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El revestimiento que propagó el fuego de Londres se instaló para mejorar el aspecto exterior del edificio

Iñigo Sáenz de Ugarte

El incendio de la torre Grenfell en Londres se vio agravado por el tipo de revestimiento utilizado en una reforma del exterior del edificio culminada en 2016. Una de las principales hipótesis sobre la extensión de las llamas y cómo las llamas fueron desplazándose a todas las plantas indica que el revestimiento de aluminio facilitó que toda la torre se viera envuelta en llamas.

Diecisiete personas murieron en el incendio, pero el alto número de desaparecidos hace que la policía crea que la cifra aumentará.

La principal razón de esa reforma, además de renovar en general el edificio de 24 plantas construido en 1974, fue estética y tenía que ver con mejorar la apariencia exterior de la torre y su vista desde las zonas más cercanas del distrito de Kensington, áreas con pisos y casas de lujo mucho más caras y donde viven personas de alto poder adquisitivo.

Kensington es una de las zonas más caras de Londres. La torre Grenfell albergaba viviendas sociales para clases populares. Allí vivían muchas personas procedentes de países como Eritrea, Filipinas, Somalia y Sudán.

El revestimiento se añadió para que el edificio tuviera un aspecto más moderno y que la reforma no fuera muy cara, según The Independent, que ha tenido acceso a documentos relacionados con la planificación de esa reforma.

“A causa de su altura, la torre es visible desde la cercana Zona de Conservación Avondale por el sur y la Zona de Conservación de Ladbroke al este. Los cambios en la torre mejorarán su apariencia, especialmente cuando se contemple desde la zona cercana”, dice uno de esos documentos.

El documento, fechado en 2014, hace varias referencias a la “apariencia de la zona” como razón para la reforma. El edificio de gran altura, tendría mejor aspecto visual, lo que era importante para vecinos del distrito que viven en propiedades mucho más caras. Para mejorar la apariencia, se usó al final un tipo de revestimiento del que se sospecha que fue un factor decisivo en la rápida propagación de las llamas.

El revestimiento, además de las dobles ventanas, sirvió también para mejorar el aislamiento del edificio e impedir que entrara el ruido y el frío del exterior.

Los trabajos de reforma costaron 8,6 millones de libras (9,7 millones de euros) y se terminaron en mayo de 2016.

Desde entonces los vecinos de la torre presentaron muchas reclamaciones sobre las condiciones de seguridad, que fueron ignoradas por el organismo encargado de la gestión del edificio, propiedad del consejo local de Kensington y Chelsea, dominado por los conservadores. Reclamaron una revisión independiente de las condiciones de seguridad, pero su petición fue rechazada.

La portavoz laborista en temas de vivienda, Judith Blackman, formaba parte del consejo de ese organismo y era quien trasladaba las solicitudes de los vecinos. “Me trataban como si fuera una molestia. Presenté 19 quejas en nombre de residentes. En cada ocasión, me decían que el consejo estaba convencido de que la seguridad contraincendios era buena. Nos dijeron que la recomendación de quedarse en el piso y esperar (en caso de fuego) era totalmente correcta”.

Las recomendaciones de seguridad aconsejaban mantenerse dentro de la vivienda, no abandonarla y esperar a la llegada de los bomberos. En el incendio del miércoles, todos los que hicieron eso murieron, porque los bomberos nunca tuvieron la posibilidad de llegar a las zonas más altas.

La falta de rociadores de agua

El organismo que gestiona el edificio decía tener previsto instalar rociadores de agua (sprinklers) en el edificio. No estaba obligada por ley. Un incendio con seis muertos en Londres en 2009 provocó una investigación oficial que concluyó con la recomendación de actualizar las medidas de seguridad en la construcción de edificios. En el caso de edificios más altos, se recomendaba la instalación de rociadores.

El Gobierno conservador de David Cameron nunca convirtió en obligatoria esa petición porque podía perjudicar a la industria de la construcción. “Creemos que es responsabilidad de la industria, no del Gobierno, la venta de los rociadores de agua de forma que su instalación se extienda”, dijo el viceministro de Vivienda, Brandon Lewis, a los diputados en 2014.

Lewis admitió que los rociadores eran un mecanismo eficaz para luchar contra los incendios y que salvaban vidas, pero que no correspondía al Gobierno imponer una regulación que los convirtiera en obligatorios para los constructores y promotores inmobiliarios. “El coste de instalar sistemas de rociadores de agua puede afectar a la construcción de casas, algo que nosotros queremos fomentar”.

Gavin Barwell –al que la primera ministra, Theresa May, acaba de nombrar su jefe de gabinete– fue uno de los viceministros de Vivienda que prometieron mejorar la regulación de seguridad en hogares después de la tragedia de 2009, pero que no llegaron a hacer nada.

Un desastre previsible

Varios expertos cuestionaron la situación de seguridad del edificio, y también la de muchas torres de viviendas sociales en todo el país construidas hace décadas sin que su nivel de protección contraincendios haya mejorado. “Es un desastre previsible”, ha dicho a The Guardian el arquitecto Sam Webb, refiriéndose a centenares de torres de viviendas que están en condiciones similares a la de la torre Grenfell. “Aún estamos cubriendo torres de gran altura con materiales altamente combustibles y dejándolos sin rociadores de agua. Y luego nos sorprendemos cuando se incendian”.

Webb hizo una investigación en los 90 sobre este peligro y entregó sus conclusiones al Ministerio de Interior, según la cual la mitad de los edificios no contaba con las medidas contraincendios adecuadas. “Descubrimos que había una extensa violación de las condiciones de seguridad, pero nos dijeron que no se podía hacer nada porque dejaríamos a demasiadas personas sin casa”.

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