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ENTREVISTA
Elena Vavilova

La espía rusa que inspiró la serie 'The Americans': “Lo más duro fue criar a mis hijos rodeados de secretos”

Elena Vavilova, antigua espía encubierta, a su regreso en Moscú.

Javier Biosca Azcoiti

7 de julio de 2021 22:52 h

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El 27 de junio de 2010, el FBI irrumpió en la casa de los Heathfield a las afueras de Boston y detuvo a Donald Heathfield y a su mujer, Tracey Ann Foley, un matrimonio canadiense con dos hijos, uno de 20 y otro de 16. Él, consultor de estrategia para empresas. Ella, agente inmobiliaria.

Ni sus hijos –nacidos en Canadá– sabían que sus padres eran en realidad espías encubiertos de Rusia que habían sido enviados a Occidente en los años 80 y que formaban parte del “servicio ilegal”, un programa ultrasecreto de Moscú para sacar información en plena Guerra Fría. El KGB soviético había robado dos identidades reales de niños canadienses fallecidos poco después de nacer y ellos se habían encargado de darles vida.

Al parecer, los Heathfield fueron traicionados por uno de sus superiores que desertó a EEUU. El FBI lanzó la operación 'Ghost stories', gracias a la cual detuvieron a 10 espías rusos en su territorio.

Los dos hijos de los Heathfield fueron enviados a Rusia a pesar de que no hablaban el idioma y los 10 espías detenidos fueron posteriormente intercambiados en el aeropuerto de Viena por cuatro agentes dobles capturados por Rusia, entre ellos, Serguéi Skripal, que en 2018 fue envenenado con Novichok.

Donald Heathfield era Andréi Bezrúkov y Tracey Ann Foley era Elena Vavilova. Ambos ya estaban casados en la URSS antes de “conocerse” y volverse a casar como canadienses. Los dos fueron recibidos con honores en Rusia y galardonados con la máxima distinción del Orden del Mérito de la Patria. Actualmente, ella trabaja para la empresa minera rusa Norilsk y él es consejero de la petrolera pública Rosneft y profesor del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales del Ministerio de Exteriores. Su historia inspiró la exitosa serie The Americans en 2013, y en 2019 Vavilova escribió la novela 'La mujer que sabe guardar secretos', recién traducida al castellano por Roca Libros. El libro es de tinte autobiográfico, aunque esconde algunos detalles y localizaciones. Vavilova ha visto The Americans y cree que refleja bastante bien la presión psicológica, aunque señala que en la realidad no hay tanta acción ni violencia.

¿Cómo fue el intercambio de prisioneros en Viena? ¿Es como en las películas?

Todo sucedió muy rápido. Realmente parecía una película. Íbamos vestidos con el uniforme de prisión blanco y naranja y volamos ocho horas juntos en un avión solo para nosotros y con algunos agentes del FBI que nos acompañaban. Estábamos agotados. En Viena salimos del avión, nos subimos a la furgoneta y nos dirigimos a otro avión que estaba aparcado enfrente y que era un avión militar mucho más pequeño. 

Al mismo tiempo, vimos la furgoneta que iba en la dirección opuesta desde ese avión ruso hacia el avión americano. En ese avión estaban los que fueron intercambiados por nosotros. Llegamos al avión, pero en ese momento ni siquiera cambiamos del inglés al ruso. Imagínate después de haber vivido tantos años sin hablar ruso y de repente la gente te saluda y te da la bienvenida. Estábamos un poco callados en ese momento. Nunca me imaginé que volvería después de mi misión de esta manera. Fue muy emotivo porque no sabíamos lo que pasaría después.

¿Qué le movió a embarcarse en una misión tan difícil durante un periodo de tiempo tan largo y en el que incluso escondieron sus identidades a sus hijos?

Nosotros pertenecíamos al “servicio ilegal”, la división más secreta de la inteligencia extranjera rusa, la cual enviaba agentes encubiertos con identidades falsas. Es una tradición muy rusa que comenzó después de la revolución.

La Unión Soviética tenía gente dispuesta a hacerlo. Difícilmente podría imaginar por ejemplo a un estadounidense que aceptase ir a Rusia o a la Unión Soviética durante 23 años. Esto viene de una educación especial durante la época soviética en la que a todos los jóvenes se les enseñaba a amar el país y a pensar primero en el país y luego en sus motivaciones individuales. Es lo opuesto a la cultura educativa estadounidense. No digo que sea bueno o malo, pero eso es lo que es. Por eso era fácil encontrar a gente dispuesta a sacrificar ciertas cosas.

¿Qué diría que fue lo más difícil?

Para mí, que soy más emocional, fue duro estar lejos de mi familia y, por supuesto, criar a mis hijos y no poder transmitirles mi propia cultura y criarlos rodeados de secretos. Pero cuando sabes el motivo, es más fácil soportarlo.

La parte más difícil durante la formación y el trabajo es ser capaz de aprender el idioma hasta ese punto en el que no levantas ninguna sospecha. Así como ser capaz de mezclarse en la sociedad y entender bien la mentalidad de otra nación. Todo lo demás, como las técnicas de espionaje, es más fácil y más técnico. Todo el mundo puede entender el código Morse, aprender a hacer 'dead drops' –cuando escondes algo para pasar información– o aprender a engañar al polígrafo, pero ese trabajo interno es lo más difícil.

¿Cómo puede una agente inmobiliaria en EEUU ser útil en términos de inteligencia para Rusia?

Ser agente inmobiliaria era un trabajo tapadera, del mismo modo que mi marido tenía un trabajo como consultor de estrategia para empresas. Hay otros ejemplos: uno era pintor, otro sacerdote… El trabajo principal se centraba en encontrar la gente y las fuentes.

Por ejemplo, nuestros hijos estaban matriculados en la Escuela Internacional Franco-Americana y había muchos padres que tenían trabajos importantes. Por otro lado, mi marido, por ejemplo, se centró en conseguir la mejor educación. Durante nuestros 23 años de misión terminó estudios en tres universidades, una en Canadá, otra en Francia y otra en Estados Unidos, y esa era exactamente la manera de llegar a los círculos adecuados. En su clase de Harvard, por ejemplo, estaba un futuro presidente de México, Felipe Calderón. También había un montón de militares, futuros diplomáticos, etc. 

¿Cambió la relación con sus hijos cuando se dieron cuenta de quiénes eran sus padres? ¿Cómo reaccionaron?

Esa fue una parte muy difícil de toda la historia. En el momento de la detención uno tenía 16 años y el otro, 20. Para ellos fue muy difícil entender cómo todo su mundo dio un vuelco, especialmente cuando viajaron a Moscú y acabaron aquí con nosotros en un mundo totalmente diferente.

Lo que ayudó fue que estábamos muy unidos a nuestros hijos porque vivíamos sin parientes cerca. Pudimos explicarles tranquilamente la elección que tomamos hace tantos años. No fue fácil para ellos aceptarlo, aunque no diría que estaban enfadados. Los criamos de la forma en que lo hubiésemos hecho en cualquier cultura. Hablar un idioma diferente no significa que fuésemos personas diferentes para ellos. Después, ellos han seguido sus caminos alejados de todo lo anterior.

Uno de ellos obtuvo la nacionalidad canadiense hace dos años.

Los dos. Uno ha estado peleando en los tribunales siete años, pero una vez que ganó en el Tribunal Supremo de Canadá, su hermano también obtuvo automáticamente el derecho a la nacionalidad. No es que no les gustara la nacionalidad rusa, que por supuesto adquirieron, sino que pensaban que sería injusto haber nacido en Canadá y no poder tener identidad canadiense. 

El 'Wall Street Journal' publicó que estaban preparando a sus hijos para convertirse en espías.

Hubo mucha paranoia después de todo lo que ocurrió. Un periodista u otra gente que nos quería culpar fueron demasiado lejos, pero para nuestros hijos habría sido más peligroso saber algo. Entonces no sólo nosotros correríamos el riesgo de ser descubiertos, sino que también su vida se vería alterada. 

No estaba permitido revelar nada, ni siquiera hablar el idioma. Por eso nuestros hijos tenían una imagen muy negativa del pueblo ruso. Pensaban que aquí todo el mundo bebe mucho, que hay osos caminando por todas partes y que la gente no es culta. Todo esto es un estereotipo que se crearon viendo películas estadounidenses.

¿Cómo fue reclutada por la KGB?

En el libro escribo mucho sobre eso porque eso es lo que la gente quería saber y es la parte menos conocida. El reclutamiento se llevó a cabo en mi pueblo natal de Siberia. Mi marido y yo éramos estudiantes del departamento de Historia y en ese momento el KGB buscaba candidatos para este tipo de trabajo. En un momento una persona se reunió conmigo, me pidió que hablara con él y me dijo que era del KGB.

Charlamos un par de veces. Él me hacía preguntas inocentes y poco a poco llegó a conocerme. Supongo que estaba estudiando todo lo que yo había hecho antes, así como mi historia familiar. Luego otra persona vino de Moscú y organizaron una reunión. Durante esa reunión me dijeron que creían que yo cumplía el perfil para ser formada para convertirme en espía. Esa misma semana, a mi marido le hicieron la misma pregunta y dijo que sí. Yo también dije que sí principalmente porque no quería que hubiese otra guerra terrible. Entonces me dijeron: “Por cierto, que sepas que tu novio también ha dicho que sí'.

Nos mandaron a Moscú a empezar el entrenamiento y si lo pasábamos, entonces nos podíamos convertir en espías encubiertos e ir a trabajar al extranjero. Fueron varios años de aprendizaje, sobre todo del idioma.

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