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Rusia atacó con bombas de racimo un parque infantil y una cola humanitaria en Járkov, según Amnistía Internacional

Un tranvía dañado por los bombardeos en Járkov, en medio de la invasión rusa.

Icíar Gutiérrez

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El 15 de abril, las fuerzas rusas dispararon municiones de racimo, en el barrio de Industrialni, en Járkov, al este de Ucrania. Tetiana Ahayeva, una enfermera de 53 años, se encontraba junto a la entrada del edificio cuando explotaron varias bombas de racimo, cuyo uso está ampliamente prohibido.

“De repente se oyó el ruido de muchos petardos por todas partes. Vi bocanadas de humo negro donde se produjeron las explosiones. Nos echamos al suelo e intentamos buscar cobijo”, dice la mujer en un testimonio a Amnistía Internacional (AI). “El hijo de nuestro vecino, un chico de 16 años llamado Artem Shevchenko, murió en el acto [...]. Su padre tenía la cadera destrozada y una herida de metralla en la pierna. Es difícil decir cuánto duraron las explosiones; un minuto puede parecer eterno”.

Al menos nueve civiles perdieron la vida y más de 35 resultaron heridos en aquel ataque, entre ellos varios menores. Médicos de un hospital de la ciudad mostraron a la ONG fragmentos metálicos que habían extraído de los cuerpos de pacientes, “como los característicos trozos de varillas de acero que contienen las municiones de racimo 9N210 y 9N235”, indica.

La organización denuncia que cientos de civiles han muerto en la ciudad de Járkov, la segunda más grande del país, a causa de los bombardeos indiscriminados de Rusia. Durante una investigación, la entidad ha hallado pruebas de que las fuerzas del Kremlin han utilizado de forma reiterada estas municiones de racimo (9N201 y 9N235), así como minas dispersables, ambas prohibidas por tratados internacionales por sus efectos indiscriminados.

En un nuevo informe publicado este lunes, la ONG documenta la muerte y la destrucción generalizadas causadas por los bombardeos incesantes de barrios residenciales de la ciudad, desde que comenzó la invasión rusa a finales de febrero. Los barrios residenciales del norte y del este han sido los que se han llevado la peor parte. Entre los ataques investigados, figura uno a un parque infantil y otro a una cola para ayuda humanitaria.

“Han muerto personas en sus casas y en las calles, en parques y cementerios, mientras hacían cola para recibir ayuda humanitaria o compraban alimentos o medicinas”, dice Donatella Rovera, asesora general sobre respuesta a las crisis de AI, en un comunicado.

Uso “escandaloso”

La organización considera “escandaloso” el uso reiterado de municiones de racimo y lo califica como “una muestra más del absoluto desprecio por las vidas civiles”. “Las fuerzas rusas responsables de estos terribles ataques deben rendir cuentas por sus acciones, y las víctimas y sus familias deben recibir una reparación completa”.

Desde que comenzó el conflicto, en la región de Járkov han muerto 606 civiles y otros 1.248 han resultado heridos, según contó el director del departamento médico de la administración militar regional de Járkov a la organización, que dice que la mayoría de los ataques que ha investigado causaron múltiples víctimas en áreas extensas.

“Aunque Rusia no es Estado Parte en la Convención sobre Municiones en Racimo o la Convención sobre la Prohibición de las Minas Antipersonal, el derecho internacional humanitario prohíbe los ataques indiscriminados y el uso de armas que por su naturaleza surtan efectos indiscriminados”, dice la ONG. “Dirigir ataques indiscriminados que causen la muerte o heridas a la población civil constituyen crímenes de guerra”.

Ataque a un parque y una cola humanitaria

En un parque infantil cercano al ataque del 15 de abril, Oksana Litvynyenko resultó herida de gravedad al explotar varias municiones de racimo mientras paseaba con su marido Ivan y su hija de cuatro años. La ONG explica que la metralla penetró en su espalda, pecho y abdomen, perforándole los pulmones y la columna vertebral, y que el ataque tuvo lugar a media tarde, mientras muchas otras familias se encontraban en el parque con sus hijos.

Ivan contó a Amnistía Internacional que, de repente, vio un destello, agarró a su hija, la empujó contra un árbol y lo abrazó para que quedara protegida. “Había mucho humo y no podía ver nada [...]. Luego, cuando el humo que me rodeaba se disipó, vi personas en el suelo [...]. Mi mujer Oksana yacía en el suelo. Cuando mi hija vio a su madre en el suelo sobre un charco de sangre, me dijo: ‘Vamos a casa; mamá está muerta y la gente está muerta’. Estaba en estado de shock, y yo también”.

El hombre todavía no sabe si Oksana se recuperará. “Los médicos no pueden decir si podrá volver a hablar o caminar. Nuestro mundo se ha hundido”. Según la ONG, después de más de un mes en cuidados intensivos, el estado de Oksana ha mejorado ligeramente. En el parque, los investigadores de Amnistía Internacional encontraron “las características aletas y las bolas de metal y otros fragmentos” de las municiones de racimo 9N210 y 9N235. “También eran visibles varios cráteres de pequeñas dimensiones en el suelo de hormigón, que coincidían con los daños esperados por la explosión de tales municiones”.

La mañana del 24 de marzo, al menos seis personas murieron y 15 resultaron heridas la cuando municiones de racimo impactaron en un aparcamiento cercano a una estación de metro donde cientos de personas hacían cola para recibir ayuda humanitaria.

“Fue una situación verdaderamente horrible; llovía metralla”, dijo Ruslan, un policía local que presenció el ataque. Según explica AI, sus investigadores encontraron partes de un cohete Uragan de 220 mm, que lleva 30 submuniciones, aún incrustadas en un cráter del asfalto. “Alrededor de la zona se hallaron también aletas y fragmentos de municiones de racimo 9N210 y 9N235, así como muchos otros cráteres”.

Otras dos municiones de racimo también alcanzaron el tejado de una iglesia –situada a unos 500 metros del lugar donde impactó el cohete– que sirve de centro humanitario en el que los voluntarios preparan paquetes de alimentos y ayuda para repartirlos entre quienes tienen dificultades para acceder a los puntos de distribución de asistencia humanitaria, como las personas mayores y las personas con discapacidad o movilidad reducida.

La organización también habló con Veronica Cherevychko, que perdió la pierna derecha cuando un cohete Grad impactó en un parque infantil frente a su casa, en el barrio de Saltivka el 12 de marzo. “Estaba sentada en un banco cuando tuvo lugar la explosión. Recuerdo oír un silbido justo antes de la explosión. Después, desperté en el hospital sin una pierna. Ya no tenía pierna derecha (...). No sé qué decir sobre las personas que han hecho esto. No llegaré a entenderlas nunca”.

Tres personas murieron y seis resultaron heridas cuando varias bombas de racimo explotaron en el mismo barrio el 26 de abril. Olena Sorokina estaba sentada en el exterior de su edificio esperando una entrega de ayuda humanitaria cuando oyó el sonido de un proyectil volando y corrió hacia la entrada. Perdió las dos piernas en la explosión.

Tanto los Grad y los Uragan, cohetes no guiados utilizados habitualmente por las fuerzas rusas, son intrínsecamente imprecisos, por lo que sus efectos son indiscriminados cuando se utilizan en zonas pobladas, recuerda la ONG. “Los proyectiles no guiados tienen un margen de error de más de 100 metros. En las zonas residenciales, donde los edificios no distan más que unos pocos metros entre sí, es más que probable que dichas imprecisiones cuesten vidas civiles y causen destrucción y daños generalizados en las infraestructuras civiles”.

Amnistía Internacional señala que las fuerzas ucranianas lanzan a menudo ataques desde barrios residenciales, “poniendo en peligro a la población civil de estas zonas”. “Esta práctica viola el derecho internacional humanitario, pero no justifica en absoluto los repetidos ataques indiscriminados de las fuerzas rusas”.

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