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Entrevista Senadora chilena

Isabel Allende: “Salvador Allende deja la experiencia de que los procesos son graduales y con amplias mayorías”

Senadora chilena Isabel Allende

Meritxell Freixas

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Por primera vez, este 11 de septiembre Chile habría podido conmemorar los 49 años del golpe de Estado de Augusto Pinochet (1973-1990) sin arrastrar el legado del dictador, encapsulado en la Constitución de 1980. Sin embargo, una amplia mayoría de la ciudadanía rechazó la propuesta de nueva Constitución que se votó hace justo una semana. Por ahora, la carta magna instaurada durante la dictadura se mantiene un 11 de septiembre más.

Tras las negociaciones de la última semana, algunos, como Isabel Allende, senadora del Partido Socialista e hija del expresidente Salvador Allende, esperan poder llegar al 50 aniversario del golpe de Estado con una nueva carta magna. Quieren que sea redactada por una nueva convención constitucional y que se aleje de “maximalismos” y otros “errores” cometidos en la primera etapa. La parlamentaria conversa con elDiario.es sobre el futuro del proceso constituyente, la gestión del gobierno de Gabriel Boric, y las deudas del Estado chileno en materia de memoria y derechos humanos.

¿Es de las que pensaban que Chile conmemoraría 49 años del golpe de Estado con una nueva Constitución?

Soy de las que creía que el resultado del plebiscito iba a ser muy estrecho, tres puntos arriba o abajo, el apruebo o el rechazo. Jamás imaginé este resultado. Éramos conscientes de que el rechazo levantó una campaña muy inteligente y brutal, con muchas noticias falsas. Pero también hubo comportamientos reprochables de los convencionales, faltas de ética y mucha falta de información y de pedagogía. Hubo maximalismos e intolerancia y faltó capacidad de generar acuerdos amplios, más allá de que cada artículo requería 2/3. Además, la gente no leyó la Constitución y se quedó con ciertos titulares. Otros asociaron la propuesta constitucional al gobierno de Boric, cuya adhesión ha disminuido porque hay una situación económica compleja, inflación, ya no hay las ayudas universales. Hubo una multiplicidad de factores que influyeron en este resultado. Me hacía pensar que era muy difícil ganar, pero tenía una esperanza. 

¿Cómo afectó que parte de la centro-izquierda apostara por el rechazo?

El triunfo del que se jacta la derecha es un resultado que ni en sus mejores sueños podría obtener. Lograron arrastrar a sectores que pertenecieron a la Concertación [coalición de la centro-izquierda tradicional] y que se fueron con el rechazo, y sumar otra gente que por primera vez votaba. Fue la primera elección con voto obligatorio y con inscripción [al padrón electoral] automática. La participación fue inédita. 

¿Cuán debilitado queda ahora el gobierno de Boric, del cual su partido también forma parte?

Queda debilitado porque hubo una asociación de la nueva propuesta de Constitución con el gobierno. Sin embargo, hizo muy bien en reaccionar rápido y hacer un cambio de gabinete. Se incorporaron dos mujeres [Carolina Tohá como ministra de Interior, y Ana Lya Uriarte como ministra general de la Presidencia] con trayectoria y experiencia en el servicio público y eso va a aportar. También hay un nuevo equilibrio en el comité político [círculo duro de ministros que toma las decisiones], que estaba demasiado cargado hacia la coalición del propio presidente. La presencia de nuestra coalición, Socialismo Democrático [conformada por la centro-izquierda tradicional], se equilibra con la de Apruebo Dignidad [que forman el Partido Comunista y el Frente Amplio]. En este gobierno hay dos coaliciones gobernando, que son diversas, con historias diferentes, culturas diferentes y que no ha sido fácil la relación entre ellas. Esto es inédito. 

Ha habido errores del gobierno que han delatado la falta de experiencia. Gobernar es algo complejo y, sobre todo, cuando no hay mayorías en el Congreso

¿Faltaba experiencia en el gobierno?

Sí, porque había gente muy joven o muy académica, pero sin trayectoria en el servicio público. Ha habido errores del gobierno que han delatado la falta de experiencia. Gobernar es algo complejo y, sobre todo, cuando no hay mayorías en el Congreso. Se ha permitido que ingresen al Parlamento partidos con un porcentaje bajísimo de adhesión. Hay más de 25 partidos y movimientos en la Cámara de Diputados y Diputadas y eso obstaculiza una buena gestión y por eso se necesitaba gente con más experiencia. 

Esta semana hemos visto una imagen de todas las fuerzas del Congreso reunidas para definir un nuevo itinerario constitucional. El protagonismo ahora regresa al Congreso, pero los partidos y las instituciones fueron rechazados en el primer acuerdo por una nueva Constitución, en pleno estallido social de 2019, por una profunda crisis de legitimidad. ¿Qué ha cambiado ahora?

Tiene que volver al Congreso porque es ahí donde hay que legislar una reforma constitucional que regule las condiciones en que se va a hacer esta nueva etapa. Hay que definir el número de convencionales, el modo de elección, las características electorales (listas, paridad, escaños reservados para pueblos originarios, etc.). Hasta ahora, la derecha ha dicho estar disponible para una nueva Constitución. Espero que lo que dijeron haya sido por convicción y no por oportunismo electoral antes del 4 de septiembre. Han surgido voces que ya empiezan a desdibujar los acuerdos comprometidos, pero espero que cumplan su palabra y se pueda establecer un nuevo proceso constituyente.  

¿Puede leerse esta nueva etapa como una oportunidad para que la ciudadanía vuelva a confiar en el Congreso y las instituciones?

Lo veo como una oportunidad, pero no es fácil. El grado de deslegitimidad ha sido alto y en este país falta mucha educación cívica. Chile era un país que se caracterizaba por que la gente tenía alta consciencia cívica y política, pero se ha ido perdiendo, también por el voto voluntario. Los partidos tenemos que demostrar que hemos aprendido la lección y ser más rigurosos con la transparencia y las rendiciones de cuentas de fondos públicos. Tenemos una ciudadanía cansada del abuso, del maltrato y de no tener acceso a los servicios de calidad porque en nuestro país eso depende del bolsillo. Hay que escuchar más a la gente, porque la Constitución del 1980 no permitió espacios de consulta y participación.

Sería un gran hito y muy relevante que, a los 50 años del golpe se deje por fin atrás la Constitución de 1980, impuesta en dictadura y con este carácter subsidiario

¿Qué ejes de la nueva Constitución hay que mantener en la segunda propuesta que se redacte?

Algunos para mí son centrales como establecer un Estado social democrático y de derecho, lo más parecido a un estado de bienestar, en el que se protejan y garanticen derechos, que hoy no lo tenemos; asegurar la paridad; la representación de los pueblos originarios; expresar la preocupación por el medio ambiente y el cambio climático y la descentralización. 

Se habla de septiembre del próximo año como una posible fecha para la segunda propuesta de nueva Constitución. ¿Podría coincidir la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado con la nueva Constitución?

Sería un gran hito y muy relevante que, a los 50 años del golpe se deje por fin atrás la Constitución de 1980, impuesta en dictadura y con este carácter subsidiario. Hemos aprendido dolorosamente que hay que proteger la democracia con más democracia. No puedo decir con seguridad que vaya a ser para el 11 de septiembre, pero al menos en el año en que se cumplen los 50 años. 

¿Sería el cierre definitivo de la transición?

Exactamente. Por fin dejaríamos atrás la Constitución que significó amarres, supracuórums, senadores designados, un sistema binominal que hasta 2017 terminaba por empatar a la oposición y al oficialismo, etc. Hemos sido presos durante más de 40 años de una Constitución que amarró el inicio de la democracia. La transición democrática que ha sido muy lenta, en parte, por este factor. 

¿Qué deudas en materia de derechos humanos y memoria tiene el Estado de Chile pendientes de resolver?

Hemos avanzado y hay buena parte de la cúpula presa, algunos con cientos años de condenas, pero no es suficiente. Faltan respuestas para encontrar los restos de familiares de detenidos y desaparecidos. Todavía hay juicios abiertos, y son lentos y todavía la gente siente que la justicia no llega. Y, por otro lado, hay que enfatizar más la formación en derechos humanos, sobre todo de las policías. En el estallido hubo actos condenables como saqueos, pero por el otro lado, hubo una represión en la calle que demostró que necesitamos avanzar en protocolos democráticos. Es un país que ha ido haciendo justicia con mucha lentitud y queda mucho pendiente. 

Fuera de Chile, sobre todo la prensa internacional, ha comparado al presidente Boric con su padre, en particular por ser ambos gobiernos de izquierda. ¿Encuentra similitudes?

Hay una similitud porque el presidente Boric plantea una serie de transformaciones importantes. Salvador Allende sentiría que es admirable que tantos años después le toque el liderazgo a una persona joven, de 36 años, que tiene esta sensibilidad de generar transformaciones, pero consciente de que requieren amplias mayorías. A Salvador Allende le gustaría acercarse a conocer un proceso como este con mucho interés y le gustaría ver que hay dos coaliciones, que hay diversidad entre ellas, con historias distintas, pero con la idea de sumarlas, de aprender a escuchar al otro y de que los maximalismos nos hacen malas jugadas. 

¿Su padre también hubiese pensado que los maximalismos han jugado una mala pasada?

Por supuesto. Hubo momentos en su gobierno que algunos querían la revolución ‘ya, ahora y de cualquier manera’, o trataron de ir más allá de los límites, por ejemplo, con la reforma agraria. Salvador Allende nos deja la experiencia de que los procesos son graduales y con amplias mayorías y eso Boric lo recalca mucho. A él le gusta mucho informarse de la historia pasada y siempre reconoce que lo de hoy descansa en hombros de muchas generaciones que trabajaron para eso. 

¿Puede anticipar algo de los preparativos para la conmemoración de los 50 años del golpe?

El gobierno creará una comisión para prepararla porque no va a ser indiferente. En la Fundación Salvador Allende estamos trabajando en tres líneas: los desafíos de la democracia, la solidaridad y el reconocimiento a los comités internacionales y países que ayudaron desde afuera, y los derechos humanos. También empezaremos a organizar distintas actividades y coordinaciones con los países que se quieren sumar a la conmemoración. No será solo una fecha, sino a lo largo de todo el próximo año. 

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