El paraíso como trampa para los judíos perseguidos por los nazis: “Mallorca fue una ratonera de disidentes alemanes”
“Mallorca se convirtió en una ratonera absoluta para los disidentes alemanes”. Con esta frase, tomada del filólogo mallorquín Eduard Moyà, el cineasta Dani Cuesta resume cómo, bajo la postal luminosa que Balears ha exportado durante décadas, permanecen aún invisibles algunos de los capítulos más oscuros del siglo XX: colonias alemanas que encontraron refugio en las islas antes de que el resto de Europa comenzase a tambalearse, la implantación del nazismo en antiguos enclaves bohemios de Mallorca, la persecución de judíos, pacifistas y disidentes que creyeron haber encontrado cobijo seguro en el archipiélago, deportaciones a los campos de concentración y una posguerra en la que Balears, lejos de recuperar la calma, se convirtió en escenario de huidas y muertes sepultadas por el silencio.
La historia la reconstruye Cuesta, al frente de Offline Producciones, en la serie documental Les Illes Balears sota la creu gammada, que prevé estrenarse en la radiotelevisión autonómica IB3 a mediados de 2026. Su proyecto, fruto de más de cuatro años de investigación, propone una mirada amplia y cronológica sobre la presencia alemana en Balears y el modo en que el nazismo fue permeando en las comunidades ya asentadas en las islas antes de que Hitler ascendiera al poder. Y es que, lo que para muchos es un paraíso vacacional, también fue, en la primera mitad del siglo XX, escenario de fenómenos políticos y sociales que difícilmente encajan con el relato de sol y playa que la industria turística ha fijado en el imaginario colectivo. El auge del nazismo, con la expansión de sus tentáculos allá donde aún se respiraba paz, convirtió Balears en un cruce de caminos de los totalitarismos europeos.
Pero antes de que los aviones de la Luftwaffe surcaran Balears y las islas se vieran abocadas a la represión y a la persecución ideológica, el archipiélago se erigió en lugar de acogida de intelectuales, comerciantes y familias alemanas que buscaban en el Mediterráneo una estabilidad que, tras la Primera Guerra Mundial, no lograron encontrar en su país. Es con ellos con quienes arranca la serie. “Vinieron muchísimos artistas, gente normal como nosotros. En Alemania la cosa estaba fea, pero no por el nazismo, sino por la importante crisis económica que vino tras la Guerra”, asevera Cuesta en declaraciones a elDiario.es.
La derrota del país germano, las duras condiciones impuestas por el Tratado de Versalles, la pérdida de territorios y una recesión marcada por el desempleo y la hiperinflación -circunstancias que Hitler supo explotar para canalizar el descontento, ganar apoyos de masas y, finalmente, hacerse con el poder- empujaron a miles de ciudadanos a buscar nuevas oportunidades fuera del que había sido su hogar. Balears fue uno de esos destinos: “Había sol, mar y era barato. Había relojerías, panaderías, restaurantes… eran colonias plenamente integradas”, abunda el director.
Balears fue, en la primera mitad del siglo XX, escenario de fenómenos políticos y sociales que difícilmente encajan con el relato de sol y playa que la industria turística ha fijado en el imaginario colectivo. El auge del nazismo, con la expansión de sus tentáculos allá donde aún se respiraba paz, convirtió las islas en un cruce de caminos de los totalitarismos europeos
La postal que no se ve
Ese paisaje social, sin embargo, comenzó a mutar con rapidez: “Cuando esas colonias ya estaban establecidas llegó el auge del nazismo”, señala el también productor de Les Illes Balears sota la creu gammada. La llegada al poder de Adolf Hitler en 1933 y la progresiva nazificación de la vida política alemana tuvieron un impacto directo en comunidades que hasta entonces habían vivido al margen de los grandes conflictos europeos. Mallorca, Menorca y Eivissa dejaron de ser espacios de convivencia para las colonias alemanas asentadas en ellas para pasar a convertirse en lugares atravesados por la vigilancia política y la sospecha. A través de entrevistas con descendientes de aquellos primeros residentes, el director ha reconstruido un relato que se transmitió de generación en generación: “De un día para otro, aquellos lugares empezaron a llenarse de alemanes extraños para la gente de la época. Eran, sobre todo, espías nazis enviados a vigilar a quienes habían huido”.
De un día para otro, las islas empezaron a llenarse de alemanes extraños para la gente de la época. Eran, sobre todo, espías nazis enviados a vigilar a quienes habían huido
Su presencia no fue anecdótica. De hecho, una parte de la serie documental la centra la existencia de una sede del Partido Nazi en la barriada palmesana de El Terreno, antaño refugio de intelectuales y bohemios y donde, a comienzos de los años treinta, comenzó a difundirse el mismo decálogo ideológico que en Berlín. También había un consulado alemán y una escuela “acogida a las nuevas directrices”. Un hecho que, subraya Cuesta, no puede entenderse como algo marginal o clandestino: “No tiene nada que ver con la perspectiva que tenemos hoy del nazismo. En aquel momento era un nuevo régimen político que aquí también estaba presente”. En su opinión, lo relevante no fue únicamente la existencia de una sede del partido en Mallorca, sino “cómo se implantó esa corriente y cómo fue mutando” en paralelo a los profundos cambios políticos y sociales que trajo consigo el golpe de Estado franquista y la posterior victoria de los rebeldes.
La serie contextualiza ese despliegue en un cruce de caminos ideológico más amplio: el avance del fascismo italiano, la Guerra Civil española provocada por el alzamiento franquista contra el Gobierno legítimo de la República y la connivencia del nuevo régimen fascista con la Alemania nazi. “Lo que nos interesaba era explicar por qué vinieron los alemanes, por qué se establecieron esas colonias y cómo ese contexto político lo cambia todo”, incide Cuesta.
De refugio a trampa
En este contexto, Balears dejó de ser el refugio seguro en el que durante años se habían convertido las islas para judíos, pacifistas y disidentes. “Si habían venido aquí huyendo de algo, ese algo vino aquí a por ellos. Y en una isla es muy complicado salir si no te dan permiso”, asevera Cuesta.
No en vano, el 31 de agosto de 1938, el Reichsführer de las SS y uno de los principales ideólogos del Holocausto, Heinrich Himmler, había firmado un acuerdo con el ministro de Orden Público de la España franquista, Severiano Martínez Anido, por el cual se establecía la extradición mutua de “delincuentes políticos” que fuesen detenidos en ambos países, así como el intercambio policial de información sobre todos ellos. Mientras se cerraban las sinagogas y la prensa y los libros escolares se henchían de discursos discriminatorios, los fascistas sublevados en 1936 contra la Segunda República comenzaron a jalear, en una suerte de reivindicación del legado antisemita de los Reyes Católicos, la persecución del pueblo judío.
El 31 de agosto de 1938, el Reichsführer de las SS y uno de los principales ideólogos del Holocausto, Heinrich Himmler, firmó un acuerdo con el ministro de Orden Público de la España franquista, Severiano Martínez Anido, por el cual se establecía la extradición mutua de 'delincuentes políticos' que fuesen detenidos en ambos países
La serie recoge testimonios y análisis que describen cómo, tras el estallido de la Guerra Civil, la situación se convirtió en condena para quienes decidieron quedarse. Entre ellos se encontraba Leo Israel Frischer, fotógrafo afincado en el municipio de Esporles, quien, junto a decenas de germanos de origen hebreo radicados en Mallorca y Eivissa, recibió una instancia en la que, bajo el epígrafe 'Saludo a Franco. ¡Arriba España!', se ordenaba su expulsión. Para muchos judíos y disidentes esta misiva equivalía a una condena segura. El franquismo había estrechado fuertemente sus lazos con el nazismo en aras a poner cerco a sus “enemigos” comunes. “En territorio nacional no puede quedar ni un judío, ni un masón, ni un rojo”, podía leerse en los titulares.
No corrieron mejor suerte Irene y Ernest Heinemann, matrimonio alemán que, tras el ascenso de Hitler, se había establecido en El Terreno. Después de varios años en los que habían convertido la isla en su hogar, recibieron la carta que los instaba a abandonar Mallorca y regresar a Alemania. Ante la imposibilidad de huir y conscientes del destino que les aguardaban, decidieron quitarse la vida. Ernest tenía entonces 62 años e Irene, 61. Sobre ellos también se centra la serie documental de Dani Cuesta: “Hubo gente que pudo salir en 1936, pero otros decidieron quedarse en la isla porque ya tenían su vida hecha y pensaron: 'Vamos a esperar'. Pero fueron los que verdaderamente tuvieron problemas. Muchos no pudieron salir de aquí y algunos, como los Heinemann, acabaron suicidándose años después”.
Algunos decidieron quedarse en la isla porque ya tenían su vida hecha y pensaron: 'Vamos a esperar'. Pero fueron los que verdaderamente tuvieron problemas. Muchos no pudieron salir de aquí y algunos, como el matrimonio judío Heinemann, acabaron suicidándose
En Eivissa, como relata la serie documental, refugiados como Rodolfo y Didier Eberle, Hermine y Werner Holzinger y Helmut Wallach, quienes también habían huido de Alemania tras el ascenso de los nazis al poder, acabarían expulsados de la isla tras recibir la misma notificación.
Les Illes Balears sota la creu gammada amplía el foco hasta los represaliados de Balears en campos de concentración, concretamente en Mauthausen, donde fueron deportados más de 7.500 españoles. La serie, como señala Cuesta, incluye también a los republicanos que se exiliaron en Francia, fueron capturados por los nazis y acabaron deportados. “Muchos de ellos murieron”, asevera el director, quien alude, asimismo, a los baleares que se alistaron en la División Azul para combatir junto a la Wehrmacht -el Ejército alemán- en el frente oriental: “Es un tema muy interesante porque, al final, no dejan de ser también personajes de las islas que también se vieron afectados por la deriva hacia la Segunda Guerra Mundial”.
El último tramo del relato se adentra en la posguerra. Tras la derrota de Hitler, España -aislada internacionalmente y gobernada por Franco- se convirtió en destino de antiguos nazis y colaboradores. Balears aparece entonces como espacio de refugio, pero también como escenario de muertes en circunstancias extrañas y de historias cruzadas con quienes lucharon contra el nazismo y acabaron recalando en las islas. En este contexto entra en escena Tomás Harris, oficial de la inteligencia británica y escritor que participó en operaciones contra el régimen de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, cuya trayectoria terminó ligada a Mallorca, y sobre quien investigó en su momento el historiador Pedro de Montaner, cuyas pesquisas dieron luz a la obra Tomás Harris. El espía y artista británico que vivió y murió en Mallorca, 1947-1964 (Llibres Ramon Llull).
Harris, como cita el documental, murió en la isla en circunstancias que durante años alimentaron interrogantes y especulaciones. Junto a él aparece el barón von Ripper, aristócrata austríaco que, como detalla Cuesta, también luchó contra el nazismo y terminó vinculado a Mallorca tras el fin del conflicto bélico. Su historia, al igual que la de Harris, concluye con una muerte rodeada de circunstancias poco claras, un patrón que el documental subraya para ilustrar la complejidad de la posguerra en las islas. “Son personajes que lucharon contra el nazismo, recalaron en Mallorca y acabaron muertos en circunstancias extrañas”, resume el director. A través de estos casos, la serie mira más allá de verdugos y víctimas directas para adentrarse en un archipiélago convertido en cruce de caminos de derrotados, resistentes y sombras de una guerra que no terminó en 1945.
El cineasta insiste en que la serie no busca el impacto fácil. “La esvástica es un imán para el espectador, pero a mí lo que me atrajo fueron los secretos detrás de la postal de Mallorca”, explica. “La gente conoce las playas, pero hay una trastienda histórica que explica mucho de lo que somos. Es una historia muy amplia. Queríamos una retrospectiva global: desde las colonias previas al nazismo hasta lo que ocurre después de 1945”, asevera. Mientras la comunidad académica y los investigadores continúan reconstruyendo estos retazos —desde la existencia de agrupaciones juveniles hasta la presencia de nazis refugiados en la isla tras la guerra—, Les Illes Balears sota la creu gammada se articula en cinco capítulos —de la 'Arcadia feliz' al 'refugio' de posguerra— y aspira a abrir un debate público sobre memoria, responsabilidad y relato histórico para entender cómo los grandes totalitarismos del siglo XX también echaron raíces en lugares asociados al descanso y al ocio. “En un sitio tan pequeño como Balears también llegaron las redes de aquel desastre”, concluye Cuesta.
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