e Ignasi, que ha desempeñado la misma labor en programas como el mítico Crackòvia de TV3, se conocen desde hace años a raíz de coincidir en numerosos espacios de humor y radiotelevisivos. La idea de construir un programa en torno a “pequeñas desgracias cómicas” surgió mientras estaban de vacaciones en Nueva York. “Vimos que había mucho podcast grabado en directo con público y aquí aún no se hacía tanto”, dice Ignasi. Con la idea de rellenar ese hueco, empezaron a moldear una idea de Tomàs: “Una especie de TED Talks [charlas motivacionales normalmente impartidas por emprendedores y personas de aparente éxito] de proyectos fracasados”.

Con el tiempo ese punto de partida se fue canal(l)izando en base a la idea de que “todo el mundo ha tenido una cagada muy grande”. Empezaron grabando en La Llama Store, tienda de Barcelona especializada en humor, aunque el formato ha ido creciendo y ahora se van de gira por toda España. Entre medias, han llegado a hacer programas desde sus casas por aquello del confinamiento, bajo el nombre La ruina de emergencia.

Un show en el que nadie es perfecto

La gran ventaja de formato es que se renueva continuamente con un contenido prácticamente infinito generado por la propia audiencia. La clave del éxito hace al mismo tiempo que lo que ocurre en el show escape a su control, aunque más que para poner orden ellos están para echar más leña al fuego y “quitar presión haciendo que parezca que estamos tomando una cerveza en un bar”. Para Ignasi, el espíritu de La ruina está en que “no venimos a juzgar a nadie, ni a reírnos de nadie, sino a aceptar que todos hacemos el ridículo y no somos tan listos o tan perfectos como nos gusta hacer creer a los demás”.

“La gente conecta con el podcast porque es una propuesta muy coral. Todo el mundo forma parte, ya sea contando algo o pensando qué contaría si saliera”, aseguran. No obstante, los más vergonzosos pueden estar tranquilos: al adquirir una localidad cada espectador puede elegir si desea o no que le pueda tocar salir. Pero avisan: “Mucha gente que no se apunta luego nos dice que lo hará la siguiente vez porque mola, o que una vez en el show les habría gustado subir y se arrepienten”. Luego está el otro tipo de asistente, el que tiene su ruina hasta preparada: “Hay quien la ensaya antes con los amigos”.

No venimos a juzgar a nadie, ni a reírnos de nadie, sino a aceptar que todos hacemos el ridículo y no somos tan listos o perfectos como nos gusta hacer creer a los demás

Pero pese a esa faceta cambiante también hay cosas familiares en La ruina, y no nos referimos a las decenas de historias sobre padres pillando a sus hijos (o vicecersa) en circunstancias erótico-festivas. Ignasi y Tomàs aportan ese punto de continuidad con referencias y algún que otro running gag o latiguillo. El más mítica es el “ya sé quién es” de Tomàs, que espeta cuando se habla de una tercera persona, normalmente en el momento más insospechado (cuando apenas hay información o cuando quien cuenta la ruina acaba de aportar un dato rocambolesco): “Ha sido una cosa espontánea y la digo cuando me surge. Intento que sea una vez por programa pero no siempre me acuerdo”. Recuerda que la primera vez que lo soltó solo se río salvo Ignasi, al que le hizo (todavía le hace) muchísima gracia.

Invitados que siguen el juego y mucha espontaneidad

A medio camino entre la queridísima rutina de tener a Tomàs e Ignasi y el vaivén constante de espectadores ruinosos está el invitado o invitada de cada entrega. La mayoría son humoristas así que ya conocen al dúo de presentadores, aunque no siempre es así, a veces contactan simplemente a “gente que creemos que puede ser divertida”. Hay presencias que ya son habituales y han repetido dos, tres o cuatro veces. Es el caso de Marc Giró, Berto Romero, Charlie Pee, Iggy Rubín, Judit Martín, Facu Díaz, MIguel Maldonado, Patricia Espejo o Venga Monjas.

Por supuesto, no se libran de romper el hielo del programa con una ruina personal. “Nuestra intención es que seamos tres tirando chistes o haciendo preguntas, así es más fácil que se nos ocurra algo gracioso [nadie conoce de antemano las anécdotas que se narran, así que todas las reacciones son improvisadas]”, comenta Tomàs, mientras que Ignasi destaca que vienen sin presión “a pasar un buen rato”. Nunca anuncian con antelación su identidad porque le dan la misma importancia a un perfil no tan conocido que a otro con mucho más tirón.

Antes de que esta tercera persona haga acto de presencia (una frase muy de ruina), antes incluso de que las grabadoras empiecen a captar sonido y las cámaras a filmar, La ruina ya está en marcha. Para fomentar ese espectáculo en directo que al que tanto potencial vieron Ignasi y Tomàs, hay un ratito previo que se queda solo entre ellos y el público de la sala. “El preshow consiste básicamente en que los dos compartimos ruinas que no queremos que sean grabadas”, dice entre risas Ignasi, que lo ve como un acto de “deferencia” ante la gente que ha pagado una entrada.

Lo cierto es que están pensando constantemente en el espectador u oyente, lógico por otra parte teniendo en cuenta que les hacen medio programa. Se ve en detalles como la honestidad (y humor) con la que advierten de cualquier error de grabación al subir un programa, con algún mensaje al inicio o incluso con ellos mismos hablando a cámara para explicarlo. “El concepto de ruina nos va muy bien para esto, decimos pues venga una ruina más”. Además, potencia la imagen de un espacio que sin renunciar a ofrecer algo profesional y bien trabajado transmite la sensación de “estar a gusto en casa”. Ignasi remarca que, a pesar de que hayan crecido en espectadores, “no deja de ser un podcast autoproducido hecho por dos amigos”.

Eso sí, la repercusión tiene sus consecuencias y el formato llega ahora a la televisión. De manera independiente al podcast y la gira, que mantendrán su actividad sin cambios en paralelo, La ruina aterrizará próximamente en La 2 de RTVE Catalunya de la mano de El Terrat. “El tipo de contenido es el mismo, nos han dado mucha libertad”, afirman, para añadir que mantienen incluso el regalo cutre (normalmente salido de sus propios trastos o de un bazar) con el que coronan a la mejor ruina de cada emisión. “En el programa de tele la única diferencia es que disponemos de más recursos”, apostillan. Eso y que será en catalán, así que los madrileños que deseen doble ración de ruinas pueden ir buscando su curso o academia más cercana.

Diferentes formas de hacer el ridículo

Cada ruina es un universo en sí misma, aunque la experiencia les permite establecer algunas tipologías. Ignasi se queda con esas situaciones en las que “la persona protagonista cree tenerlo todo bajo control y está a punto de descubrir que no”. Le puede “esa falsa sensación de seguridad que acaba siendo trágica”. Pero también destaca “las que suceden en soledad, porque podrías haber decidido no contarlo y nadie se enteraría, así que esa confianza me hace ilusión”. Tomàs siente debilidad con aquellas historias en las que hay padres de por medio: “Los hijos tenemos la falsa sensación de que podemos engañarles. Cuando ves que te pillan o te dan una lección, cuando te dejan en evidencia, me hace especial gracia”.

Una de las categorías más habituales, sobre todo en las primeras temporadas, es la escatológica. Según Tomàs “ahora se las reservan más y cuando cuentan alguna ruina de este estilo suele ser porque es espectacular”. Ignasi apunta con algo de sorna que “este tipo de ruinas se han refinado”.

De entre todas las lamentables desventuras que la gente ha relatado en 112 programas, les cuesta quedarse con una sola, aunque hay muchas memorables. Curiosamente resaltan la primera de la historia, que puede resumirse con la frase “me cago en Salamanca”. Una ruina que ya conocían anteriormente y les animó a pensar un formato en el que a la gente le llegasen este tipo de historias lamentables. También destacan una de las últimas, en la que el humorista Àlex Martínez Vidal cuenta como su careto acabó estampado en una versión cutre argentina del Cluedo, poniendo rostro a un personaje bautizado como Profesor Ciruela. Pero hay muchas otras opciones, porque lo bueno de las opiniones es que son como las ruinas: todo el mundo tiene una (como mínimo).

  • Información sobre próximos shows de La ruina y venta de entradas en este enlace. Las entregas del programa están disponibles en varias plataformas, como YouTube o Spotify.
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