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ENTREVISTA

Antony Beevor, historiador: “Putin se ha convencido de que su misión sagrada es restaurar el imperio zarista”

El historiador británico Antony Beevor durante una visita a Madrid en 2018.

Javier Biosca Azcoiti

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Antony Beevor, antiguo oficial británico y uno de los historiadores militares más conocidos de Europa, acaba de publicar Rusia: revolución y guerra civil (1917-1921). Beevor tenía claro que quería escribir este libro desde 1989 –aunque sus editores se lo desaconsejaron– porque considera que “la importancia de la guerra civil rusa se ha subestimado enormemente”. “Fue el conflicto más influyente del siglo XX porque fue el que convirtió los horrores y los resentimientos de la Primera Guerra Mundial en la polarización entre rojos y blancos, fascistas y comunistas”, dice. Esta división fue la que condujo después a la guerra civil española y a la Segunda Guerra Mundial, sostiene.

Han sido seis años de investigación junto a Liuba Vinográdova, la persona que hace 28 años le ayudó con uno de sus grandes éxitos: Stalingrado. “Yo no puedo volver a Rusia y Liuba ha trabajado mucho con un gran amigo en común que le proporcionó una carta para acreditar que trabaja para ella y que no está relacionada conmigo, el 'jefe de la calumnia sobre el Ejército Rojo', como se me conoce en Rusia”. En 2015, las autoridades del óblast de Sverdlovsk prohibieron sus libros por propaganda nazi y el historiador también fue atacado por la embajada de Rusia en Reino Unido.

“Liuba me envió unas 10.000 páginas de material que encontró en diferentes archivos rusos”, cuenta. “Desde el principio reconocí en ella un extraordinario instinto y olfato. A ambos nos interesa la experiencia humana. La revolución siempre se ha escrito en términos de análisis político más que en términos humanos de lo que realmente significó para la gente”.

Desde el siglo XIII, Rusia siempre ha tenido la obsesión de estar rodeada, pero también ha mantenido la idea de que el terror y la crueldad son un arma de guerra esencial

La invasión de Putin a Ucrania comenzó cuando ya había terminado el libro, pero solo tuvo que hacer unos pequeños ajustes: “No intenté relacionarlo porque es muy importante no hacer falsos paralelismos entre conflictos diferentes”. Sin embargo, Beevor cree que sí se pueden extraer varias lecciones y trazar algunas relaciones, especialmente en cuanto a las atrocidades cometidas en la guerra. “Hemos tenido el debate sobre el origen de ese salvajismo del ejército ruso. Después de haber escrito sobre el Ejército Rojo y la Segunda Guerra Mundial, creo que es muy importante tratar de entenderlo”, dice.

“No hay ADN de un país en términos psicológicos y no se puede generalizar, especialmente sobre un país como Rusia, pero a su vez todos los países tienen su propia narrativa nacional. Desde el siglo XIII, Rusia siempre ha tenido la obsesión de estar rodeada, pero también ha mantenido la idea de que el terror y la crueldad son un arma de guerra esencial”, opina. “Esto se remonta a las invasiones de los mongoles. Cualquier ciudad que no se rindiera inmediatamente era pasada por la espada. Esta crueldad también se dio en Europa occidental, pero no hasta tal extremo”.

“La crueldad, la violación, el saqueo, la matanza de civiles y la destrucción de sus casas que estamos viendo en Ucrania en este momento ya lo hemos visto antes. Lo vimos como una forma de venganza en la Segunda Guerra Mundial cuando el Ejército Rojo llegó a Alemania y lo vimos, obviamente, en la propia guerra civil rusa. Hay un cierto patrón”, dice.

“Es cierto que quizá en el siglo XVIII y principios del XIX, cuando los ejércitos rusos luchaban contra Francia o Austria, no había necesariamente ese nivel de salvajismo, pero cuando llegó la expansión colonial en el sur contra los otomanos, alrededor del Mar Negro, la colonización de Asia Central… eso fue increíblemente cruel y despiadado. Hemos tenido esta especie de larga tradición de la crueldad de la guerra en Rusia”. 

Y no es solo la forma en que tratas a tus enemigos, sino a tus propios hombres, indica. “En Ucrania hemos visto la forma en que los cuerpos de soldados están siendo enterrados o quemados con el fin de reducir el número de víctimas”, señala. “Esta idea de que el soldado individual no cuenta para nada y que son, tal y como dijo Stalin en el discurso de la victoria, pequeños engranajes de la máquina, se remonta a las dos guerras mundiales y la guerra civil”.

Putin no está ganando la guerra, pero que la idea de que ha sufrido una gran derrota estratégica es muy exagerada

Hay otro paralelismo claro entre la Segunda Guerra Mundial y la invasión de Ucrania, dice Beevor. “En los años 30, los británicos y los franceses no se podían imaginar que alguien quisiera tener una repetición de la Primera Guerra Mundial y por eso no podían creer que Hitler realmente quisiera una guerra”, explica. “Hitler estaba decidido a tener una guerra por Checoslovaquia y estaba furioso con Chamberlain cuando cedió ante Alemania en 1938. [Con Putin] nos pasó algo parecido en el sentido de que simplemente no podíamos creer que alguien quisiera tener otra guerra de Estado contra Estado y por eso subestimamos el peligro”. 

“Ahora tal vez nos hemos despertado y nos hemos dado cuenta de que en realidad el mundo es un lugar mucho más peligroso de lo que habíamos supuesto. Por eso es tan importante el conflicto ucraniano”, dice. “Pasamos por alto Chechenia y Siria, pero deberíamos habernos dado cuenta de que Putin estaba preparado para luchar de forma desagradable y destructiva y para alterar el orden basado en reglas en la propia Europa”.

El propio Beevor reconoce que él tampoco creía que Putin fuese a invadir. “Es una gran llamada de atención a Occidente, que ha sido tan complaciente [con Rusia] en el pasado”. “Ucrania es tan importante porque estamos viendo el desarrollo de una nueva Guerra Fría que no es tanto entre la izquierda y la derecha, sino mucho más entre populista-autoritario y democrático. Y creo que esto va a ser en gran medida una cuestión de definición del futuro. Así que los ucranianos representan una posición muy importante”. 

Sobre la situación actual del conflicto, el historiador dice que “Putin no está ganando la guerra, pero que la idea de que ha sufrido una gran derrota estratégica es muy exagerada”. “Los ucranianos no pueden rendirse o llegar a un acuerdo de compromiso cuando saben que no se puede confiar en Putin para nada. A menos que Occidente o la OTAN puedan ofrecer a Ucrania el equivalente a una garantía como el Artículo 5 sobre cualquier acuerdo que se alcance, no va a valer para nada porque sabemos que Putin realizará otro ataque por esta obsesión que tiene”. 

“En Rusia todo se remite a periodos anteriores de la historia, nunca ha sido una cuestión de mirar hacia adelante, sino hacia atrás. Solo hace falta ver a Putin, en cuyo caso es mucho más una obsesión”, dice. “Putin está mucho más obsesionado con la idea del imperio ruso que con la Unión Soviética y se ha convencido de que es casi su misión sagrada restaurar el viejo régimen que existía bajo los zares”.

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