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Decenas de violaciones y más de un centenar de muertos en la represión en Sudán aumentan las divisiones en el Ejército

Personas caminan frente a tiendas cerradas durante el tercer día de la campaña del movimiento de desobediencia civil en Jartum, Sudán.

Marta Maroto

Ha pasado una semana y las cifras de las víctimas de la represión en Sudán, según la oposición, ascienden a más de un centenar de muertos, cerca de 700 heridos y al menos 70 violaciones por parte de miembros de las Fuerzas de Apoyo Rápido, que obedecen a la Junta Militar que gobierna el país. La violencia se produjo durante la dispersión de la masiva acampada de protesta ciudadana delante de los cuarteles generales del Ejército, símbolo del poder del dictador caído, Omar al Bashir. El brutal desalojo ha radicalizado a una oposición que ha logrado paralizar Sudán durante varios días con una convocatoria a la desobediencia civil y ha abierto grietas en la cúpula de militares que gobierna el país.

Una semana después de lo que la oposición ha tildado de “masacre” —cifran en 118 el número de muertos frente a los 61 que admite el Gobierno—, la Junta Militar ha anunciado la detención de “varios miembros de las fuerzas regulares”. Algo que la coalición alianza Declaración de Libertad y Fuerzas del Cambio ha considerado insuficiente, por lo que solicita una investigación independiente de lo ocurrido.

Después de semanas con las negociaciones paralizadas, la oposición ha suspendido la llamada a la huelga indefinida que comenzó el domingo y ha anunciado la vuelta a las conversaciones con la Junta Militar. Un movimiento que tendría que ver con la visita del viernes del primer ministro etíope, en un intento de respuesta y mediación por parte de la Unión Africana. Además, el lunes la coalición ya propuso al menos ocho personas para la formación de un Consejo de Transición civil, que estaría encabezado por Abdullah Hamdouk, antiguo Secretario de la Comisión Económica de Naciones Unidas para África, según Reuters.

Con el Internet cortado, las pocas imágenes de la capital difundidas al inicio de esta semana mostraban un Jartum desierto. El aeropuerto internacional, el Banco Nacional y los principales comercios cerraron y se unieron al llamado a la “desobediencia” de la oposición. Sin embargo, el martes algunas zonas de la ciudad recuperaron cierto movimiento y el miércoles, con el fin de la huelga —una decisión que parece tomar por sorpresa a analistas y sociedad civil y por el que la Junta Militar se ha felicitado— se ha reanudado la actividad.

A mediados de mayo ambas partes, Junta Militar y sociedad civil, parecían estar a punto de cerrar un acuerdo que fijaba un periodo transitorio de tres años, al término del que se convocarían elecciones. Sin embargo, las conversaciones terminaron abruptamente al no existir consenso en la representación que cada lado debería tener en el Consejo de Transición: la oposición exigía dos tercios del total. La tensión aumentó en las calles tras los dos días de huelga general convocados por la coalición, mientras que la Junta Militar aprovechó el estancamiento para reforzar sus alianzas con el bloque Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto.

La oposición ya advirtió de la injerencia de “algunos países árabes” sobre Sudán, unas reuniones que podrían haber envalentonado a la Junta Militar y adelantar el desalojo al lunes tres de junio, sin esperar siquiera al fin del Ramadán. Las Fuerzas de Apoyo Rápido entraron a tiros en la acampada, prendieron fuego a las tiendas de campaña y violaron a decenas de personas. El número de muertos ha ido aumentando hasta los 118 actuales a medida que se han recuperado cadáveres del interior de la acampada y del río Nilo: fueron asesinados y atados a rocas pesadas, para evitar que salieran a flote.

La oposición cortó la comunicación con los militares y llamó a la paralización del país. La Junta Militar tomó las riendas, anuló todo lo acordado y anunció la convocatoria de elecciones en nueve meses. “¿Quiénes son ellos para convocar unas elecciones?”, afirma a eldiario.es Abualabass Elmahdi, activista sudanés residente en Canadá que coordina la entrega de ayuda y financiación a los grupos opositores. Después de la “masacre” la Junta han perdido la legitimidad como interlocutor válido que sí habría tenido durante las negociaciones e insiste en la llamada a la desobediencia civil: “la gente no va a ir a votar”.

La disputa contra el Ejército y dentro del Ejército

La violenta represión ha acrecentado la brecha entre el Ejército y la sociedad civil en un pueblo, el sudanés, que “concibe a la Armada como protectora de la nación”, según contaba a este diario el activista y fotógrafo Ala Kheir, que lleva varios días sin poder ser contactado por la suspensión de Internet en el país. Durante los primeros días de abril, en mitad de la euforia por la destitución del eterno dictador Al Bashir, era común ver a soldados rasos bajar los fusiles para unirse a la acampada civil.

Y ahora, tras la matanza, ganan fuerza los rumores de que podría empezar a haber deserciones dentro del Ejército: “Previamente a esta represión ya había un sentimiento de descontento entre los oficiales más jóvenes, muchos de ellos no aprobaron la decisión de los militares de mantenerse en el poder”, explica el analista francés Jean-Baptiste Gallopin, que considera que la división de las Fuerzas Armadas podría dar lugar a una guerra civil.

Sudán en el mapa

La violencia de la última semana ha provocado la reacción de la comunidad internacional y de las organizaciones sociales sobre el país, que lleva desde diciembre volcado en las calles. Naciones Unidas ha desalojado a la mayoría de su personal por miedo a la una escalada de la represión y Amnistía Internacional ha pedido sanciones para la Junta Militar. La Unión Africana, por su parte, ha suspendido la participación de Sudán en el organismo y ha prometido llevar a cabo una investigación.

Unos y otros han condenado la violencia y han pedido la vuelta a las conversaciones: Estados Unidos ha calificado de “errónea” la incursión de las Fuerzas Armadas en la acampada y ha enviado a un mediador para intentar que las partes vuelvan a dialogar, la Unión Europea ha reivindicado el derecho de protesta de los manifestantes, Egipto ha lamentado la muerte de los “mártires” y ha urgido la reanudación de las negociaciones...

“Lo que llevamos sufriendo los últimos meses es resultado del conflicto de intereses de la comunidad internacional”, Elmahdi resalta la particularidad de Sudán y su “revolución” para evitar comparaciones con estallidos similares como el que ocurrió en Egipto durante las primaveras árabes. No se atreve a hacer ninguna predicción, con una oposición llamando a parar el país como fórmula de presión para la transferencia de poder, y una Junta Militar heredera de Al Bashir agarrándose a sus medallas, “nadie puede saber qué va a pasar”.

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