La muerte de iraquíes famosas desata el miedo a una campaña de terror contra la mujeres
Incluso en un país acostumbrado a la violencia, las imágenes son sorprendentes. Un hombre en una moto se detiene junto a la ventanilla de un coche y dispara tres tiros contra Tara al Fares, matándola en una calle de Bagdad.
El asesinato a plena luz del día, captado por una cámara de vigilancia, es a la vez descarado y familiar para los iraquíes que han vivido la guerra civil y la dolorosa década que le siguió.
Sin embargo, también es curiosamente diferente. El cuerpo desplomado en el asiento del coche no era el de un político, un oficial, un insurgente o un señor de la guerra. Era una antigua reina de belleza, una joven con perfil y actitud, una de las cuatro mujeres de perfil público que han sido asesinadas en todo el país en un breve espacio de tiempo.
Las cuatro no se conocían, pero sus vidas –al menos en sus últimos días– tenían características comunes. Todas tenían presencia pública y una voz que había inquietado a elementos de la sociedad iraquí, que mantiene una visión rígida sobre cómo se deben comportar las mujeres, incluso cuando una serie de libertades relativas ha logrado colarse en una cultura todavía conservadora.
Mostrar una de estas características en el Irak de la posguerra es atrevido, señalan muchas mujeres iraquíes. Hacer una muestra pública y orgullosa de ambas puede ser imprudente.
El asesinato de Al Fares se ha convertido en el símbolo de las cuatro muertes y ha desatado un debate público poco habitual en Irak sobre lo lejos que han llegado las mujeres en los 15 años que han pasado desde la invasión de Irak, cuyos defensores habían prometido que las libertades civiles e individuales emergerían del caos resultante.
La muerte de Al Fares, de 22 años, el viernes pasado, se produjo tras el asesinato de Suad al Ali, activista por los derechos de las mujeres en la ciudad de Basa, al sur del país, y que fue tiroteada cuando se dirigía a su coche. En agosto, dos mujeres iraquíes más, Rasha al Hassan y Rafifi al Yasiri fueron asesinadas con una semana de diferencia. Ambas trabajaban en clínicas de belleza.
El primer ministro en funciones de Irak, Haider al Abadi, ha afirmado que las muertes no son hechos casuales y ha prometido dar caza a los atacantes. Las mujeres iraquíes han ido más allá. Zainab Salbi, una iraquí que lidera el instituto Women for Women International en Washington denuncia que “las mujeres están recibiendo golpes de la izquierda, la derecha y el centro. Por todos lados”. “Vivimos en la caza de brujas moderna”, señala.
Al Fares era diferente al resto de sus compatriotas. Una madre divorciada que se había casado con 16 años y que había logrado entrar en los hogares iraquíes con minifaldas y maquillaje a través de las redes sociales. Tenía 2,7 millones de seguidores en Instagram y era popular en Twitter, Facebook y Youtube. Todas son populares en Irak, donde vivir de forma conservadora es aceptable, pero mantener un perfil alto es peligroso, especialmente para las mujeres.
“Podemos ir a Líbano y vestirnos como queramos”, cuenta Hadeel Muthanar, una joven de 28 años del este de Bagdad que se identifica a sí misma como conservadora. “Incluso allí los hombres iraquíes miran para otro lado. Pero hacer lo mismo en Bagdad es vergonzoso. Esto es doble rasero, pero es como somos”.
Al Fares, nacida de madre libanesa chií y de padre iraquí cristiano, no hizo ni el amago de ceder ante las normas sociales que muchos esperaban de ella. Su perfil se creó como un desafío al doble rasero del que muchos se quejan en Irak, pero que pocos están dispuestos a abordar.
La reacción en redes sociales a la muerte de Al Fares fue en parte solidaria y en parte mordaz, un reflejo de cómo lo que defendía había polarizado a los iraquíes. Un periodista de un medio oficial fue despedido tras llamarla “puta” en las redes sociales.
En agosto, la muerte de la doctora Rafif al Yasiri, una conocida cirujana plástica también desencadenó una reacción en cadena. La joven de 32 años, etiquetada como la “Barbie de Irak”, hablaba asiduamente de cómo las mujeres obtienen independencia cambiando su apariencia. Las autoridades iraquíes afirmaron que murió de una sobredosis de drogas. Una semana después, una destacada esteticista, Rasha al Hassan, fue hallada muerta en su casa. La causa de su muerte sigue sin estar clara, pero es sospechosa.
“La inmensa cantidad de mensajes que he notado en las redes sociales me dan ganas de vomitar”, cuenta Zainab, de 39 años, que prefiere no revelar su apellido por el miedo que le han generado los recientes asesinatos. “Dicen que se lo merecen por sus acciones”.
“La gente acusa a estas chicas de abusar de sus libertades. Pero es la concepción de libertad la que está siendo abusada. Las familias se ven obligadas a defenderse a sí mismas en lugar de llorar su pérdida y eso está mal”, afirma Zainab.
Rusul Kamil, activista especializada en violencia machista, afirma: “Creo que lo que les pasa a estas mujeres se considera como una amenaza al resto de las mujeres y chicas iraquíes que quieren vivir su vida con libertad a pesar de su etnia, religión y posición. La diversidad y diferencia se ha convertido en una estrategia arriesgada para todas las mujeres”.
Sura Ahmed, una estudiante de la universidad de Bagdad coincide con esta visión. Ahmed cree que es poco probable que las muertes cambien actitudes que todavía no se sienten cómodas con las “mujeres que no son tradicionales”.
“Lo hemos visto antes con bombardeos en burdeles y tiroteos contra discotecas. Este es un mensaje al estilo 'acepta tu posición'. Temo que la gente pronto empezará a escuchar. Y no creo que se resuelvan estos crímenes”, afirma Ahmed.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti