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The Guardian en español

Los antiguos Estados soviéticos ven oportunidades en las dificultades de Rusia en Ucrania

Vladímir Putin en una imagen de archivo.
17 de septiembre de 2022 22:27 h

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La retirada en desbandada del ejército ruso en la región ucraniana de Járkov podría ser un punto de inflexión en la lucha de Kiev por echar a las tropas rusas del país. Pero también podría provocar secuelas mayores para Moscú en un amplio marco geográfico, ya que otros antiguos Estados soviéticos están siendo testigos de los límites en las capacidades de Moscú.

“La fuerza de la bandera rusa se ha reducido de forma considerable, y el sistema de seguridad extendido por el antiguo espacio soviético parece haberse roto”, dice Laurence Broers, investigador asociado de Chatham House.

Esta semana, con la atención centrada en Ucrania, una batalla en la frontera entre Azerbaiyán y Armenia ha dejado al menos 212 soldados muertos y ambos bandos se acusan mutuamente de “provocaciones”.

Según varios analistas, Azerbaiyán ha decidido poner a prueba las aguas mientras Rusia se enfrenta a dificultades en Ucrania. Durante las tres décadas posteriores a la caída del comunismo, Rusia ha defendido a Armenia en su disputa territorial con Azerbaiyán.

“Azerbaiyán se siente bastante seguro en este momento geopolítico, especialmente ahora mismo, durante la contraofensiva ucraniana”, dice Tom de Waal, investigador sénior en Carnegie Europe. “Parece que esto va dirigido contra Rusia tanto como contra Armenia, puesto que pone a prueba el compromiso de Rusia con la defensa de Armenia”.

Rusia dijo que había negociado un alto el fuego este martes. Ambos bandos habían acordado el despliegue de fuerzas de paz rusas en 2020 como parte de una tregua para poner fin a una guerra abierta.

Armenia ha solicitado apoyo militar de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), un pacto para la defensa mutua dominado por Rusia, pero Moscú es reticente a una intervención directa. “Rusia [responde], claramente, con evasivas, por dos motivos: ya no da más de sí en Ucrania y ahora mismo no quiere buscar un enfrentamiento con Azerbaiyán”, dice De Waal.

Por otro lado, el miércoles por la mañana estallaron enfrentamientos en la frontera entre Kirguistán y Tayikistán, que dejaron un guardia de frontera muerto y decenas de heridos, según los medios locales. Las autoridades de las repúblicas asiáticas de Kirguistán y Tayikistán acordaron este viernes un cese de hostilidades tras renovadas tensiones en la frontera común que dejaron decenas de heridos.

A pesar de que ese incidente concreto no está directamente relacionado con la guerra en Ucrania y aunque Rusia mantiene tradicionalmente buenas relaciones con ambos países, los analistas dicen que la invasión rusa ha cambiado por completo el equilibrio de poder en una región que durante años fue campo de batalla para rusos, chinos y la influencia occidental, y ha puesto a Rusia en la cuerda floja.

En enero de este año, cuando una ola de protestas sacudió Kazajistán, el presidente ruso, Vladímir Putin, aprobó el despliegue de una fuerza de la OTSC, que lidera Rusia, en el país. Fue una misión breve y no entró en combate, pero fue suficiente para apuntalar la presidencia de Jasim-Yomart Tokayev.

Con la deuda adquirida por el líder kazajo con Moscú por su ayuda, las fuerzas rusas manteniendo la paz entre Armenia y Azerbaiyán y el Kremlin mandando soldados en masa a la frontera con Ucrania, parecía que Putin tenía más influencia que nunca en el antiguo espacio soviético.

Gran parte de ello se ha desvanecido durante el transcurso de la sangrienta “operación especial militar” de Putin en Ucrania, especialmente con el rápido avance de Ucrania la última semana, que ha dejado los planes bélicos de Putin sumidos en el caos.

“Estamos asistiendo al hundimiento de la reputación de Rusia como patrocinador de la seguridad, algo que está sucediendo tanto en el aspecto material, con la enorme concentración de fuerzas en Ucrania, como en el aspecto subjetivo de la reputación de Rusia como garante de la seguridad”, dice Broers.

La invasión de Ucrania choca y preocupa a los aliados de Rusia en la región, pero también los ha envalentonado para tomar una postura más firme frente a Moscú.

Kazajistán, históricamente un aliado cercano, ha enfurecido a muchos en Moscú al intentar permanecer neutral con respecto a Ucrania, negarse a reconocer los territorios controlados por Rusia en Ucrania oriental y prometer no contribuir a los esfuerzos rusos por sortear las sanciones internacionales.

Esto ha llevado a que algunos en Moscú cuestionen la soberanía de Kazajistán, incluido el antiguo primer ministro ruso Dimitri Medvedev, que lo calificó de “Estado artificial” en un mensaje en redes sociales que después borró.

Pero mientras Kazajistán sigue siendo cauteloso frente a las amenazas a largo plazo de su inmenso vecino y supuesto aliado, hay otros preparados para dar un paso al frente y llenar el hueco. El miércoles, el presidente chino, Xi Jinping, llegó a Kazajistán en el que se considera su primer viaje al extranjero desde el comienzo de la pandemia del coronavirus.

“Seguiremos apoyando a Kazajistán con resolución para proteger su independencia, soberanía e integridad territorial”, dijo en un comunicado que parecía estar diseñado parcialmente como una reprimenda al Kremlin.

Este jueves y viernes, Xi y Putin asistieron en Samarcanda, Uzbekistán, a la cumbre de jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shangái, una débil agrupación para la seguridad regional. También asistieron los líderes de India e Irán en una cumbre que ha supuesto una oportunidad para que Putin demostrara que todavía hay grandes potencias mundiales que apoyan a Rusia. Pero también ha supuesto una oportunidad para que los países de la región dejen claro que, aunque Rusia sigue teniendo un papel fuerte, las dinámicas del poder han cambiado.

El miércoles, Rusia declaró movimiento terrorista a uno de los partidos de la oposición en Tayikistán, un paso al que Moscú se había resistido durante mucho tiempo y que ayudará al gobierno dictatorial del país a obtener la extradición de Rusia de cualquier ciudadano tayiko que desee.

“Muchos países de Asia Central ven que Rusia los necesita más que nunca y ahora lo están exprimiendo todo lo que pueden”, dice Temur Umarov, analista del centro Carnegie Endowment para la Paz Internacional.

Traducido por María Torrens Tillack

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