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América derriba a Colón en el segundo centenario de su independencia

Un hombre da una patada a la estatua de Colón tras ser derribada por activistas nativos americanos en el Capitolio de Minnesota, junio de 2020.

Peio H. Riaño

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Hace un año la artista peruana Daniela Ortiz, de 35 años, entró en directo en Espejo Público porque había protagonizado una reivindicación contra los monumentos coloniales a los pies de la famosa estatua del marino italiano que hay en Madrid, donde se han reunido varias veces grupos conservadores a reclamar su ideal patriótico.

Para Ortiz, los monumentos dedicados a Colón y a los militares españoles que “invadieron América” hace cinco siglos deben ser derribados del espacio público. Dijo que son símbolos que reivindican la supremacía blanca y que por ello se deben vandalizar y retirar de las calles. Para Ortiz estas esculturas honran en Europa y en España un proceso colonial que sigue vigente y acaba con la vida de miles de personas, a través de los procesos de control migratorio. Entonces Susanna Griso le dijo a la artista que a ella la estatua de Colón no la ofendía. A lo que Ortiz respondió rápido: “Claro, porque eres blanca”.

Fue uno de los pocos capítulos iconoclastas en España, si no el único, que emergió con el movimiento Black Lives Matter, después de que la policía de Minneapolis asesinara a George Floyd.

Entre junio y julio de 2020, más de treinta monumentos de Cristóbal Colón fueron destruidos, decapitados, incendiados y pintarrajeados en varias ciudades de los Estados Unidos. En menos de 24 horas tras la caída de la primera estatua del explorador italiano en Richmond, en Virginia, otra de bronce era derribada en Minnesota, después de que un grupo de manifestantes atara cuerdas alrededor del cuello de la pieza y la arrancara del pedestal.

Otros tantos se acercaron al parque Byrd, en Richmond, para echar abajo la escultura del “conquistador”. Una vez la derrumbaron, la envolvieron en una bandera estadounidense y le prendieron fuego. Después de quemarla, los activistas antirracistas y contra las herencias coloniales arrastraron la figura de piedra hasta un lago cercano y la arrojaron al agua. 

Colón también cae en Latinoamérica

En Latinoamérica el terremoto anti simbólico tuvo epicentro en Colombia, pero se expandió por todos los países con monumentos que fueron levantados cuatro siglos después de la llegada de los españoles. Las últimas en caer han sido las dedicadas a Colón y a la reina Isabel la Católica, inauguradas en 1906 en Bogotá. Hace unos días, el Ministerio de Cultura dio la orden de retirar las figuras.

“Somos los supervivientes de los que no pudiste matar”: así se definió el pueblo misak, originario americano, frente a la estatua que homenajeaba al militar español Sebastián de Belalcázar, colocada en Popayán. Los manifestantes derribaron el año pasado la escultura que había sido colocada en 1940 y el Ministerio de Cultura ya explicó entonces lo que ahora ha comunicado con la retirada del explorador y la monarca: quiere abrir un diálogo “para reflexionar sobre el significado y el valor del patrimonio cultural”.

Ante los incidentes de Popayán la ministra de Cultura, Carmen Vásquez, repudió la acción pero anunció que no se restituiría la imagen derribada. La acción, además, propició que la ministra abriera una conversación “para restablecer la memoria y contar la historia que no se ha contado”. 

El filósofo Reyes Mate escribe en Las víctimas como precio necesario (Editorial Trotta, 2016) que hay una deuda con la violencia desde el deber de la memoria, “reconociendo la actualidad de las injusticias pasadas y preguntándonos hoy por la vigencia hoy de esas lógicas que causaron en el pasado las injusticias que conocemos”. A la pregunta quién determina lo que es ofensivo, el filósofo responde que las víctimas. Porque la memoria de estas, dice el autor, no lleva a la venganza, sino a la reconciliación. Esa es la reclamación de los pueblos originarios que denuncian que continúan siendo expulsados de sus tierras y de las instituciones por los herederos de los invasores. “La memoria de las víctimas no es un obstáculo para la paz, una invitación al enfrentamiento, sino el fundamento de una paz duradera”, dice Reyes Mate.

En esa línea, las autoridades colombianas entienden este descabalgamiento de estatuas como una oportunidad para “avanzar en la creación de espacios” en los que se debe dar a conocer la identidad propia de la comunidad y en busca, además, de la paz de la región. La idolatría a estos personajes aspira a la admiración, muchos siglos después de su actuación histórica, pero deriva irremediablemente en la destrucción, porque son emblemas destinados a perpetuar e imponer unas ideas sobre las poblaciones herederas de los que homenajean.

Movimientos americanistas

Los movimientos americanistas contra estas esculturas son anteriores a 2020, pero el año pasado se multiplicaron las reacciones contra ellas. Es probable que no fuera más que el anticipo de lo que sucederá en mayor medida en este 2021, cuando se celebran dos siglos de la descolonización e independencia en países como México, Perú, Guatemala, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Panamá. 

Los contrarios a la desaparición de la vía pública de estos monumentos aseguran que la finalidad es “borrar la historia”. Quienes defienden los levantamientos contra los monumentos públicos dicen no se rebelan contra la historia, sino contra los signos producidos por intereses que no representan a toda la comunidad. También aseguran que no son las estatuas ni sus pagadores quienes escriben la historia.

“La comunidad ya no apoya el monumento”

La postura de Colombia es la misma que han defendido en el último año los alcaldes estadounidenses que decidieron retirar estos monumentos, cuya presencia se vio incrementar en el siglo XX para reconocer la presencia de la comunidad italoamericana. Frank Moran, alcalde de Camden (New Jersey), dio la orden de retirar la estatua de Colón, con la que la ciudad convivía desde 1915, y declaró que la estatua era “ofensiva para todas las personas de color, ya sean negras o marrones”.

En un comunicado, el alcalde dijo que la estatua había sido durante mucho tiempo “un símbolo controvertido” y su presencia “dolía” a los residentes de la comunidad, que le había hecho llegar numerosas peticiones de retirada. “La comunidad ya no apoya el monumento. Hubo muchas atrocidades hacia los seres humanos que estaban en la isla de Puerto Rico y otras islas del Caribe por parte de este individuo”, añadió el alcalde.

Mike Purzycki, alcalde de Wilmington (Delaware), aseguró que tenía noticias de que el monumento realizado por Egidio Giaroli, en 1957, iba a ser vandalizado y decidieron apartarlo de la vía pública antes de que sucediera. La almacenó “para abrir una discusión sobre la exhibición pública de personajes y eventos históricos”. El alcalde apuntó: “No podemos borrar la historia, por dolorosa que sea, pero ciertamente podemos discutir la historia entre nosotros y determinar juntos lo que valoramos y lo que creemos que es apropiado recordar”.

“Realmente creo que la gente necesita ser escuchada y el dolor histórico que han sufrido, nos guste o no, necesita ser reconocido si se quiere que nuestra nación sane”, dijo Mary Casillas Salas, alcaldesa de Chula Vista (California), que también dio la orden de mandar al almacén municipal la imagen de Colón, situada en el Parque del Descubrimiento, desde 1991.

En West Orange (New Jersey), el alcalde Robert Parisi ordenó retirar el monumento que se había inaugurado en 1992, porque, según declaró entonces, “la leyenda de Colón no coincide con la historia. Y hoy, el hombre, las estatuas, los monumentos que celebran su vida dividen, y un símbolo de odio y opresión no puede permanecer como parte de nuestra comunidad”.

Después de 134 años ubicada en St. Louis Park, la estatua de St Louis (Missouri) fue apartada porque “para muchos simboliza un desprecio histórico por los pueblos y culturas indígenas y la destrucción de sus comunidades”, explicaron en un comunicado los responsables que supervisan el parque. Tras la votación de la Junta se mostraron favorables al retiro de la imagen creada por el escultor alemán Ferdinand von Miller II, que en 1884 retrató al marino con barba. Las autoridades apuntaron que fue erigida como una manera de “celebrar las contribuciones de los inmigrantes”. Con esta decisión reafirmaron su compromiso, explicaron, de ser “un lugar de bienvenida”. 

La descomunal estatua de Colón de la ciudad que lleva su nombre, Columbus (Ohio), tampoco se libró. Su alcalde decidió apear de su pedestal a la imagen que desde hacía 65 años lo recordaba como un hombre maduro, aunque sin los atributos propios de su iconografía, y almacenarla. “Para muchas personas de nuestra comunidad, la estatua representa al patriarcado, la opresión y la división. Y eso no representa a nuestra gran ciudad. Ya no viviremos a la sombra de nuestro pasado. Es el momento de reemplazar esta estatua con obras de arte que demuestren nuestra lucha duradera para poner fin al racismo y celebrar la diversidad y la inclusión”, recalcó el alcalde Andrew J. Ginther.

La presencia de Colón “completamente fuera de lugar hoy”

Pero la retirada más significativa de todas fue la que firmó la presidenta del Senado de California, Toni G. Atkins, con la que apartó de la vista pública el conjunto escultórico Última petición de Colón a la reina Isabel, después de 137 años presente en la rotonda del Capitolio.

“Cristóbal Colón es una figura histórica profundamente polémica, dado el impacto mortal que su llegada a este hemisferio tuvo en las poblaciones indígenas. La presencia continua de esta estatua en el Capitolio de California, donde ha estado desde 1883, está completamente fuera de lugar hoy. Será retirada”, decía la orden de la demócrata, firmada tres semanas después del asesinato de George Floyd.

No se trataba de un grupo de manifestantes, reunidos en un parque en una quedada convocada por redes sociales. La cúpula de la autoridad ejecutiva derrocaba un símbolo del pasado, que consideraba desubicado para los estándares civiles de 2020. 

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