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Los evacuados del Donbás, ante su futuro incierto en Rusia: “Lo único que puedes hacer es llorar”

Residentes de la autoproclamada República Popular de Donetsk cruzan la frontera entre Rusia y Ucrania en el puesto aduanero de la región de Rostov este domingo.

Andrew Roth / Pjotr Sauer

Avilo-Uspenka/Moscú —
21 de febrero de 2022 22:49 h

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Tras huir de su hogar en el este de Ucrania, la primera parada de Ella Fyodorova fue un campamento de tiendas de campaña azotado por el viento al otro lado de la frontera rusa. “Yo quería quedarme pero mi marido llegó a casa y me dijo 'recoge tus cosas, que nos vamos'”, cuenta mientras mete a su hijo de dos años en un traje de nieve de color azul para llegar hasta el baño público más cercano.

Fyodorova es una de las personas desplazadas en una gran evacuación que, según los analistas, podría convertirse en el pretexto de Rusia para lanzar su ataque contra Ucrania.

El último recrudecimiento de los combates no había afectado a Starobesheve, la ciudad natal de Fyodorova, pero las advertencias sobre un inminente ataque ucraniano que hizo el Gobierno separatista de la región respaldado por Rusia llevaron a muchas familias a reunir a sus hijos y escapar. El marido de Fyodorova la dejó en la frontera y regresó.

Junto a otras madres con sus hijos en brazos, Fyodorova espera en la penumbra de una tienda de campaña médica al autobús que las llevará al interior de Rusia. Muchas se fueron de sus casas solo con lo básico: ropa, medicinas y algo de comida. “No sé a dónde vamos”, dice Fyodorova. “No sé nada, mañana tendremos que empezar a buscar un lugar para vivir”.

Otros evacuados que hablaron con The Guardian durante un reciente viaje a la región fronteriza de Rostov dicen que se marcharon por la reanudación del fuego de artillería pesada, que les recordó a la fase más peligrosa de la guerra de 2014. “Es peligroso, vivo junto al aeropuerto, así que estuve oyendo salvas toda la noche... hasta las cuatro de la mañana, no pude conciliar el sueño”, cuenta Natalia Klimchuk, de 35 años, que cruzó a Rusia con su niña de tres años. “Cogí a mi hija y le dije: 'Es hora de irse de aquí'”.

Hay evidencias que apuntan a la posibilidad de que las súbitas evacuaciones en las zonas controladas por Rusia de Donetsk y Lugansk hayan sido planificadas y diseñadas como una preparación del terreno para una intervención formal de Moscú en el este de Ucrania. De acuerdo con los metadatos incorporados en los vídeos, los líderes de estos autoproclamados estados del este de Ucrania afines a Rusia filmaron sus anuncios de evacuaciones días antes de hacerlos públicos.

En cualquier caso, el resultado es innegablemente real y traumático para las mujeres, los niños y el resto de personas que están siendo evacuadas en centenares a una región vecina que no parece preparada para este alud de desplazados. 

Peones en un juego

En el caos inicial, algunas personas dicen sentirse como peones en un juego que está por encima de ellas. “Tal vez disparen y después todo se calma”, dice Viktoria, de Donetsk, desde el campamento de tiendas en la frontera. “Pero creo que es una farsa, como cuando hay un alboroto y luego todo es un montaje”.

Más de 300 evacuados han sido enviados al sanatorio Krasny Desant, a solo 32 kilómetros de la frontera. En el interior, los niños corren por los pasillos mientras sus padres rellenan formularios de admisión y reciben pequeñas ayudas como tarjetas SIM para el teléfono. La policía que patrulla el lugar, donde al menos un agente llevaba un rifle automático, obligó al periodista de The Guardian a abandonar el sanatorio.

En una iglesia cercana, Natalia Chetveryakova, de 61años, cuenta que el campamento junto al mar albergó a evacuados ya en 2014, cuando comenzó la guerra en el este de Ucrania; y también en 2008, cuando acogió a refugiados de la guerra de Georgia.

Algunos dicen estar contentos de que los hayan ubicado tan cerca de la frontera y agradecen la ayuda de 10.000 rublos (unos 115 euros) que el Gobierno ruso ha prometido a los evacuados. Otros esperan mejores condiciones.

Con aire de resignación, Lyudmila Barskaya muestra a The Guardian las condiciones espartanas pero habitables del espacio donde se aloja junto a su hija y a su nieta Sonya, de siete años. “Aquí están las camas, y eso es todo lo que hay”, dice. “Lo único que puedes hacer es llorar, entiendo que sea así para nosotros, ¿pero no hay nada más para los niños?”.

La logística ha sido un problema. Un día antes, 150 evacuados de Donetsk llegaron a un sanatorio cercano donde les dijeron que no había espacio para ellos. “Cometimos un error al decidir marcharnos”, dice uno de ellos a un reportero del medio ruso independiente Meduza. Una escena similar a las que se viven en el hotel Congress de la cercana ciudad de Taganrog, donde han llegado autobuses llenos de evacuados inquietos y cansados solo para ser rechazados.

Los que se quedan

En los territorios del este de Ucrania controlados por Rusia, otros han decidido ignorar la orden de evacuación y quedarse en casa. “Llevamos años oyendo hablar de ataques ucranianos, no creo que esta vez sea diferente”, dice Tamara Fomina, jubilada de 64 años en Donetsk, la principal ciudad de la región.

Tras los disturbios de 2014 se fue casi la mitad de los 3,8 millones de habitantes que vivían en las zonas del Donbás controladas por separatistas. Los que se quedaron parecen insensibles a las alertas de los separatistas sobre una invasión ucraniana. “Este es mi hogar, hemos pasado por muchas cosas, si me muero, me muero, ¡que así sea! Pero no voy a dejar esta casa para ir a vivir a una tienda de campaña en Rostov”, dice Fomina en una entrevista telefónica.

Pero muchos están preparándose para un futuro incierto. Tras el anuncio de evacuación masiva se podían ver fotografías de gente haciendo largas colas en Donetsk para utilizar el cajero automático. El sábado pasado, el banco central de la autoproclamada república de Donetsk anunció un máximo de 10.000 rublos (unos 115 euros) para retirar al día de los cajeros.

“Hay colas por todas partes, colas para la gasolina, para el dinero, para la comida; a la gente le preocupa que las tiendas no se abastezcan de nuevos aprovisionamientos”, dice Vlada Vologina, vecina de Donetsk de 34 años. Añade que el transporte público de Donetsk está paralizado porque las autoridades están usando los autobuses de la ciudad para la evacuación masiva.

Algunos hombres de Donetsk muestran su preocupación tras recibir papeles de llamada a filas en los que se les conminaba a presentarse el domingo en el cuartel general de la milicia local. “Vi los papeles en mi buzón cuando volví del trabajo anoche, todo esto va muy deprisa”, dice Vadim, que pide no ser identificado por su apellido. “No sé de quién es la culpa de todo esto pero no quiero guerra; mi mujer está embarazada y luchar nunca estuvo en mis planes”, añade. Cuando habló con The Guardian, aún no había decidido si acudiría o no al cuartel general de la milicia.

Mientras tanto, hay indicios de que Rusia está intensificando el esfuerzo de evacuación. Han convertido una instalación deportiva local en un centro improvisado para más de 300 evacuados y los autobuses están llevando a más personas a la estación local de tren, donde este domingo los pusieron en un tren destino a Nizhny Novgorod. Algunos de los que llegaban a la estación no se daban cuenta de que los mandaban a cientos de kilómetros al norte.

Los últimos acontecimientos han llevado a Rusia a reconocer este lunes oficialmente unos territorios que lleva controlando desde 2014. “Todos los que nos fuimos pensamos y esperamos que esta sea la última vez”, dice Elena Kravchenko, empleada de correos del distrito de Starobesheve. En referencia a los territorios del Donbás, dice que cree que Rusia “vendrá y los vaciará”.

Traducción de Francisco de Zárate.

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