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Cómo Menorca ha conseguido huir del turismo de masas y del ladrillo (por ahora)

Manifestación contra la construcción en Menorca.

Santiago Torrado

Menorca —

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Menorca es distinta de sus hermanas. Una isla pequeña, plana y agreste. Menos poblada y más tranquila que Mallorca. Definitivamente más calmada y menos popular que Eivissa. Un territorio que ha permanecido relativamente alejado de las grandes especulaciones, de los pelotazos inmobiliarios y del cemento que hoy son moneda corriente en el resto de Balears.

¿Qué procesos tuvieron lugar en Menorca para poner freno a la burbuja turistificadora? ¿Cómo se construyó el consenso sobre el cuidado de este territorio que hoy es Reserva de Biosfera? y un interrogante que siempre sobrevuela esta tierra: ¿Por cuánto tiempo se puede mantener este modelo? En elDiario.es intentamos aproximarnos a algunas respuestas, en diálogo con Pau Salort, docente y co-autor de La imagen de Menorca, un libro que narra a través de imágenes el cambio que ha ido sufriendo el territorio insular durante el siglo XX.

“Menorca tenía una industria amplia y diversa que sostenían una economía relativamente estable, especialmente en el ámbito del calzado. Es decir, que el peso del turismo en términos económicos era menor que en las otras islas. Por otro lado, los dueños tradicionales de la tierra, la aristocracia local y los nobles menorquines no estaban interesados en vender sus tierras, muchas veces por cuestiones de mantener el estatus”, destaca Salort.

El docente añade que “la planificación para hacer de Menorca una isla de cemento llegó en los años de la transición”. “Aquí ya habíamos visto lo que sucedía en Eivissa y Mallorca durante los años 60. La apertura democrática y los resultados del modelo turistificador implementado en el resto de Balears abrieron la discusión social sobre qué Menorca queríamos: la de la masificación hotelera en primera línea de playa o la de la naturaleza”.

Según indica el libro de Salort, que también firman Laura Piris y Ester Cladera, la intención de expandir las fronteras del cemento y el turismo masivo a Menorca incluían la construcción faraónica de una “carretera orbital” que rodeaba toda la costa insular. Documentos de la época pertenecientes al desarrollador urbanístico Pons Sans indican que se planificaron hasta 50.000 plazas turísticas solamente en Playas de Son Bou, una de las zonas costeras que acusa con mayor nitidez, incluso a día de hoy, el impacto de los grandes hoteles “all inclusive” en la primera línea de costa. Los estudios de impacto ambiental brillaban por su ausencia. 

A ritmo de isla

En Menorca, la muerte de Franco fue el nacimiento de un amplio abanico de posibilidades. La transición, la democracia como horizonte, el resurgir del menorquín y el catalán en las calles y tímidamente en las aulas, la autonomía y el florecimiento de la izquierda democrática fueron el caldo de cultivo para un movimiento que encontró en la defensa del territorio contra la especulación inmobiliaria un frente común.

El historiador Miquel López Gual, quien desarrolló una amplia investigación sobre los procesos de movilización social ecologista de los 70, afirma: “La discusión sobre el futuro modelo de Balears centrado exclusivamente en el turismo se da en el marco de la crisis del petróleo del 73 a nivel global. Son los primeros años de la transición en España. En Menorca por entonces se procesa una sutil apertura política; se crea la Unió de Pagesos, proliferan las asociaciones de vecinos, las luchas por los derechos de las mujeres, el movimiento estudiantil, etcétera. Hacia finales de los 70 estos movimientos van confluyendo y articulando en distintos procesos de lucha opuestos a proyectos inmobiliarios”.

En los 70, en Menorca se procesa una apertura política y proliferan las asociaciones, las luchas por los derechos de las mujeres y el movimiento estudiantil. Hacia finales de la década estos movimientos confluyen en una lucha contra proyectos inmobiliarios

Miquel López Gual Historiador

La música y las artes son claves en todos los procesos sociales. Como no podía ser de otra forma, la efervescencia de aquellos años tenía su propia banda sonora. El grupo Sa Traginada era quizás el más popular y el que sintetizaba con mayor claridad el cúmulo de influencias estéticas, políticas, sociales y culturales que se daban cita entre largas melenas hippies y pantalones acampanados. Sobre una senyera balear, el nombre de la banda escrito en catalán tallaba sus melodías en la corriente de la Nova Cançó, en conciertos donde se recitaba a Ovidi Montllor.

En 1977 Sa Traginada fue protagonista de un mítico festival impulsado para recaudar fondos para defender el parque Freginal del intento de convertirlo en un aparcamiento. Con la consigna “Parque si, Parking no”, coreada a gritos por una juventud que anhelaba y gritaba también “libertad, amnistía, estatut d’autonomia”, lograron expulsar a los especuladores, a pesar de que hubo dos históricas e inéditas cargas policiales durante la jornada. Paradojas de la vida, aunque el parque está intacto, hoy alberga dentro de sí un parking.

El ecologismo hegemónico

“El intento de urbanizar Macarella, Turqueta y S’albufera fueron los que mayor resistencia encontraron. A raíz de esto se crea la Coordinadora en Defensa del Territorio, primero en Ciutadella y luego en Maó. En estos espacios confluyen todas estas tendencias que giraban en torno a diferentes reclamos sociales, políticos, identitarios, territoriales y con la creación del GOB (Grupo de Ornitología Balear), se procesa una larga lucha que dura hasta mediados de los 80, cuando los intentos urbanizadores quedan oficialmente cancelados”, destaca Pau Salort.

El amplio consenso social que fueron construyendo las organizaciones en defensa del territorio ha consolidado un sentido común que todavía predomina en la isla: “Menorca es un lugar que debe ser conservado y protegido”. En 1993 la UNESCO reconoció este territorio como Reserva de Biosfera, culminando un largo proceso de lucha multisectorial que puede rastrearse hasta nuestros días. Prueba de ello es la plataforma “Menorquins pel Territori”.

“En 2015 se aprobó un proyecto desmesurado y bastante irregular para ampliar la carretera general que une Maó y Ciutadella, que incluía pasos elevados y millones de euros en inversiones. Poco después, en 2016 el proyecto Spectrum Geo Limited creado por un grupo de grandes petroleras solicitaron permiso al gobierno español para 'impulsar la exploración de hidrocarburos' en el suelo marino balear. Entonces salimos a las calles a informar a la gente de lo que querían hacer. Rápidamente organizamos movilizaciones a las que se unieron colectivos de distinto tipo. Artistas, escoltas, ecologistas, pageses, trabajadores, trabajadores de la educación, espacios feministas, etcétera. Así nació Menorquins pel Territori, logramos detener las obras de la carretera (de momento) y las prospecciones petrolíferas”, cuenta a elDiario.es Pol Segura, artista plástico e integrante del colectivo.

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