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The Guardian en español

El hijo del dictador Marcos, favorito en unas elecciones de Filipinas con “nostalgia autoritaria”

El candidato presidencial Ferdinand 'Bongbong' Marcos Jr. pronuncia un discurso durante un acto de campaña en Quezon City, Metro Manila, Filipinas 14 de febrero de 2022.

Rebecca Ratcliffe / Lorna Bayani

Manila (Filipinas) —

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Van vestidos de un color que no pasa desapercibido, un tono rosa fucsia. Pasean por las calles de Filipinas ondeando banderas allá por donde pasan y parando a cualquiera dispuesto a escuchar. Muchos son jóvenes o personas que votarán por primera vez y algunos viajan durante horas para unirse a los equipos de campaña. Para ellos, las elecciones presidenciales de este lunes 9 de mayo marcarán un antes y un después en el país.

“Quiero un verdadero cambio”, dice Mariel Ramírez, de 35 años, que votará por primera vez y está haciendo campaña junto a otras personas.

El impacto que ha causado la pandemia entre los más pobres, y la posibilidad de que vuelva a la presidencia una de las familias más controvertidas del país –los Marcos–, la han llevado a actuar.  “Es evidente que una presidencia [de Marcos] llevaría al país a su momento más bajo…”, comenta Ramírez. “Son una familia que únicamente se dedica a enriquecerse”.

Quedan solo unas horas hasta que más de 67 millones de filipinos voten a su próximo presidente en unas elecciones muy reñidas. Ferdinand Marcos Jr –conocido como “Bongbong” o BBM e hijo del antiguo dictador Ferdinand Marcos– lidera las encuestas de opinión a pesar del conocido historial de corrupción y violaciones de derechos cometidos por su padre.

Leni Robredo y su ejército de casi dos millones de voluntarios, conocidos como Kakampinks (Aliados Rosas), intentan frenar la llegada de Marcos Jr. Robredo, abogada de derechos humanos que defiende a grupos marginados y que actualmente es la vicepresidenta, va segunda en las encuestas a una considerable distancia. Con unas elecciones en las que reina la desinformación en internet, quienes la apoyan han lanzado una campaña puerta a puerta de una escala fuera de lo común.

Algunos vecinos del barrio deprimido de Sampaloc, en Manila, son receptivos. Josie Loyola, de 70 años, está sentada a la puerta de su casa bajo los rayos del sol matutino. Sonríe al ver pasar a los miembros de la campaña. “Tiene buen corazón, ha logrado muchas cosas”, dice Loyola sobre Robredo. Pero baja la voz al hablar sobre Marcos Jr: “Es [un tipo] realmente cuestionable, con una integridad cuestionable”.

A Loyola le preocupa la inestabilidad política, o que se repita la ley marcial impuesta por Marcos padre en 1972. Durante los nueve años que perduró la ley marcial, reinaron las violaciones de derechos humanos: hubo 3.240 personas asesinadas y decenas de miles fueron torturadas y encarceladas, según Amnistía Internacional.

El hijo de Loyola, agachado junto a un cubo de agua con jabón, sigue centrado en limpiar su motocicleta. Dice que está indeciso. No todo el mundo quiere hablar. Unas puertas más abajo hay una casa empapelada con imágenes de un sonriente Marcos Jr haciendo la señal de la paz con la mano.

Del exilio a la élite

Hace 36 años que la revolución del Poder del Pueblo acabó con 20 años de Gobierno de Marcos, lo que forzó a la familia al exilio. Huyeron en helicóptero, llevándose a bordo un alijo de objetos por valor de 14 millones de euros, incluidos lingotes de oro, efectivo que se acababa de imprimir y cientos de piezas de joyería. Era chatarra en comparación con el dinero sucio que había enriquecido a la familia. Algunos sugieren que habían saqueado hasta 9.300 millones de euros.

Marcos padre murió en 1989. El resto de la familia obtuvo permiso para volver a Filipinas en los años 90 y han ido renovando su imagen lentamente desde entonces.  

“Nuestro paso a la democracia no pasó por un proceso de justicia transicional, al contrario que otros países que han tenido conflictos políticos o civiles”, dice Julio Teehankee, profesor titular de Ciencias Políticas y Estudios Internacionales en la Universidad De La Salle en Manila. En lugar de eso, los Marcos fueron recibidos por los poderosos con los brazos abiertos, dice Teehankee. “Las élites de la sociedad, aquellos círculos, los acogieron y trataron como a los famosos”.

La familia comenzó a restablecer su posición en la política y a cimentar alianzas. En 2016 se enterró a Marcos padre como a un héroe, con honores militares por recomendación del presidente Rodrigo Duterte. Los supervivientes de Marcos quedaron consternados y advirtieron sobre aquel blanqueamiento de la historia. La hija de Duterte, Sara, es la número dos en la candidatura de Marcos Jr.

Desinformación y mentiras

Los analistas dicen que el sistema educativo filipino ha fallado al no haber abordado debidamente un debate sobre la realidad del Gobierno de Marcos. Esto ha provocado un vacío de conocimiento, especialmente entre las generaciones más jóvenes, algo que ha explotado la campaña de Marcos Jr.

Las cuentas en redes sociales ligadas a los Marcos, o las cuentas que los apoyan, minimizan la dictadura e intentan justificar o incluso negar los abusos del pasado con desinformación. Presentan los años de Marcos como una era dorada, una época con una economía próspera, en la que se desarrolló la infraestructura y en la que había paz y orden. Las violaciones de derechos humanos y la cleptocracia se dejan a un lado.

Celica Inductivo, de 35 años, vive enfrente de Loyola. Está de pie frente a una olla hirviendo, preparando la comida para su familia. Cuando pasan los voluntarios, dice que votará a Marcos Jr.

Durante la ley marcial no había nada que temer si eras un ciudadano decente. Eso le ha dicho su madre, que fue voluntaria de campaña para Marcos padre. Inductivo no cree que su hijo sea corrupto y lo admira por estar por encima de comentarios así. “A pesar de tantas críticas contra BBM, como [la que le acusa de] ladrón, él no las devuelve”, dice usando la abreviatura ahora popular para Bongbong Marcos.

Le han criticado por no asistir a debates presidenciales y por eludir preguntas difíciles de la prensa, como no haber pagado unos impuestos que, según informaciones locales, podrían ascender a 3.700 millones de euros.

Con el eslogan “juntos resurgiremos”, Marcos Jr se ha centrado en un mensaje de campaña simple por la unidad y que resucita una grandeza pasada. “Esa es una de las mayores ironías de las elecciones de este año. La marca política que más ha dividido y polarizado en la historia del país se ha apropiado de un mensaje de unidad y esperanza”, dice Teehankee.

Quizá sea un mensaje más fácil de vender. “La nostalgia del autoritarismo es muy simplista. Si estás lo bastante frustrado y desesperado, es más fácil creer en esto que en el discurso de campaña de Robredo, que llama a los filipinos a afrontar los problemas del país y ayudar a encontrar soluciones”, añade Jean Encinas Franco, profesora asociada de Ciencias Políticas en la Universidad de Filipinas.

“Tenemos tanto que perder”

Una encuesta publicada por Pulse Asia sugiere que el 56% elegirá a Marcos Jr. como presidente, y sigue siendo el candidato más popular en todas las franjas de edad. Aun así, Franco cree que la campaña de Robredo y el inmenso ejército de seguidores que ha atraído tendrán un efecto duradero sobre la política en Filipinas, al margen del resultado de las elecciones.

No solo destaca los apasionados voluntarios de Robredo, sino también la impresionante cantidad de público en sus mítines. El ambiente de esos encuentros es festivo, juvenil y esperanzado, añade Franco. “No he visto nunca este tipo de mítines o este tipo de apoyo a ningún tipo de político desde que empecé a votar”, dice. “Ahora hay una masa crítica. Sea quien sea el presidente, tendrá que lidiar con esta parte de los filipinos comprometidos activamente”.

Para Ramírez, que ha participado en dos campañas puerta a puerta y ha acudido a tres mítines, cada posible voto cuenta. Las elecciones pueden llevar a Filipinas adelante o bien “hacernos retroceder todavía más y sumergir al país en un estado de desesperanza y una corrupción rampante”. 

Pase lo que pase, asegura que nunca más permanecerá callada sobre cuestiones políticas. “Tenemos tanto que perder esta vez…”.

Traducción de María Torrens Tillack

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