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La historia de amor de Liu Xia y Liu Xiaobo: “Si me convirtieran en polvo, utilizaría mis cenizas para abrazarte”

“Kafka no podría haber escrito algo más absurdo y difícil de comprender", denunció la poeta Liu Xia.

Tom Phillips / Tania Branigan

Poco después de que Liu Xiaobo fuera condenado a once años de prisión, descubrió que alguien había estado hurgando en la correspondencia que mantenía con su esposa. Para su asombro y regocijo, la pareja descubrió que las únicas cartas que habían sido objeto de censura eran unos poemas de amor que se habían escrito el uno al otro.

Tal vez, bromea su esposa Liu Xia, los funcionarios pensaron que los poemas eran demasiado excitantes para un preso. Lo cierto es que el hecho de que el Gobierno interfiera constantemente en su vida privada no es ninguna broma, como tampoco lo es la devoción que sentían el uno por el otro y que les dio una fuerza indestructible para enfrentarse a cualquier obstáculo.

El premio Nobel se convirtió en el protagonista de un tira y afloja entre los gobiernos de Occidente y China desde que en mayo se le diagnosticó un cáncer terminal. Occidente pedía a Pekín que mostrase “humanidad” y que permitiese que Liu Xiaobo recibiese tratamiento en un hospital extranjero. Mientras, Pekín acusaba al mundo de inmiscuirse en sus asuntos nacionales. Las primeras imágenes que se divulgaron del escritor, las primeras desde que hace ocho años la policía lo arrestó en el apartamento que la pareja compartía en Pekín, mostraban un cuerpo esquelético.

Sin embargo, sus amigos afirmaban que la enfermedad del escritor no era el principal problema. Lo que más preocupaba a su entorno era otra tragedia: la situación de la esposa del escritor, la poeta Liu Xia. “Está física y psicológicamente destrozada”, contaba Ye Du, un escritor que la conoce desde hace más de diez años.

A Liu Xia nunca la han acusado de haber cometido un delito y nunca ha sido juzgada o sentenciada. En declaraciones a the Guardian, Ye Du afirmó: “Cuando eres la esposa de una figura tan relevante, incluso cuando no te metes en política, la política se meterá contigo”.

Para que Liu Xia no pudiese hablar sobre la situación de su marido, prácticamente la habían aislado del mundo exterior. A su entorno cada vez le preocupa más que esta prisión invisible perdure en el tiempo y se alargue tras la muerte del escritor.

“De alguna manera, Xiaobo eligió la vida que quería vivir y la ha vivido como quería”, indica Jean-Philippe Béja, académico y amigo del escritor desde hace más de 25 años. “No es así para su esposa, sus amigos y su familia”.

“Xiaobo eligió el trabajo que quería tener. Liu Xia eligió a Xiaobo. Las autoridades chinas se están vengando, lo cual es absolutamente tremendo”, denuncia Béja.

Cuando la pareja se conoció a mediados de los años ochenta, Liu Xia era una funcionaria y una poeta en ciernes. Los dos estaban casados con otras personas, pero formaban parte de un círculo intelectual que a menudo se reunía en la casa de ella.

“Sabía que tendría problemas”

El biógrafo de Liu Xiaobo, Yu Jie, explica que en su juventud el escritor era una intelectual brillante, aunque algo mordaz y un mujeriego incorregible que tenía tiempo para juergas durante las manifestaciones masivas de la primavera de 1989 en Pekín. Fue encarcelado tras las protestas de la Plaza de Tiananmén y su matrimonio terminó en divorcio. El de ella, también. Cuando el escritor salió de la cárcel, la pareja se reencontró y se enamoró.

“Encontré toda la belleza del mundo en esta mujer”, indicó él en una ocasión. “Son la pareja perfecta, la perfecta unión espiritual”, afirmaba Mo Zhixu, activista y amigo del matrimonio.

Al unir su vida a la de un firme defensor de la democracia, Liu Xia también se estaba comprometiendo con un futuro incierto y lleno de acontecimientos traumáticos.

Este es uno de los motivos por los que decidieron no tener hijos. “Es un acto de crueldad tener un hijo cuando sabes que pasará por la experiencia de ver a su padre en la cárcel”, explicó ella a un amigo.

Cuando se casaron, él estaba cumpliendo tres años de condena en un campamento de trabajos forzados. De hecho, se casaron para que ella pudiera tener derecho de visita. Según la biografía escrita por Yu Jie, ella insistió en casarse “con ese enemigo del Estado”. Sin embargo, dejó muy claro a sus amigos que ella no iba a ser “una mujer florero”. Él siempre admiró el talento de su mujer y en público elogió sus poemas y su obra. Incluso en tiempos felices, nunca pudieron evitar la presión. “Lo seguían todo el tiempo. A veces no podía salir de su oficina. Lo seguían dondequiera que fuese. Era difícil”, indica Béja.

El lunes 8 de diciembre de 2008, a las once de la noche, Liu Xia oyó un fuerte golpe en su puerta. Un grupo de agentes entró en la vivienda con una orden judicial en la mano. En el documento se podía leer “sospechoso de haber cometido el crimen _______”.

Trescientos intelectuales y activistas chinos iban a publicar la Carta 08, un manifiesto político que pedía una reforma política pacífica y, un punto que fue determinante, el fin del sistema de un gobierno de un solo partido en China. Liu no había tenido la idea, pero sí fue uno de los que escribió la carta y pidió a otros intelectuales que la firmaran. Sus amigos indican que se ofreció voluntariamente como cabeza de turco porque pensaba que su fama internacional le ahorraría un castigo duro.

“Sabía que tendríamos problemas”, reconoció Liu Xia tiempo después. Ella intentó convencerle para que no participara en esta campaña: “Solo pude hacer lo que ya había hecho en el pasado, esperar pacientemente el desastre”.

El día de Navidad de 2009, una fecha escogida por las autoridades chinas para evitar que los medios de comunicación internacionales se hicieran eco de la situación, el activista fue condenado a once años de cárcel y fue enviado a una prisión de la fría provincia de Liaoning, situada en el noreste del país.

“Ya no sé en qué día vivo”

The Guardian entrevistó a Liu Xia. A pesar de que tenía 49 años, parecía una estudiante universitaria. Era muy delgada, tenía la cabeza rapada y un cigarrillo en la mano. Emanaba luz. No había perdido la elegancia a pesar de la presión. Explicó que su serenidad no procedía de la fe religiosa sino de haber leído tantos libros y haber interiorizado la vida de muchas otras personas.

Tenía una sonrisa traviesa y un sentido del humor irónico. Bromeaba sobre su vida en pareja, lo mucho que a él le gustaban los platos que ella preparaba e incluso sobre el momento de la detención de su marido. Era fácil ver por qué Liu Xiaobo se había enamorado de esta mujer.

En 2010, su marido fue galardonado con el premio Nobel de la Paz. Las autoridades chinas reaccionaron de forma rápida y firme: Liu Xia quedó bajo arresto domiciliario y se quedó sin teléfono e internet. Para salir a comprar o visitar a su marido, necesitaba que la acompañaran los policías.

Dos años más tarde, unos periodistas extranjeros consiguieron entrar en su apartamento. “Ya no sé en qué día vivo”, les explicó la poeta, que cada vez estaba más frágil. No podía dejar de temblar y de llorar. “Kafka no podría haber escrito algo más absurdo y difícil de comprender”, lamentó.

Sus amigos quedaron horrorizados al ver la transformación que había sufrido una mujer que antes estaba llena de vida. “¿No pararéis hasta que enloquezca o muera?” preguntó uno de ellos a las autoridades en una emotiva súplica.

En 2014 se informó que la poeta había sufrido un ataque cardíaco. Su padre murió el año pasado. En abril de este año perdió a su madre. Le dijo a Ye Du que estaba tomando tranquilizantes: “Si consigo dormir, no necesito pensar o ver este mundo de dolor”.

En junio llegó el último mazazo. Liu Xiaobo tenía una enfermedad terminal. Xiaobo falleció este jueves 13 de julio.

“Es más duro ser el familiar de un preso político que ser el preso político”, aseguró en una ocasión el laureado escritor. “En una sociedad sin conciencia en manos de un Gobierno sin límites, son los familiares del activista los que más sufren. Se enfrentan a la posibilidad de que en cualquier momento los puedan separar, al seguimiento y a la falta de intimidad y a la presión que te rodea para que olvides y deje de importante la situación”.

Liu Xia nunca se ha visto como alguien con intereses políticos, pero ha sido capaz de soportar esa presión. Siempre ha defendido a su marido y ha repetido hasta la saciedad que no ha hecho nada malo.

“Creo que Liu Xia y Liu Xiaobo han escrito una gran historia contemporánea de amor”, indica Ye Du.

Como muchos de sus amigos, Ye Du cree que la insistencia de Liu Xiaobo por huir de China, después de haberse negado durante toda su vida a hacerlo, tiene que ver más con su deseo de salvarla a ella que con el hecho de que en el extranjero podría recibir un tratamiento médico que le permitiera vivir un poco más de tiempo.

“A muchas personas les puede costar comprender que hayan seguido creyendo en su amor a pesar de haber sido torturados por un régimen autoritario. Son increíbles”, cuenta Ye Du.

Su devoción queda patente en la declaración que preparó Liu Xiaobo cuando lo juzgaron en 2009: “Incluso si me convirtieran en polvo, utilizaría mis cenizas para abrazarte”.

Traducido por Emma Reverter

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