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El hombre que recorrió Estados Unidos trabajando en la primera bici conectada

Steven Roberts integró los primeros portátiles en una bicicleta para poder trabajar en cualquier parte

Cristina Sánchez

Desde que era un niño, Steven Roberts tenía una obsesión constante: escaparescapar. Estudiar no le gustaba demasiado, así que decidió divertirse aprendiendo electrónica por su cuenta. A los 11 años, había diseñado un primitivo ordenador.

Con el paso del tiempo, ni montar su propia consultoría de ingeniería ni escribir artículos tecnológicos para diferentes medios satisfacía sus ansias de libertad y su pasión por las aventuras. Se sentía encadenado al escritorio de su casa en Columbus (Ohio), en la que trabajaba como autónomo.

A principios de los 80, unió las piezas del puzle para poder liberarse de esas ataduras. CompuServe, el primer proveedor comercial de servicios telemáticos de Estados Unidos, había llegado a su ciudad, las cómodas bicicletas reclinadas comenzaron a ponerse de moda y aparecieron los primeros portátiles de la historia.

“Cuando se me pasó por la cabeza que podía crear un estilo de vida en torno a mis pasiones, la solución apareció. Escribir como 'freelance' mientras viajaba en una bicicleta informatizada, con la electrónica cargada por el sol, conexión con mis editores y una oficina base en cada teléfono... ¡Pues claro!”, explica Steven Roberts a HojaDeRouter.com, recordando aquella alocada idea que le permitió abandonar su aburrida vida de urbanita.

CASI UNA DÉCADA TRABAJANDO EN UNA EMPRESA CON RUEDAS

Harto de entretenerse con actividades que no le entusiasmaban y de comprar enseres que no necesitaba, la “maldición del sueño americano” según sus palabras, Roberts decidió poner en venta su casa y la mayoría de sus posesiones en 1983. Quería convertirse en un “tecnómada”. Su madre le preguntó si pensaba ser un vagabundo toda su vida y sus amigos se mostraron intrigados por su nuevo proyecto vital. Nadie parecía comprender que se iba a convertir en uno de los primeros teletrabajadores de la historia.

En seis meses, había construido su propia bicicleta-oficina, en la que portaba el Radio Shack TRS-80 Modelo 100Radio Shack TRS-80 Modelo 100, un asequible portátil con una pequeña pantalla que se hizo especialmente popular entre los periodistas de la época y que entusiasmaba a Bill Gates. También la equipó con un sistema de seguridad gracias a unos sensores, un panel solar para cargar las luces y la batería del portátil, un equipo de comunicación por radio y una tienda de acampada para detenerse a escribir donde deseara.

Durante año y medio, recorrió más de 16.000 kilómetros con su Winnebiko escribiendo artículos para diferentes medios, e incluso CompuServe's Magazine publicó una serie completa de reportajes que después reuniría en un libro. Él mismo se convirtió en noticia. Todas las cadenas de televisión americanas querían contar la historia del hombre que había iniciado este peculiar 'roadtrip' tecnológico.

Cuando aún no existía la World Wide Web y los portátiles eran unos desconocidos para el gran público, ver a un tipo conectando su ordenador a la línea telefónica de una cabina acompañado de una extraña bici debía ser cuando menos sorprendente en los pueblos de la América profunda. A Roberts le preguntaban constantemente por qué lo hacía e incluso quería saber si se trataba de un proyecto médico. Muchos se interesaban tanto por su historia que le invitaban a comer o a cenar en sus paradas.

“Era emocionante a veces, solitario otras. Ciertamente enriquecedor. Hice muchos amigos de por vida”, recuerda Roberts. En su segunda gran aventura, Roberts tuvo buena compañía. Recorrió la costa este y oeste con Maggie, una novia a la que conoció precisamente cuando construía su Winnebiko II.

El nuevo aparato le permitía incluso trabajar en marcha: colocó un ordenador Mac a bordo, instaló un manillar que él mismo diseñó para escribir en código binario, un teléfono móvil y un sistema de comunicaciones que le permitía mandar sus correos desde la propia bicicleta. “A pequeña escala, la bicicleta representaba la extravagante noción de que muy pronto podría no importar dónde estés... mientras mantengas tu presencia en las redes”, detalla Roberts.

Sus futuristas planteamientos se vieron recompensados. Maggie y él acabaron comprándose un viejo autobús promocionando su libro, 'Computing Across America', y hasta en Silicon Valley quedaron impresionados con sus gestas: 45 voluntarios de California colaboraron en el diseño de su siguiente bicicleta. Percatándose de que el vehículo de Roberts podía convertirse en un escaparate tecnológico con ruedas, 140 patrocinadores se sumaron al proyecto.

Sun Microsystems le prestó unas instalaciones para crear un revolucionario vehículo de dos ruedas valorado en la friolera de 1,2 millones de euros y que hacía que Roberts se sintiera “como en la NASA”.“como en la NASA”. La BEHEMOTH (Máquina Humana Activada Electrónicamente Solo que Muy Pesada, por sus siglas en inglés) llevaba tres ordenadores a bordo, una estación satélite, el ingenioso manillar de la Winnebiko II, un equipo que llamaba a la policía si detectaba a un potencial ladrón, un teléfono móvil con módem y fax y un primitivo sistema de síntesis y reconocimiento de voz.

Además, Roberts portaba un revolucionario casco provisto de retrovisor, un micrófono y sensores ultrasónicos que permitían controlar el cursor del ordenador con los movimientos de su cabeza, una tecnología realmente avanzada en 1991.

DE LAS BICIS... A LOS BARCOS

Este aventurero abandonó en poco tiempo aquellla aparatosa máquina de 320 kilos y acabó donando la BEHEMOTH al Computer History Museum de California, donde todavía puede contemplarse. “Me cansé de la carretera... Después de 17.000 millas [27.000 kilómetros], había perdido su novedad. La nueva bici era maravillosa, pero estaba fascinado por el agua”.

Roberts fue cambiando progresivamente las dos ruedas por los pedales de un trimarán. Ayudado por ingenieros de la Universidad de California en San Diego, diseñó una embarcación, Microship, equipada con ordenadores, cámaras digitales para grabar las expediciones, paneles solares, sensores y conexión a internet.

Eso sí, su pequeña embarcación nunca llegó a alcanzar la fama que habían logrado aquellas extrañas bicicletas que incluso ocuparon la portada del Wall Street Journal. “Lo que se hizo famoso en los medios, especialmente entre 1990 y 1992, fue la imagen de mí y la bicicleta, no solo de mí. Eso me hizo posible caminar y deambular por ahí sin llamar la atención”, rememora Roberts.

Este sexagenario no ha abandonado su pasión por contar historias ni tampoco por 'cacharrear'. Está escribiendo un libro que recogerá todas sus hazañas. Mientras, se está mudando a un pequeño barco atracado en las islas San Juan, un proyecto impulsado por su deseo de llevar todas sus “herramientas para ser un 'geek' autosuficiente en un solo lugar flotante”.

Allí está trasladando su piano, su sistema de radio, su impresora 3D, su fresadora, sus ordenadores, un robot submarino no tripulado y sus placas Arduino. Eso sí, mantendrá una oficina base en un remolque equipado cual laboratorio de electrónicaremolque para poder cambiar del domicilio acuático al de tierra firme cuando le apetezca.

“Por supuesto, a medida que envejezco hay una creciente desconexión entre lo que mi cerebro quiere hacer y lo que mi cuerpo está dispuesto a llevar a cabo. Pero, hasta ahora, está resultando ser divertido”. Steven Roberts sigue diseñando con sus propias manos los medios de transporte para vivir sus aventuras tecnológicas alejado de un edificio de oficinas. Los años no le han quitado aquellas ansias por viajar de su niñez.

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Todas las imágenes de este artículo son propiedad de Steven Roberts

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