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The Guardian en español

No me gusta el Brexit, pero dudo de que se pueda parar

La anulación del resultado del referéndum sería interpretada como un golpe contra la democracia

Owen Jones

Ojalá el Brexit se evaporase. Absorbe todo el oxígeno político que debería ir a otras cuestiones más relevantes, como por ejemplo, los salarios bajos, los trabajos precarios y la crisis de la vivienda. Es el grito de guerra de una alianza tóxica formada por demagogos anti-inmigración y partidarios de un libre mercado sin regulación.

El fanatismo, la xenofobia y el racismo auspiciado por la campaña a favor de la salida de la UE han inyectado una corriente negativa en el sistema político del Reino Unido que no se ha disipado, dejando un rastro de crímenes de odio.

Para ser sinceros, el Brexit es terrible, insoportable y dolorosamente aburrido. Así que sí, si se pudiera pulsar un botón rojo para que esta cuestión desapareciera del mapa, yo lo haría encantado.

Es cierto que como socialista he sido muy crítico con la naturaleza actual de la UE e incluso sopesé la opción favorable a la salida. Al final, la descarté porque los europeos de izquierdas hicieron un llamamiento muy convincente para que nos mantuviésemos unidos y reformásemos la UE, ya que era evidente que se estaba librando una terrible cruzada contra los inmigrantes.

Así fue como empecé a luchar con pasión contra la campaña de los partidarios del Brexit, junto con la alianza Otra Europa es posible. Votamos, y los partidarios de la permanencia perdimos. De esa noche fatídica se extraen dos conclusiones. La primera, que era necesario luchar contra el fanatismo, el autoritarismo y la intolerancia de los partidarios del Brexit del Partido Conservador. La segunda, que es necesario intentar reconciliar este mal resultado con la necesidad de construir un futuro para el país.

Y esto me lleva a la campaña para Stop Brexit. Muchas personas decentes y honestas se han comprometido a revertir el resultado del referéndum. Creen que, empujado por mitos y mentiras, Reino Unido se precipita hacia una tragedia nacional completamente innecesaria, y también creen que lo único que le depara al país es aislamiento y una situación económica convulsa.

Es absolutamente legítimo cuestionar el resultado del referéndum a través de cauces democráticos. Sin embargo, observando los líderes, la estrategia y los mensajes de esta causa se hace difícil imaginar otro desenlace que no sea el fracaso.

Para empezar, la finalidad de esta campaña no me convence y les explicaré por qué. Algunos partidarios de detener el Brexit repiten, como si fuera un mantra, que se trataba de una consulta sin carácter vinculante (a pesar de que el Gobierno mandó un folleto a todos los hogares del Reino Unido prometiendo respetar la decisión).

La anulación del resultado del referéndum sería interpretada como un golpe contra la democracia, ya no solo por los partidarios de salir de la UE sino también por muchas personas que estaban en contra. Sería muy difícil recuperar la fe en la democracia.

Nunca una llamada a las urnas había tenido tanta participación en el país y ahora el sistema frustra esta expresión democrática; eso es lo que se diría. Sería la mejor oportunidad que ha tenido la derecha radical en toda su historia, ya que no olvidemos que en parte el resultado es consecuencia del resentimiento hacia una élite política que ha despreciado sistemáticamente la voluntad popular.

Por otra parte, un segundo referéndum podría ser interpretado como un intento por parte de la élite de convocar tantos referendos como sea necesario hasta conseguir el resultado que desea. La campaña sería más agresiva que la anterior y aumentaría la fractura social. Si se confirmase el resultado anterior, los partidarios de derechas del Brexit tendrían una actitud más intolerante y triunfalista que nunca, y si ganara la opción de la permanencia por un margen ajustado, sería imposible impedir que los partidarios del Brexit pidieran otro referéndum.

Además, el debate en torno a detener el referéndum podría renunciar al debate en torno a qué tipo de Brexit se tiene que negociar con los conservadores más extremistas.

En el fondo, estamos hablando de matemática política. Si el Partido Laborista se comprometiera con la causa para detener el Brexit, perdería a muchos de sus votantes que están a favor del Brexit, unos tres millones. La hemorragia le haría perder escaños.

Tal vez ganaría votantes entre el 7% de británicos que apoyan al partido que más se ha posicionado a favor de detener el Brexit; los liberales demócratas. Sin embargo, este hipotético aumento de votos se daría en centros urbanos donde los laboristas ya han conseguido los correspondientes escaños.

De hecho, si parar el Brexit es un proyecto tan sumamente atractivo, ¿por qué el partido de Vince Cable tiene tan poco apoyo? Las consecuencias de la hemorragia de votos del Partido Laborista asegurarían la victoria electoral del Partido Conservador, lo que le permitiría llevar a cabo el Brexit más radical de todos los posibles y continuar con todas sus políticas, entre ellas, los planes de austeridad y la ausencia de viviendas asequibles.

Me encantaría que los argumentos que he expuesto fueran refutados por los partidarios de la campaña para parar el Brexit. De hecho, me gustaría que me convencieran. Sin embargo, este tipo de campañas no parece haber aprendido la lección del fracaso del movimiento oficial a favor de la permanencia en la UE, que fue visto por muchos como un intento de la élite para mantener sus privilegios en un contexto en el que muchos estaban indignados y desilusionados.

Los portavoces más destacados de esta causa, como Tony Blair, Nick Clegg y los no electos miembros de la Cámara de los Lores, consolidan la imagen negativa de una campaña fallida, por muy injusto que les parezca a sus seguidores. Para que la campaña para detener el Brexit tuviera éxito, debería convencer a muchos partidarios de salir de la UE, así como a aquellos que estaban en contra de esta opción pero que ya se han conformado con el resultado. Sin embargo, los partidarios del Brexit a menudo son descritos como una masa homogénea de racistas e ignorantes. Esta actitud no hace más que reafirmarlos en sus opiniones.

Incluso los que eran partidarios de permanecer en la UE pero que ahora creen que se tiene que respetar el resultado del referéndum (los sondeos estiman que estamos hablando de millones de británicos) tienen una opinión tan o más firme que el más convencido de los partidarios de detener el Brexit.

Si quieren tener alguna posibilidad de éxito necesitan una estrategia completamente diferente. Para empezar, el mensajero es tan importante como el mensaje. Para muchos partidarios de salir de la UE, un Brexit frustrado sería un movimiento golpista contra la voluntad popular. El hecho de que los políticos que defienden esta opción no tengan credibilidad o sean muy impopulares, o que los defensores de esta opción no sean cargos electos, refuerza esta creencia.

En segundo lugar, si el movimiento para detener el Brexit se presenta como una defensa del sistema actual, en un contexto de rechazo popular contra este sistema, fracasará. Más bien debería combinar su llamamiento a favor de parar el Brexit con propuestas de reformas radicales.

En tercer lugar, debería presentarse como un movimiento de las bases y de insurgencia popular en vez de organizar actos en los principales feudos contrarios al Brexit en los que se ondea la bandera de la UE. Debería organizar actos públicos masivos y campañas en zonas partidarias del Brexit, y centrarse en proporcionar argumentos para aquellos que no son precisamente unos entusiastas de la UE (en definitiva, la mayoría de ciudadanos, incluidos los que votaron a favor de la permanencia). Su objetivo debería ser conseguir un cambio radical de la opinión pública para que no se pueda ignorar la petición de celebrar un nuevo referéndum.

Sin embargo, todo parece indicar que muchos de los partidarios de la campaña para detener el Brexit están cometiendo los mismos errores que ha cometido tradicionalmente la izquierda: buscar traidores, y no posibles conversos, definirse por todo a lo que se oponen, y no por lo que están a favor, ser demasiado purista, tratar a los ciudadanos como si fueran poco sofisticados políticamente, ser dogmáticos y agresivos, gritar a la gente en Twitter.

No, tal y como están las cosas, no me convencen sus argumentos y no veo respuestas claras para las preguntas que planteo. Una salida de la UE gestionada por los laboristas que no destruya nuestros lazos con la UE y que no convierta al Reino Unido en un paraíso fiscal poco regulado parece una mejor opción. Pero la campaña para detener el Brexit merece ser impulsada y merece que se haga en condiciones.

Traducido por Emma Reverter

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