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Españoles que se vinieron de China... y ya no pudieron volver: “Nunca imaginamos que sería peor pasarlo aquí”

Llegadas en el aeropuerto de Wuhan en abril de 2020

Clara Giménez Lorenzo

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Seis meses de espera, separaciones familiares e importantes pérdidas económicas. Tras un largo periodo de incertidumbre, empiezan a ver la luz 600 españoles que habitualmente residen en China pero que llevan bloqueados en España desde el inicio de la crisis del coronavirus. Este martes, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino confirmó que los europeos con permiso de residencia en vigor podrán iniciar el retorno, una noticia que ha sido muy bien recibida entre los afectados, aunque algunos dicen estar “esperando la letra pequeña”.

Todos los entrevistados por elDiario.es llegaron a España en febrero, durante las vacaciones de Año Nuevo chino y después de que retrasaran la reincorporación a sus trabajos por la expansión del virus en el país asiático. Una situación que vivieron con preocupación desde España, hasta que la pandemia dejó de ser algo lejano en nuestro país. “Nunca nos imaginamos que sería peor pasarlo aquí”, explica una de las españolas, Anabel Ortiz, que ha permanecido estos meses en Madrid, una idea que repiten con palabras parecidas otros testimonios. El 28 de marzo, dos semanas después de que fuera decretado el estado de alarma en España, el Gobierno chino cerró sus fronteras a los extranjeros, incluyendo a los residentes. “Casi toda mi vida está en China”, expresan varios de estos ciudadanos a través del blog y la cuenta de twitter @Chinaesmicasa que han creado para dar a conocer el laberinto burocrático y emocional de estos meses.

Hasta el pasado lunes, China exigía un visado especial o fast track, para el que era necesaria una carta de invitación oficial aprobada por el Ministerio de Asuntos Exteriores. La carta, solicitada por las empresas, se ha ido concediendo a profesionales del sector comercial, logístico y tecnológico, pero no a quienes forman parte del ámbito educativo o deportivo, un porcentaje importante de los residentes españoles. “En general, creo que las medidas del Gobierno chino son correctas para gestionar la crisis, mi mayor queja pasa por el hecho de que no hayan metido en el saco de prioridades al gremio educativo”, explicaba hace unos días a elDiario.es Alejandro Castellanos, una crítica compartida por otros entrevistados.  

Este martes, la Embajada china en Dinamarca fue la primera en informar del cambio de criterio, confirmado a Efe por el Ministerio de Exteriores chino. Desde el 10 de agosto, los ciudadanos de 36 países europeos  “con permiso de residencia chino aún válido, incluidos el de trabajo, el de reagrupación familiar y el de asuntos personales, pueden solicitar el visado chino de forma gratuita en cualquier Embajada o Consulado General de China”, reza el comunicado de misión diplomática en España.

La medida, que incluye a los 27 Estados miembros de la Unión Europea, así como a Albania, Macedonia del Norte, Islandia, Bosnia, Montenegro, Noruega, Suiza, Serbia y Reino Unido, ha sido adoptada con  el fin de “facilitar aún más los intercambios  personales entre ambas partes” y “bajo el contexto de mantener las medidas antiepidémicas rutinarias”. 

Además de una prueba PCR negativa realizada con anterioridad al viaje en un centro autorizado, en el caso de que se haga escala en un país donde estas pruebas son exigidas para viajar a China, los solicitantes deberán adjuntar una declaración de salud en la que aseguren, entre otras medidas de precaución contra la COVID-19, no haber “tomado ningún medicamento para la fiebre o el resfriado” en los 14 días previos a la firma del documento.

Alivio y cautela entre los residentes españoles

Alejandro Castellanos lleva cinco años en China y trabaja como profesor en la Liverpool University de Suzhou, un centro internacional donde “el 80% de los profesores son extranjeros”. Al contrario que a otros conocidos, no le revocaron contrato y ha podido trabajar on-line desde España, pero temía que la situación cambiara con la vuelta a las clases presenciales.

Ya se ha puesto en contacto con los responsables de su universidad, que de momento solo le han comunicado que están “a la espera de más instrucciones”. Por suerte, su permiso de residencia expira el 31 de agosto, aunque explica que tiene compañeros con el permiso ya caducado. “No saben muy bien cómo les va a afectar, si tienen que seguir un procedimiento distinto”. Él aún tiene margen y está deseando volver lo antes posible. “Mentalmente ha sido muy complicado levantarte todos los días y no saber qué va a pasar, además, las familias de los estudiantes están metiendo presión para que las clases no sean online”, asevera. 

No es el único en acoger las novedades con cautela. “En todo caso, incluso si intentamos interpretar el confuso comunicado, los turistas siguen sin poder entrar, y los que tenían residencia aún necesitan pedir un nuevo visado incluso aunque tengan en vigor el permiso de residencia. La única diferencia sería que no exigen la carta de invitación, y no está nada claro aún ese aspecto”, opina uno de los responsables del blog Chinaesmicasa.

“Estoy expectante, no sé qué voy a hacer”, dice Anabel Ortiz, residente en China desde hace ocho años y profesora de inglés en un colegio internacional de Shenzen. Su contrato expiró y el centro le ofreció uno nuevo para agosto de 2021, aunque con la posibilidad de incorporarse antes. Precisamente, este martes encontró trabajo en España, resignada a que el paréntesis se alargara durante muchos meses. “Cuando por fin había encontrado trabajo aquí... ahora no sé qué voy a hacer”. Su hijo de 17 años también ha estado buscando empleo para poder pagarse el instituto de Shenzen donde seguirá estudiando on-line. “Tengo el corazón dividido entre España y China”, afirma Anabel.

Una larga espera con un alto coste económico

Estos seis meses de espera han supuesto una eternidad para muchos residentes españoles. “Algunos se han despertado en una realidad que siempre había sido así: un extranjero en China siempre será legalmente un ciudadano de segunda”, opina uno de los responsables del blog Chinaesmicasa. Unos 400 afectados enviaron una misiva a las autoridades consulares españolas a finales de junio en la que pedían, entre otros requerimientos, “la reciprocidad en relación con los residentes españoles que no pueden entrar en China, puesto que los residentes chinos no han tenido ninguna restricción en su entrada a España, precisamente por su condición de residentes, no habiéndose cumplido para el caso de los españoles”. 

La ministra de Exteriores, Arancha González Laya, respondió el 29 de julio en una carta a la que ha tenido acceso elDiario.es, asegurando que el Gobierno “otorga la mayor importancia a esta cuestión y está poniendo todo su empeño en solucionar la situación creada lo antes posible, con gestiones tanto a nivel europeo como bilateral”. González Laya afirmó que “aunque España, junto a Alemania, Francia y Finlandia, fue uno de los pocos Estados Miembros de la UE a los que se ofreció la vía del fast track a mediados de mayo (...) somos conscientes de sus limitaciones y dificultades prácticas”.

Ahora, con los requisitos de entrada suavizados, muchos residentes ya piensan en la forma de desplazarse a China. De momento, España no ha conseguido autorización para organizar vuelos chárter, como sí han hecho Estados Unidos o Alemania. En julio, la Cámara Oficial de Comercio de España en Pekín consiguió 30 plazas en los chárter que salieron desde Alemania, una operación que volverá a repetirse en agosto, según explicaba por teléfono hace unos días Alberto Lebrón, presidente de la delegación en Pekín. Los socios patrocinadores de la Cámara tienen prioridad y el coste de los billetes asciende  a unos 2.000 euros en clase turista. 

A los alrededor de 2.000 euros de pasaje hay que añadir el precio de las pruebas de COVID-19 y las dos semanas de cuarentena (o una, dependiendo de la localidad) en un hotel, un coste inasumible para muchos profesionales que no están respaldados por grandes empresas, como frecuentemente es el caso del gremio educativo. Laura Esteban, profesora de inglés en un colegio internacional de Pekín, explica que volvería con su marido y su hijo, que por ser mayor de 14 años pasaría la cuarentena en una habitación individual.

En su caso, al gasto que implican los vuelos y las tres habitaciones de hotel se suma el hecho de continuar pagando el alquiler del apartamento en Pekín, unos 2.000 euros al mes. “Muchos hemos tenido suerte porque estamos con amigos y familiares, pero otras personas llevan meses pagando dos alquileres”, recalcaba Laura hace unos días. “Otra preocupación que tenemos es si, además de pagar nuestros impuestos en China, tendremos que tributar en España por el tiempo que llevamos aquí”. En este sentido, la Agencia Tributaria define que una persona física es residente en el estado español y, por tanto, debe hacer la declaración de la renta, cuando permanece más de 183 días en el territorio durante el año natural.

Muchos de los entrevistados comparten la preocupación de Laura. A mediados de junio, sin tener en cuenta las recomendaciones de la OCDE,  la Dirección General de Tributos hizo pública la consulta V1983-20 realizada por un matrimonio de Líbano que quedó varado en España por la pandemia. En su respuesta, el órgano dependiente de Hacienda afirmó que los días pasados en el territorio español debido a esta situación excepcional se computarán a efectos de determinar la residencia fiscal en el país.  

Pero la incertidumbre, para quienes llevan meses sin ver a sus seres queridos en China, va más allá del ámbito económico y laboral.  “Mi hija se está olvidando de hablar chino aunque haga videollamadas casi a diario con su padre y abuelos paternos, y ni que decir que ya ni entiende el dialecto shanghainés”, lamentaba hace unas semanas una española separada de su marido chino en el blog Chinaesmicasa.  

Otro de los entrevistados y responsable del blog, que prefiere no dar su nombre, cuenta que lleva ocho años como profesor en China. Hasta el estallido del virus residía con su mujer, de nacionalidad china, en Shanghai.  Ella decidió quedarse en el país cuando él vino de vacaciones a España durante el Año Nuevo chino. Se despidieron para tres semanas, pero ya han pasado seis meses. La separación se ha hecho especialmente dura porque su pareja se está sometiendo a un tratamiento de fertilidad. Si todo va bien, pronto podrán reencontrarse. “Un paréntesis forzado como éste es, irónicamente, como tener la vida congelada”, concluye.

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