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Análisis

En la fiesta de Trump: ni programa electoral ni voces críticas, pero sí mucha gasolina

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump (i), y el vicepresidente, Mike Pence, reaccionan durante la primera jornada de la Convención Republicana en Charlotte, Carolina del Norte (EE.UU.), hoy 24 de agosto de 2020. EFE/EPA/Chris Carlson

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El Partido Republicano ha muerto, ya solo existe el Partido Trumpista. Nunca se ha visto tan claramente como en la Convención Nacional Republicana de esta semana, en la que el culto a la personalidad del presidente está alcanzando cotas sin precedentes. Una fiesta en su honor donde el candidato rompe unas cuantas tradiciones.

Trump no se limitará a una pequeña participación inaugural y a un gran discurso de clausura, como han hecho normalmente los candidatos. Según han anunciado sus asesores, el presidente quiere aparecer en cada uno de los cuatro días del cónclave, aunque no está claro en qué formato. Además, cuando ceda el micrófono, será con la tranquilidad de dejarlo en buenas manos: más de la mitad de los oradores principales destacados por Fox son miembros de su familia, empezando por su esposa Melania y por todos sus hijos adultos (Don Jr., Ivanka, Eric y Tiffany), además de su nuera. 

La convención, organizada por dos productores del reality de Trump, no tiene espacio ni para un mínimo resquicio de desacuerdo. En el cónclave demócrata de la semana pasada, el candidato centrista Joe Biden invitó a hablar a líderes del partido con visiones mucho más progresistas, como a la congresista Alexandria Ocasio-Cortez (muy brevemente) o a su rival en las primarias Bernie Sanders. En la lista de Trump no aparece ningún crítico, aunque sea al precio de excluir de la cita al último presidente republicano, George W. Bush, y al último candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney. Ninguno de ellos le baila el agua. 

Aunque hace ya tiempo que a esas convenciones los delegados van más a aplaudir que a hablar de política, en la fiesta de Trump ni se guardan las apariencias, El partido republicano, excusándose en la pandemia, ha decidido que este año no va a redactar siquiera un programa electoral: en un comunicado delirante dicen que de no haber coronavirus “sin duda y unánimemente se habría reiterado el fuerte apoyo del partido al presidente Donald Trump” y advierte a los delegados que “cualquier iniciativa para enmendar el programa de 2016 o redactar uno nuevo será nula”. Se presentarán con las mismas promesas que hace cuatro años. “Make America Great Again, again”, tal y como afirmó el vicepresidente el primer día del evento.

En el fondo, la gran promesa de Trump siempre ha sido la de irritar a los periodistas y a los demócratas y en eso sigue en plena forma. En un discurso inaugural que ha durado algo menos de una hora, le ha pedido a sus seguidores que no griten “cuatro años más” sino “12 años más”, haciendo un chiste sobre perpetuarse en el poder de manera inconstitucional. También ha reiterado que si pierde las elecciones será porque ha habido fraude electoral de los demócratas, porque si no, jamás perdería.

A ratos hasta parece que está ya resignado, con frases como “va a ser una de las estafas más grandes, es la estafa más grande de la historia de la política”. No se sabe si está buscando un modo de salvar la cara o una excusa para aferrarse al poder aunque pierda. Lo que es seguro es que durante esta convención republicana no va a escuchar muchas críticas, porque no se las ha invitado. En lugar de eso, tenemos un discurso de Patricia y Mark McCloskey, la pareja que salió rifle en mano a defender su casa de una manifestación antirracista. El Partido RePublicano de hoy es eso.

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