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Maya Fernández, ministra de Defensa, nieta de Salvador Allende y símbolo del nuevo Chile

Maya Fernández Allende, futura ministra de Defensa de Chile, en una imagen de archivo.

Meritxell Freixas

Santiago de Chile —

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El martes 11 de septiembre de 1973, Beatriz Allende, conocida como Tati, llegó poco antes de las 9.00 horas de la mañana al Palacio de La Moneda. La guardia personal de su padre, el entonces presidente Salvador Allende, la había llamado antes para alertarla, a ella y a su marido, el diplomático cubano Luis Fernández Oña, de un golpe de Estado en proceso. Su padre también le había pedido que se quedara en casa, pero –según contó Fernández en el libro Beatriz Allende: A revolutionary Life in Cold War Latin America de la historiadora británica Tanya Harmer– “fue imposible retenerla”.

Beatriz resistió con su padre en La Moneda hasta que el propio Allende, justo antes del bombardeo, le ordenó que se marchara junto a las otras seis mujeres que todavía permanecían en el lugar, entre ellas su hermana Isabel. Tati Allende tenía entonces 30 años, estaba embarazada de siete meses y tenía una hija de dos años, Maya, a la que dejó en casa de una amiga. 

Aquella niña, nieta de Salvador Allende, a la que su madre protegió del golpe ese 11 de septiembre, tomará posesión el próximo 11 de marzo como ministra de Defensa del futuro Gobierno de Gabriel Boric. Su nombramiento se ha interpretado como un hecho simbólico por lo que significa que la heredera del legado del expresidente Allende, derrocado en 1973 por Augusto Pinochet, llegue a dirigir las Fuerzas Armadas chilenas.

Maya Fernández Allende (Santiago, 1971) es hija de Beatriz Allende, la segunda de las tres que tuvo el expresidente, muy cercana a él y considerada la más política, y de Luis Fernández, quien además de diplomático, fue miembro del servicio de inteligencia cubano. Aunque Maya no tiene recuerdos del golpe de Estado ni de su abuelo, su figura ha marcado su trayectoria. “Lo admiro. Para mí es un orgullo ser su nieta y también una responsabilidad. Pero soy una persona distinta. Yo soy Maya”, dijo en una de las primeras entrevistas que dio cuando entró en la política, con El País.

Exilio en Cuba

Tras el golpe, la familia Fernández Allende se exilió en Cuba. Maya y su hermano Alejandro permanecieron toda su infancia y adolescencia en la isla, con la que su madre había mantenido estrechos vínculos desde antes. “Fue una colaboradora íntima y una partidaria ferviente de su proyecto revolucionario y creía que las autoridades cubanas podrían ayudar a la izquierda chilena a reagruparse y resistir a la dictadura militar”, explicó Harmer.

Con 34 años y tras una depresión, Beatriz Allende se suicidó en La Habana. Maya tenía seis años y su hermano, tres. “Era muy enérgica, exigente políticamente, con mucha entrega y lealtad. Siempre me ha dolido el tema de la Tati. Me hubiera gustado que ella hubiese estado. Pero mis dolores me han hecho creer en la vida”, dijo Maya sobre su madre en la misma entrevista.

Los dos hermanos crecieron en La Habana. Ella estudió en la Escuela Primaria Solidaridad con Chile, un centro público creado en 1974 para los hijos de las familias exiliadas de la dictadura de Pinochet. “Yo era una niña más del barrio. Nunca fue una carga ser reconocida como nieta de Allende”. 

A la izquierda del Partido Socialista

En 1992, ya en democracia, Maya y Alejandro regresaron a Chile. Ella empezó a estudiar Biología y Veterinaria y se inscribió como militante del Partido Socialista (PS), su partido político hasta hoy. “Maya Fernández representa una parte importante del PS encarnada en la figura del expresidente Salvador Allende, que es uno de estos símbolos que conforman tradiciones importantes dentro de los partidos. Hoy todavía ocupa un lugar fundamental y hay una nostalgia por su figura”, dice Marco Moreno, decano de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Central.

La socialista llegó a las instituciones en 2008 como concejala del Ayuntamiento por el distrito de Ñuñoa, donde reside hasta hoy, uno de los más céntricos y acomodados de Santiago. Intentó llegar a la alcaldía en 2012, pero no fue elegida y dos años más tarde dio el salto a la Cámara de Diputados, en la que fue reelegida en 2017. Durante esta última legislatura, en 2018, asumió la presidencia de la institución.

Dentro del partido, ha liderado la oposición a la directiva actual. Ha defendido el acercamiento con la coalición del Frente Amplio –a la que pertenece Boric– y la postura de dar un giro hacia la izquierda que, hasta el momento, prácticamente no se ha producido. “El PS tiene que volver a ser un partido capaz de estar ahí liderando los cambios, las transformaciones”, dijo durante la previa electoral.

“Su orientación ha sido colocar al PS en el eje más hacia la izquierda como manera de responder a las demandas del estallido social y, al igual que Boric, ha mostrado una impronta territorial y de cercanía con las organizaciones sociales y vecinales”, dice María Pía Martin, académica de la Universidad de Chile y doctora en Políticas públicas y transformación social.

En plena campaña de primarias, incluso antes de la primera vuelta presidencial, y mientras los socialistas apostaban por la candidata democratacristiana Yasna Provoste, Maya Fernández fue la primera figura de peso de su formación que respaldó públicamente a Gabriel Boric. “Después de un periodo de reflexión, he decidido apoyar a Boric (…). Tengo la mejor opinión de la candidata Yasna Provoste en lo personal, pero el proyecto de centro que encabeza no me convoca respecto a las ideas y mirada de país”.

Su decisión desató una polémica dentro del partido, pero ella se mantuvo firme y llegó a aparecer en su espacio de propaganda electoral para la primera vuelta. “Esto generó una mayor simpatía hacia ella por parte del Frente Amplio y del propio Boric, mientras la directiva del partido ha actuado de forma más institucional y ha optado por, a pesar de las dificultades, seguir manteniendo una relación privilegiada con los partidos del centroizquierda”, dice Moreno. Para la segunda vuelta, su rol también fue activo y participó en la campaña “Un millón de puertas por Boric”, en la que recorrió el sur del país buscando votos para ganar a la extrema derecha de José Antonio Kast en las elecciones. 

Ruptura con el pasado

A partir de marzo, Maya Fernández encabezará la Fuerza Aérea, la Armada y el Ejército. Será la tercera mujer que llega a este cargo, la segunda socialista, después de la expresidenta Michelle Bachelet, que lo hizo en 2002. “Ha formado parte de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados y tiene trayectoria en este ámbito”, dice Martin. Este jueves, junto con Boric, sostuvo la primera reunión protocolaria con los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, pero no se pronunció sobre las prioridades de su agenda.

Para Marco Moreno, Fernández “puede aportar en mejorar la transparencia y establecer mecanismos para una mayor rendición de cuentas”. A su juicio, en los aspectos más técnicos, “tendrá que asesorarse porque no forman parte de sus competencias”, pero sí “puede abrir la caja negra” del Ministerio de Defensa, sobre todo en la manera en que se gestionan los recursos en esta cartera.

Si se mantiene en el cargo hasta septiembre de 2023, le tocará liderar desde el Ministerio de Defensa la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado. “La llegada a este ministerio tiene una carga tremendamente simbólica porque las mismas tropas de Pinochet, algunas todavía presentes, fueron las que sacaron a Salvador Allende del gobierno y junto con ello llegó la dictadura”, dice Martin. “Representa una ruptura con el legado de la dictadura militar y una tremenda oportunidad para cambiar la relación entre la ciudadanía y las Fuerzas Armadas”.

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