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Análisis

La estrategia de Trump tras su imputación: hacerse la víctima para ganar las primarias republicanas

Donald Trump atiende a la prensa en la Casa Blanca, en una imagen de archivo.

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El cómico Chris Rock miró al público en una entrega de premios en Washington a principios de mes. “¿De verdad vais a detener a Trump?”, preguntó sin rodeos. “¡Esto solo va a hacerle más popular!”.

Donald Trump aún no ha sido arrestado, pero ya es la primera persona en ser acusada de un delito tras haber ocupado el Despacho Oval. También se abre la posibilidad de que el favorito del Partido Republicano en la carrera presidencial de 2024 trate de llegar a la Casa Blanca mientras es procesado penalmente, algo que probablemente embarullará aún más el panorama político de Estados Unidos, que ya está profundamente fragmentado.

Este jueves se ha sabido que un gran jurado de Manhattan votó a favor de acusar a Trump para intentar comprar el silencio de la estrella del cine porno Stormy Daniels durante la campaña de las presidenciales de 2016.

Se espera que Trump, afincado en Florida, se entregue este martes al fiscal del distrito de Manhattan para la toma de sus huellas dactilares y la fotografía de su ficha policial, un acto que deleitará a sus muchos críticos, horrorizará a sus fieles y provocará aún más tensiones en Estados Unidos.

El 30 de marzo de 2023 quedará registrado en los libros de historia como el día en que se afirmó el principio de la Carta Magna de que nadie está por encima de la ley, ni siquiera el que fue comandante en jefe del país. El presidente de Estados Unidos número 45 será juzgado y, si lo declaran culpable, podría verse entre rejas en lugar de presentándose a la reelección.

“En lo que se refiere a la historia de Estados Unidos, mañana nos despertaremos en un país diferente. Antes, los presidentes de este país eran reyes”, dijo en la cadena MSNBC el historiador Michael Beschloss, especializado en historia de la Casa Blanca.

Pero los límites de la política son más borrosos que los de las leyes. Una acusación penal no impide que alguien se presente a la Casa Blanca, ni siquiera una condena penal lo impide, y en la actualidad Trump lidera las encuestas de opinión en las primarias republicanas para la elección presidencial de 2024.

En el universo anterior a Trump, una acusación por comprar el silencio a una estrella de cine porno hubiera sido el punto y final. Otros candidatos se han retirado de la contienda electoral por mucho menos.

Victimizarse y atacar

Sin embargo, Trump lleva ofreciendo una lección de judo político desde 2016, usando en su beneficio el peso de sus rivales y las acusaciones contra él. Cuanto mayor es el presunto delito, más se hace la víctima y más alto se queja. Y ha funcionado. Hasta ahora, el Partido Republicano ha estado casi siempre dispuesto a complacerle.

Ese es el papel que Trump interpretará ahora que ha sido imputado con cargos penales. “Lo estrategia del régimen de Biden de usar a las fuerzas del orden como un arma contra sus oponentes políticos está extraído directamente del espectáculo de terror de la Rusia estalinista”, dijo el expresidente el fin de semana pasado durante un mitin de campaña en Waco (Texas). Según Trump, ese era el problema más grave al que se enfrenta Estados Unidos.

“Esto es injerencia electoral y persecución política al nivel más alto de la historia... Los demócratas habían mentido, engañado y robado en su obsesión por intentar 'atrapar a Trump', pero ahora han llegado a lo impensable: acusar a una persona completamente inocente en un acto de flagrante injerencia electoral”, dijo en un comunicado tras su imputación en la noche del jueves.

No hay duda de que Trump va a dedicarse ahora a poner en tela de juicio ante la opinión pública al fiscal de distrito de Manhattan, Alvin Bragg. Ya ha utilizado un lenguaje deshumanizador y racista contra él. En sus redes sociales Trump publicó una foto suya, que luego fue eliminada, sosteniendo un bate de béisbol detrás de una imagen de Bragg, lo que podría pasar por una incitación a la violencia contra el fiscal de distrito.

Lo trágico de Estados Unidos es que para muchos republicanos su estrategia funcionará. Que Bragg sea un demócrata de Nueva York va a provocar una reacción de respuesta condicionada en favor de Trump. Que el caso tenga siete años, no tenga precedentes y tenga como testigo clave a Michael Cohen, un criminal convicto, les dará aún más munición.

Ese patrón fue evidente a principios de marzo, cuando Trump predijo falsamente su propia detención. Los republicanos corrieron a defenderlo y, según información publicada, le sirvió para recaudar 1,5 millones de dólares en tres días. En la noche de este jueves también se apresuró a enviar un correo electrónico de recaudación de fondos.

El drama ha vuelto a colocar a Trump donde él quería estar: en el centro de las noticias. No es casualidad que también haya recibido un impulso en las encuestas de las primarias republicanas, ampliando su ventaja sobre Ron DeSantis. Todo el mundo hablaba de Trump incluso cuando el gobernador de Florida estaba de gira promocionando su libro y su marca.

Tras conocerse el jueves la noticia de la imputación, los republicanos han vuelto a acudir en ayuda de Trump. Kevin McCarthy, aliado de Trump y presidente de la Cámara de Representantes, acusó al fiscal Bragg de dañar “irreparablemente” el país “en un intento de interferir” en las elecciones.

El senador republicano por Ohio J.D. Vance dijo que la acusación es una “persecución política disfrazada de ley”, una “injerencia electoral flagrante” y un “ataque directo a las decenas de millones de estadounidenses que le apoyan”.

Pero la reacción más reveladora vino del propio DeSantis. Podía haber sido su momento de romper con Trump y mostrarse como un estadista haciendo una petición de dignidad y unidad en un momento solemne para el país. En lugar de eso, se puso en modo MAGA ('make America great again'). “La instrumentalización del sistema jurídico en pro de unos intereses políticos pone patas arriba el Estado de derecho y es antiestadounidense”, dijo DeSantis.

Haciéndose eco del mensaje antisemita, DeSantis vinculó en dos ocasiones a Bragg con el filántropo George Soros y dijo que el estado de Florida no colaboraría en “una solicitud de extradición” para mandar a Trump a Nueva York.

Al menos en el corto plazo, estas débiles reacciones sugieren que la imputación va a servirle a Trump como grito de guerra y que de cara a las primarias republicanas de 2024 supondrá una ayuda más que un obstáculo. En la política estadounidense, donde solo existe el 'a favor de nosotros o contra nosotros', la base del Partido Republicano estará a favor de Trump y contra las élites demócratas y el llamado Estado profundo.

Una vez más, Trump empuja a Estados Unidos hacia territorio desconocido en política, una zona de penumbra en la que no hay precedentes a los que agarrarse y donde todos tienen que responder sobre la marcha. ¿Podrá el tribunal de Manhattan reunir a un jurado imparcial? ¿Chocará la fecha del juicio con las primarias del Partido Republicano?

¿Y qué pasa con los otros grandes problemas jurídicos que se ciernen sobre Trump: la insurrección del 6 de enero, la injerencia electoral en Georgia y el manejo indebido de documentos confidenciales? Podría decirse que son casos más claros y de consecuencias más graves, pero a ojos de los republicanos eso no tiene por qué ser así. ¿Hará Trump una imprudente incitación a los disturbios entre sus partidarios?

La lección de la era Trump es que la mayoría de las predicciones terminan demostrándose erróneas. La única certeza es que el jueves pasará a la historia como el día en que terminó la era de impunidad de Trump, esa en la que nunca se le exigían responsabilidades legales. El hombre que llegó al poder liderando el cántico de “¡enciérrenla!” está a punto de probar su propia medicina.

Traducción de Francisco de Zárate

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